Inescrutables son los caminos que nos llevan al final de la epidemia. Aquellos por donde, como por el ojo de una aguja, desfilarán antes los niños que los elefantes, con el permiso de la ciencia y los palos de ciego de la autoridad. A oscuras avanzamos.
Luz, luz que todo lo señalas, danos fuerza para soportar, por el contrario, el vértigo de los antagónicos, el sendero de la vil adversidad, el que conduce, con naipes marcados y aires flatulentos, desde su patria incontestable a la eternidad de los abismos. Amén.
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