Ya ven,
nos tomamos un café,
celebramos cumpleaños,
hablamos por teléfono,
nos extraviamos en el supermercado,
viajamos en autobús,
volamos a lugares incógnitos
con inútiles diplomas de aventureros
y sospechosos fines filantrópicos,
regresamos a nuestra nube,
miramos la televisión estúpidamente,
nos tomamos un café...
A veces escribimos un poemilla,
y ni siquiera advertimos
que estamos parados,
en realidad,
como islas
o como estatuas de generales,
sobre el dolor
y el sufrimiento de la gente.
Sobre le hambre de alguien y sobre un niño muerto
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