Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 15 de julio de 2024

El pérfido Jon


Reconozco que leí algo de su poesía hace muchos años, cuando retomé con furor el deseo de conocer a los nuevos poetas que cuajaban entonces, más allá de las hornadas clásicas y aquellas posteriores a la guerra civil que menudeaban en oscuros callejones entre la irrelevancia y la clandestinidad, o aquellos otros que palidecían en las últimas páginas de los libros de literatura de C.O.U.

Eran los tiempos de aquello que se dio en llamar “nueva sentimentalidad”, o también, con más arraigo, “poesía de la experiencia”. Allí, en la nómina de sus promotores aparecía, no sé si voluntariamente o no, este vasco con pinta de grandullón que, según decían, se había iniciado al lado de gente de reconocida solvencia poética como Bernardo Atxaga o Joseba Sarrionandia. Ahora mismo tengo dudas sobre la razón, ingenua, con total seguridad, por la que me enganchó la poesía de alguien al que yo le otorgaba una supuesta relevancia indómita.

Evidentemente me equivoqué. Al menos en parte. Si el término “indómito” (que no puede ser domado) tiene cierta familiaridad con la expresión “tirarse al monte”, entonces, en su deriva personal y política, es lo más destacable de alguien, y no es el único, que recorre con alegría y dádivas recibidas en su alforja todo el arco ideológico.

Decía que no es el único que ha circulado por esa vía denigrante, pero desde luego ninguno, al menos que yo sepa, lo ha hecho con su clamorosa mala baba. Llamar “perrillas” a unas ministras del gobierno o, en su defecto a cualquier mujer,  es, además de ruin y propio de machirulos, una más de las malas formas que va acuñando en su peregrinaje y en su insania.

El que esto escribe ya sabe “por experiencia” que, en eso de la poesía, como en cualquier otro orden de la vida probablemente, no siempre acompaña el don de ser buena gente con la facultad brillante de la escritura, pero aún tiene la capacidad de preferir el primero de los talentos enumerados, y también de indignarse cuando el uno no acompaña al otro. Así que se va a permitir terminar con unos pocos versos del poema “Arrieros somos”, escrito por el montaraz protagonista de este texto cuando aún no se le notaba tanto. No merece más:

Oráculo invocado, respondía:

Un poco más y ya no la verás,

pues cada cual tendrá su merecido

y tú bien merecido lo tendrás.

 

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