Que el Papa dimita es raro pero no es preocupante. El circo púrpura va a continuar, pues les va en ello su negocio.
Lo preocupante es cuando dimiten, sin prisa pero sin pausa, los pobladores de un país alicaído en el que lo rural cotiza a la baja, o directamente no cotiza.
Los que no se mueren en el abandono se van trasladando a las ciudades huyendo del crudo invierno y de la soledad.
Y los que a duras penas resisten parecen robinsones entre la nieve que, a falta de otra cosa, son hasta capaces de perdonarse ellos mismos los pecados.
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