Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 27 de noviembre de 2017

Poema de Majdanek




Poema de Majdanek


Al principio fueron los cuervos y los árboles
los que poblaban la tierra.

Cuando el bosque aspiraba a atravesar el mundo con sus raíces,
antes de que los labriegos hicieran de aquello
un acre pasto para vacas y para ovejas,
antes de que los árboles,
cada una de sus hojas
y de sus ramas,
cada una de sus semillas,
cada una de las marcas enamoradas de la madera,
desaparecieran en el humo de las fogones.
Aire y nubes de árboles,
polvo de amantes insensatos,
hálito de fantasmas.
Apenas una hoja seca y abandonada
entre las tablas de los barracones.

Al principio fueron los cuervos y los árboles.

Cuando grajos, cornejas y urracas se arrastraban por la hierba
sin elevarse más allá
de la infértil longitud de sus alas,
haciendo del frío lo eterno
y del aguanieve un atavío para los muertos.

No había apenas nada más.

Cuando el campo quedó libre de bosque
y ardía harto de almas peregrinas,
cuando nacieron las alambradas
y los perros vigilaban el dolor de los otros entre la niebla,
entre la niebla aún volaban los cuervos.


                                                 Mariano Calvo Haya
                                                 Noviembre 2017

viernes, 24 de noviembre de 2017

En Tombuctú

  Tombuctú (Malí), 2001.

Nosotros éramos más jóvenes y el lugar, el más remoto en el que había estado nunca.
Unos insensatos acababan de derribar unas torres gemelas en Nueva York. Todavía no se veían camisetas con la efigie de Bin Laden. Ningún loco asesino había entrado en Irak apelando a increibles subterfugios. Nadie había arrasado por el momento la ciudad de Alepo. Los fascistas de Alá aún no habían prohibido la música y Alí Farka Touré estaba felizmente vivo. Las leyendas allí eran granos de arena entre los dientes.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

martes, 14 de noviembre de 2017

El banco de Wislawa


Aquí estoy, sentada bajo un árbol,
a orillas de un río,
una mañana soleada.
Es un hecho anodino
que no pasará a la historia.
No es una batalla ni un tratado,
cuyas causas se investigan,
ni el memorable asesinato de un tirano.

Sin embargo estoy sentada a orillas del río.
Y si estoy aquí,
forzoso es haber llegado de alguna parte,
y antes
forzoso fue haber recorrido otros lugares
como los conquistadores de nuevas tierras
antes de haber subido a bordo de sus navíos.

Incluso un instante fugaz tiene un turbulento pasado,
un viernes anterior a sábado,
un mayo que a junio precede,
y horizontes no menos reales
que los dibujados en los prismáticos de los mariscales.

El árbol es un álamo hace años arraigado.
El río es el Raba que no empezó a fluir ayer.
La senda no anteayer
se abrió entre matorrales.  
Antes de disipar las nubes, el viento
hasta aquí las arrastró.

Aunque nada importante sucede en torno a mí,
no es el mundo por eso más pobre en matices,
menos justificable, menos definido
que cuando dependía de las grandes migraciones.

El silencio no sólo envuelve conspiraciones.
Y el séquito de causas no sólo acompaña a subidas a tronos.
No sólo los aniversarios de las revoluciones caen,
también las piedras arrojadas al río.

Intrincado y denso es el bordado de las circunstancias.
El pespunte de la hormiga en la hierba.
La hierba cosida a la tierra.
El diseño de la hoja enhebrada a un palito.

Así, por obra del azar, soy y miro.
Una mariposa blanca aletea en el aire
con alas que sólo a ella pertenecen,
y una sombra sobrevuela mi mano,
la suya, no otra, no de cualquiera.

Ante hechos semejantes me abandona la certeza
de que lo importante
es más importante que lo que no importa.



sábado, 11 de noviembre de 2017

La Varsoviana fugaz

Cuando un servidor cultivaba el proyecto de montar una librería siempre pensó que había de llamarse La Varsoviana. No sé por qué. Supongo que por el viejo himno anarquista de las negras tormentas.
Así que el primer día que pisé Varsovia, en un arranque nostálgico, me dediqué a buscar a mi varsoviana, la dama de los sueños incumplidos. Y hete aquí que mientras yo fijaba el objetivo en aquella que se va acercando, atenta sólo a la pantalla de su móvil, me pasa por delante la de verdad. Mi varsoviana, la hermosa, la fugaz.

viernes, 3 de noviembre de 2017

La primera noche

La primera noche
ellos se acercan y cogen una flor
de nuestro jardín,
y no decimos nada.
La segunda noche
ya no se esconden,
pisan las flores, matan nuestro perro
y no decimos nada.
Hasta que un día
el más frágil de ellos
entra solo en nuestra casa,
nos roba la luna, y
conociendo nuestro miedo
nos arranca la voz de la garganta.
Y porque no dijimos nada
ya no podemos decir nada.


                        Maikowski