Parece que a los amigos de la Cantabria interior les gustó el regalo. Quédense tranquilos los ausentes.
Con promesas de futuras ollas ferroviarias para ausentes y presentes nos cepillamos, sin vergüenza alguna, una estupenda muestra de lo que cuelga, como antesala de unos cachelos con androllas para las que no hay palabras ni calificaciones.
Y que conste que el título no es una sugerencia que exportar al resto de este país consumido sino, a la vista de la imagen, una realidad para tiempos de crisis.
Aunque por ganas...
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