Ayer subimos de nuevo a la Collada y, de nuevo, visitamos los restos de las trincheras olvidadas. La soledad nos acoge con la misma gravedad con la que retiene entre sus dedos los hilos del pasado y de las vidas que allí fueron.
Aunque la soledad sea la hermana gemela del olvido.
Paso de decírtelo, mariano, porque últimamente estás de ego disparado, pero qué cojonuda la foto. Así que .nada que decirte entonces
ResponderEliminarNo me exageres, compañero. Ni en lo de la foto ni, sobre todo, en lo del ego, que ya hubo en su tiempo quien lo utilizó como arma arrojadiza. Y ya se sabe que a los egos los carga el diablo.
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