Es una obviedad decir que las gentes del teatro, del cine, de la danza, de la magia, de la música y tantas más no viven de los aplausos, no viven de las buenas críticas, no viven de un ego satisfecho.
Eso ayuda, pero como todos los demás pagan facturas, pagan hipotecas, pagan créditos y la lista de la compra.
Cuando regalan lo que hacen lo regalan porque quieren y no están obligados a más. Es decir, son soberanos igual, igual que el resto de los mortales.
En tiempos de amargura y diques secos se les pide que contribuyan al alzamiento de la moral del pueblo, pero lo que no se les puede pedir es que sobrevivan del aire y de la esperanza, porque lo más probable es que se vean obligados a bajar el telón y poner rumbo a la desaparición. Y si esto ocurre, prueben los demás a levantarse de la ruina sin medicinas para el alma.
Todo lo anterior es una obviedad, pero lo digo.
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