Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 22 de octubre de 2010

El cristal con que se mira

Siria 2009

Debo reconocer que una de mis primeras experiencias fotográficas consistió en dejarme olvidada una cámara que me prestaron sobre el techo de un coche que arrancó segundos después, llevándose la máquina y de paso un trozo bastante grande de mi dignidad como fotógrafo.
Desde entonces he hecho muchas fotos como aficionado y como viajero. Nunca más, hasta el momento, volví a perder una cámara, pero contemplo con flema británica como los hongos van devorando diapositiva tras diapositiva como una triste metáfora sobre el pasado que desaparece a medida que desaparecen los recuerdos.
Y ahora, aunque lo digital me pilló con el paso cambiado, estoy aprendiendo de nuevo a caminar.


2 comentarios:

  1. Sin duda la providencia te arrancó de las manos la cámara y te puso a mano un bolígrafo. Con cualquiera de las dos herramientas hubieras hecho la misma buena poesía. Doy fe de tus primeros pasos en el laboratorio.

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  2. Carajo, compa, es muy bonito tu comentario. No sé si nos estaremos reblandeciendo un poco las aguerridas huestes de Quinta Porrúa, por aquello de los años. Yo también recuerdo aquellas tardes en el laboratorio. Y lo que es más, nunca olvido a un maestro.

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