Ayer beatificaron a un montón de gente que
murió en la Guerra Civil.
Esto de beatificar es como dar un título, o colgar una medalla, o conceder un
rango más o menos honorífico dentro del club de los cristianos. Hasta ahí bien.
Nada que decir, ya que dentro de su casa cada cual es muy libre de conmemorar
lo que le venga en gana, y bastante tienen las víctimas con el sufrimiento y
con la muerte.
El problema viene cuando el Estado asume
gastos de representación estableciendo una singular diferencia entre su actitud
hacia unas víctimas y hacia otras, porque en la guerra, por si no lo saben,
siempre hay dos bandos o más.
Cuando los dos ministros que acuden al fasto
coinciden en sus declaraciones al manifestar que la fiesta no va contra nadie
es que, además de una burda consigna, la celebración va contra los de siempre.
Todos aquellos que, víctimas de una derrota persistente, continúan
desaparecidos y enterrados por las cunetas y los campos del país, mientras el
gobierno (o lo que sea) de estos ministros sigue pasándose la ley de la Memoria por el forro de su
ideología.
El problema es que siempre están en misa.
ResponderEliminarY repicando
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