Fue todo un símbolo de la urgencia de libertad y de la necesidad de amnistía que tenía este país. Circuló en carteles y panfletos como un advenimiento de la alegría y el aviso de que estaban cambiando los tiempos. Adornó paredes de pisos, apartamentos, despachos y talleres, de secciones sindicales y de partidos políticos. Y por último se hizo piedra en la Calle Atocha de Madrid para homenajear a los abogados de Comisiones Obreras, víctimas de la extrema derecha en 1977.
Que Juan Genovés, autor de "El abrazo", nos haya dejado parece una ironía. Al menos en estos días de excepción en que los abrazos han pasado (temporal o definitivamente, quién lo sabe) a la clandestinidad.
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