Me encuentro con mi compañero Flores por la calle que, agitado y con prisas, se para apenas un segundo a saludar y me dice lo siguiente:
A mi pesar, eh, a mi pesar. Me tengo que ir con la máquina de reñir al Navajazo Bereber.
Y se marcha calle abajo, hecho un brazo de mar, convencido de ser el más grande y clarividente comunicador.
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