Alas (dos)
Le pedí al viento -el del salitre-
que soplara
en mis omóplatos
para aliviar la punzante comezón
con que abrasaban
mis dos pequeñas alas que
apuntaban como pomos azulados
Fueron creciendo
como péndulos inquietos
y yo de vez en cuando sin que
lo notaran mucho
les iba arrancando alguna pluma primaria
las adornaba con ristras de abalorios
en la esperanza de ocultarles
que en realidad
las amarraba
les sustraía el vuelo y les mentía
con la piedad con que se engaña a un hijo
Ahora que me rozan los tobillos
—fluctuación elegante y muerta de algodones—
me las busco con nostalgia
y me consuelo
con que al menos servirán
para el invierno
Maribel Fernández Garrido
La áspera lengua del jaguar
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