Todo ascendió al milagro y sin más valimiento
que la fiebre, el coraje, el sórdido apetito o las alumbraciones,
cada uno en su sitio se sintió destinado
ya que habían pisado al fin la desmesura
y, allende el mar, el mundo había envejecido
de una vez para siempre sin que ellos lo supieran
y aún mucho menos que esto era un Continente,
como que no supieron debajo de la muerte
que le habían volteado la puerta al horizonte
en el que los cartógrafos anotaban estrellas,
cruces, constelaciones, extensiones del cielo
donde estallaba el número y la geometría
porque había más norte del que se suponía
para situar aquí el ombligo del mundo.
Así fue que olvidaron. Así fue que nacieron
turbiamente de nuevo dos veces ese siglo
y aunque escribieran largos informes obsecuentes
a sus Reverendísimas Majestades Católicas,
salivaban procaces la Corte calzonuda
dueña de un mundo oceánico breve como un pañuelo,
ahora que ellos eran Capitanes del Límite
y habían derrumbado los muros del espacio.
Chancheros, escribientes, horteras, ganapanes,
deudores, condenados, ralea, leva, garfios,
pinzones, sánchez, gómez, pérez de pero y pera;
libertos y corteses, pizarros, alvarados,
quirogas, bajo pueblo, giménez de la nada:
solamente la chusma disponible esos días:
balboas, alvar núñez, mendozas, magallanes.
Nada. Ni un solo príncipe. Ni un hidalgo señor.
Ni un señor hijodalgo. Ni un caballero. Nada.
Nadie para dar fe. Nadie sino los pobres infelices sin nada.
Brutos como una ostra. Gente de bajo instinto.
Carne de mugre y muerte. Banderías de harapos.
Despertaron a Dios, lo llamaron al alba:
-¡Señor, allá abajo hay otro continente!,
gritaron, patalearon, le gastaron la aldaba.
Dios revisó los Libros. Dijo:
-Aquí no está escrito. Guiñó un ojo a sus ángeles
y mientras regresaba a su nivel de sueño,
dicen que murmuró:
-Otra treta del diablo.
Armando Tejada Gómez.
Crónica de Indias (Fragmento)
Canto Popular de las Comidas.
Premio de Poesía 1974 Casa de las Américas.
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