En un país en el que nos venden que todo el mundo ansía playas y terrazas como si el mañana no existiese, todavía hay quien abandona los límites impuestos de las ventanas indiscretas y sale a saludar a aquellos que le han permitido durante los meses del confín respirar y elevarse con sus vuelos más allá de la soledad y de la nostalgia.
Y es que hay algo más que lo que parece importante y necesario en el común de los telediarios.
En realidad no necesitamos playas, ni terrazas, ni chiringuitos en el extrarradio de la antigua normalidad. No necesitamos fútbol, ni futbolistas, ni banderas, ni centros comerciales. Ninguno de los brillantes espejitos que nos pretenden vender los buhoneros.
Para nosotros es el mar, la vegetación, los acantilados, la tarabilla posando en una rama.
Para nosotros es el inmenso placer de ir recuperando poco a poco la presencia real de los amigos.
Los que tienen alas y los que saben volar.
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