De vez en cuando nos llegan noticias de los amigos de Pinar del Río. Fueron solamente veinticuatro horas en un periplo por toda la isla, pero fuimos acogidos con esa hospitalidad y ese cariño tan cubano, tan de compartir. Con Carrete y Coralina tuvimos ocasión, en tan poco tiempo, de conocer sus aspiraciones y sus realidades, su vida diaria llena de dificultades y, sobre todo, ese proyecto tan humano de sembrar caminos en la vida para los que lo tienen más complicado. Su taller de dibujo y grabado para muchachos con Síndrome de Down es un modelo de buen hacer en medio de la adversidad.
Nosotros en nuestra pobre medida hemos colaborado dando a conocer su trabajo aquí.
Me acuerdo de ellos y de su labor encomiable ahora que en este país, envuelto en la estupefacción y la estupidez, se abandona la cooperación y la ayuda al desarrollo pero no se deja de comprar armas ni de engrasar la maquinaria bancaria que nos atropella cada día.
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