Entonces teníamos la misma edad. No llegábamos a los veinte y seguro que creíamos que no había más muros para nosotros que el horizonte.
Pero su muerte en los periódicos hizo su rostro dolorosamente familiar para aquellos que, sin conocerla, compartíamos edad e ideología. Y su cuerpo en tierra cubierto con el jersey grueso que hacían nuestras madres, las manos como pajarillos, la noche brutal e inanimada, todo, acabó por advertirnos de que existían cunetas y murallas. Y que en ellas campaban diestros matarifes que se harían dueños de nuestras pesadillas.
Ocurrió hace más de treinta años en un Madrid demasiado lóbrego, pero en estos días la pesadilla regresa, otra vez en los periódicos, como un viento mefítico desde la memoria y las cavernas del Estado.
"Cuando se está en medio de las adversidades ya es tarde para ser cauto.Séneca"
ResponderEliminarRaquel