Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

sábado, 4 de febrero de 2023

Castro Valnera


Hace muchos, muchísimos años que no subo al Castro Valnera. Pero hubo un tiempo en que íbamos de forma habitual. Siempre en invierno y con nieve. En primavera y en verano preferíamos Peña Sagra o el Macizo Central de los Picos de Europa. 
Lloviera o hiciera sol, los viernes a media tarde tomábamos el autobús a San Roque de Riomiera y, una vez allí, tirábamos para arriba carretera adelante hasta unos invernales que había en la subida al puerto de Lunada. Quien conozca aquello sabrá que eran unos cuantos kilómetros de caminata. Los suficientes para llegar de noche, acomodarnos en alguna de las cabañas y dormir unas cuantas horas hasta el día siguiente. Entonces se podía dormir en las cabañas. Los dueños no ponían pegas y nosotros respetábamos. Creo que ahora nada es igual.
Todo empezó con un fracaso que pudo costarnos algo más que el honor de subir al Castro. En la primera ocasión ascendimos sin conocer el terreno y a expensas de un compañero que decía haber subido más de una vez. Quizá era verdad, pero se equivocó y nos condujo hacia una zona escarpada en mitad de una tormenta de nieve que, por momentos, no nos dejaba ver nada ni hacia arriba ni hacia abajo. Lo pasamos mal y aquello pudo haber sido muy serio. Con mucha suerte conseguimos retirarnos  y volver a los invernales. Pecamos de inexpertos, de confiados y de ingenuos. Pero lo que no te mata te hace aprender.
Hubo otros intentos y otros fracasos. Y aprendimos. Conservo alguna fotografía en blanco y negro hecha desde la cumbre, y también otras de grupo, posando en la cima,  con esos colores desvaídos que tenían las instantáneas que hacíamos allá por los ochenta, a nuestros veinte años.

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