Reniegos y
denuestos
Me cago en
este desconsuelo que me vive en la garganta y en la vocación de nube o de
torrente caudaloso con que me atormenta cada uno de mis ojos.
Me cago en
los muros que me cercan y en la tentación de los ventanales, en los días
repetidos y en los abrazos con amnesia.
Me cago, ya
ves, en el cariño que me ejecuta y en el amor con que te mato.
Me cago en
las calles vacías, en la tierra de por medio y en el lacerante distanciamiento social.
Me cago en la
pena negra, en los que señalan con el dedo, en el principio de
autoridad y, de paso y por si acaso, en la propaganda policial.
Y por
cagarme, señores, me cago a gusto, además, en los ríos que andan revueltos, en
los lucros de pescadores y en los que, pudiendo remar contigo, reman
al lado inverso.
Y por si
olvido algún fulano, me defeco, entre tanto, en fachas y mercaderes, en sus
púlpitos, en sus trincheras y en sus carpetovetónicos ancestros.
Y para que no
quede ninguno sin justa deposición, evacuo, para acabar, en la impúdica y alarmante prepotencia moral que destilan también algunos que se
dicen de los nuestros.
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