"Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que solo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos. Arrugan la frente y gruñen hasta que los ven hundirse otra vez en el horizonte. No les gustan los forasteros armados"
El infinito en un junco
Irene Vallejo
Siruela
De libros quemados en los purgatorios del poder
y de los amigos de Ajmatova memorizando poemas indestructibles.
Y un sueño donde encuentro
las polvorientas sandalias de Heródoto
en un caravasar armenio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario