Hay un monstruo que me come la sopa
y me hace cosquillas cuando me muestro cansado,
que me esparce los trastos,
que me mezcla los libros
y se entretiene en colgarme espantajos
a la espalda
cada vez que estoy despistado.
Hay un monstruo marino
con cola de sierpe,
con garras de trasgo,
con negro propósito,
que me nubla el sentido,
que cruza mis sueños,
que pone fuego en mi frente
y me habla con sangre
y me enseña los dientes
y pronuncia muy despacio
todos y cada uno
de las distintos vocablos
que nombra el miedo.
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