La fotografía es en blanco y negro, tan mal revelada que parece gris. Al
fondo se encuentra el Ayuntamiento custodiado por la estatua ecuestre del
general. Delante, la tropa como un muro. También gris.
A los lados, y se adivina que también enfrente, una maraña de estudiantes,
algunos con barba apenas florecida.
El que manda lleva gorra de plato, y está congelado en un ademán de
brazo en alto y boca abierta. Si escucháramos
su voz todavía oiríamos de sus labios un grito de película: ¡¡¡A la carga!!!
El resto de la fotografía quedó movida.
Mientras corríamos, y a partir de ese día, juramos por Toro Sentado odio
eterno al Séptimo de Caballería.
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