No nos bastó con observar el paisaje
desde el cerro. Eran más montañas
las que se levantaban desde mis ojos.
Interminables elevaciones cada vez más grises.
Cada vez más sólidas. Y cada vez
más niebla sobre nuestras espaldas.
Como si nos obligásemos a recordar
lo que nos había llevado hasta allí
y tu rostro fuera tan joven
como aquel primer día.
Por si llegas, como entonces,
despreocupada, atrevida y feliz
a pesar de aquel viejo uniforme de las monjas.
Por si acaso. Por si las moscas...
He preparado café para cuando vuelvas.
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