Todo en los últimos días entra en el ámbito de lo onírico y yo en la cofradía de los incrédulos. He recordado el instante en el que terminé en el fondo de una grieta de hielo, en una ciudad del norte de Noruega, hace unos años. Por mi cabeza, entonces, lo único que pasaba era que aquello no me podía estar sucediendo a mí. Y ahora estoy en las mismas. Esto es una puta pesadilla de la que me voy a despertar en cualquier momento. Seguro.
Pero no. Todos los días me levanto temprano, salgo al jardín, observo la calle y veo el horizonte.
Yo flipo con a rapidez que la natura se recupera en ausencia del hombre. Veo un planeta mucho mejor sin nosotros.
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