Un mercado en Lavapiés. Madrid.
Rechazada por labios refinados, exquisitos y electrónicos.
Desplazada a las catacumbas del sabor y del saber.
Vilipendiada por ser alimento de gente de baja estofa y amargo porvenir.
El desconocido mondongo, la dulce asadurilla y las criadillas más mordaces.
Mollejas a la plancha y riñones al jerez sobre páginas con mucho seso y corazón.
Don de muchas lenguas y que va de oreja a oreja
en hojas amarillas que no se lleva el viento cuando se agotan las baterías.
¡Ah. Sí, la divina, la irreemplazable casquería!
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