Supongo que habrá mucha gente en estos días que escribirá
sus impresiones sobre algo tan inusual, al modo de Defoe. Lo titularán “Diario de los días de la peste”.
Escribirán y harán bien, aunque sea para ir restando
monotonía al tiempo.
Son las ocho de la mañana, el día recién comienza y en el tejado suena el rítmico golpear de la lluvia. La lluvia, que es hoy también nuestra carcelera.
Renovaremos estanterías y recolocaremos libros. Y si se abre
un claro, caminaremos un rato con Mayo.
Llámenlo como lo llamen, esto se parece demasiado a un arresto
domiciliario.
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