Cuando quiero ponerle algo de bravura y, al mismo tiempo, de templanza a esta cosa rara que nos está pasando pienso en mi vecino - el buen vecino-, en sus noventa y tantos y en esa manera de contemplar la vida, con la sorna y el optimismo de quien ha pasado por mil y una y, mal que bien, de todo se ha ido saliendo.
Antes del confinamiento a veces le veía andar carretera adelante, con sus muletas, camino de la tertulia que tiene montada en un banco de la plaza del barrio. Siempre se paraba un rato a saludar a Mayo, que en días de tormenta, si no estábamos, se le solía meter en la cocina como perro por su casa.
Ahora cumple respetuosamente y no se mueve del banco al lado de su puerta y, entonces, la tertulia ha de venir a él, si es que viene. Por si acaso, yo me paro a charlar un rato cada vez que Mayo me lleva de paseo, salvo que él esté en la sala de la casa, mirando la vida hacia dentro.
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