Hay en el pueblo viejo de Belchite una puerta de entrada que te lleva directamente al pasado.
La sensación cuando cruzas el umbral, en un sentido o en otro, es complicada de describir. Tal vez lo que más se acerca sea la dificultad del ojo acostumbrándose al trayecto brusco entre la luz y la oscuridad o viceversa.
O quizá soy solo y solamente un personaje en un escenario, en un gastado teatro de operaciones sin espectadores ni testigos, esperando a que definitivamente caiga el tiempo de la desolación.
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