Durante una semana he acudido todas las tardes al Parque de Quevedo en León, en una rutina que me libraba precisamente de una rutina hospitalaria. Todas las tardes se han hecho presentes los reyezuelos listados, pequeños, inquietos, para nada temerosos, con su característico canto y su cresta llamativamente naranja.
El reyezuelo. Sin duda, el más grato representante de la monarquía.
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