Hace años, un amigo cubano que ya no está, en una de sus escasas estancias en mi tierra, nos pidió que lo lleváramos a ver el lugar en el que nacía el río Ebro. Él afirmaba que tal río estaba cargado de significados que ayudaban a comprender el origen y las vicisitudes, a veces tan dramáticas, de lo que siempre llamó "las Españas".
Pues bien, durante unos días hemos recorrido caminos cercanos a su curso, y aunque aún no sé si Miguel tenía razón aquella mañana ya lejana y friolenta de Fontibre, lo cierto es que a veces a nosotros, pese a los calores del final del estío, como al poeta también se nos ha helado el corazón.
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