Durante este tiempo de confinamiento he cumplido con un libro que me debía. Por fin he leído "Atrapados en el hielo", la narración del viaje de Shackleton y su grupo a los confines del Polo Sur en medio de la Primera Guerra Mundial. El libro me rondaba y me rondaba. No solo porque ocupara durante mucho tiempo sueños, pensamientos y conversaciones de mi compañera hace unos años, sino también porque me hice la promesa de leerlo cuando estuve frente a la portilla de la casa que habitó el explorador irlandés en Punta Arenas (Chile). Desde allí regresó en busca de sus compañeros confinados durante meses en Isla Elefante.
El famoso viaje de Shackleton fue un cúmulo de desdichas que no consiguió ninguno de los objetivos para los que se emprendió. Sin embargo se trata de uno de los ejemplos definitivos de la épica humana. Aquello sí que fue, en rigor, un confinamiento.
El nombre del barco que los transportó hasta los hielos, Endurance (Resistencia), es, a la vista del desenlace, el máximo exponente de la confluencia entre la realidad, la quimera y la poesía.
Debe ser que ahora, al juntarse las tres constelaciones, era la ocasión propicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario