Nunca me lo había parado a pensar, pero Angélica a sus 14 años, y tras unos cuantos de ellos involucrada en el mundo de la danza, me abre los ojos.
En la trastienda de lo hermoso está lo oscuro. Un sacrificio en el que estos pies de bailarinas son, quizá, lo más destacable por lo terrible. Pero detrás, como en otras actividades tan específicas, hay muchísimas horas de esfuerzo, de dedicación y de exigencia que en la mayoría de los casos no se ven recompensadas por eso tan volátil a lo que llaman éxito y de lo que el común de los mortales no parece darse cuenta.
Detrás de los cisnes hay una innumerable cantidad de patitos feos.
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