Al hilo de la particular festividad de ayer, la de los claveles de Portugal, me vino a la memoria la conversación que una vez, hace bastantes años, mantuvimos en un pequeño restaurante del Barrio Alto de Lisboa con un camarero que nos tomó confianza. Supongo que por la pinta nos sacó. No sé.
Él, entre plato y plato y café, nos contó su trayectoria, sus múltiples trabajos y sus años de emigración. En un momento de la charla comentó que pertenecía o había pertenecido al Partido Comunista portugués. Y fue después, cuando dijo una frase relacionada con el momento político que entonces vivía Portugal, Europa o el mundo, quien sabe. Una frase que aún hoy recuerdo, porque en muchas ocasiones la hago mía, cuando los abanderados, los profetas o, ahora, los corredores de bulos nos quieren poner en algún lugar en el que, aunque no tenemos demasiado clara la razón, no estamos muy convencidos.
Y es en ese momento cuando sale al exterior esa parte de nosotros que llama indefectiblemente a la rebelión.
Y es en ese momento cuando sale al exterior esa parte de nosotros que llama indefectiblemente a la rebelión.
"Yo no sé adonde voy, pero por ahí no voy".
Pues eso. Que los pasillos estrechos son para los cabestros.
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