El insomnio no me deja dormir.
Vale, ya sé que es una ocurrencia de perogrullo. ¿Qué esperan ustedes a estas horas?
Puedo pensar que, en realidad, es debido a ese perro que ladra en algún otro confín cercano, o al ruido que hace el propio silencio. Tal vez al rumor nocturno de la casa, a la madera crujiendo, lo que se asienta. Quizá al vuelo clandestino de algún mochuelo. A las articulaciones doliendo. A los engranajes del mundo que gira.
O a la incertidumbre.
Quien sabe.
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