Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 28 de septiembre de 2023

No queda nadie


Es como cuando vino Franco de visita a Arneiro. ¿Sabes qué pasó cuando vino Franco? Pues los de la colonización querían ponerle una placa conmemorativa en el centro cívico, pero había por allí unas fincas yermas, que nunca habían dado nada. Así que los mayorales y los ingenieros nos mandaron montar una huerta de la noche a la mañana, para que quedasen mejor las fotos. Querían que la tierra se viera fecunda y trabajada, así que tuvimos que trasplantar todo lo que teníamos: lechugas fresquísimas que daba gloria verlas, pimientos, judías que se enredaban en las cañas como dedos con artrosis... Todo, todo lo trasplantamos y montamos allí una huerta de la noche a la mañana, muy bonita para las fotos, y se ve que todos quedaron muy bien delante del generalísimo y, al día siguiente, hicieron una fiesta entre ellos. Pero ya te imaginas lo que pasó a la mañana siguiente: todo se había muerto. Se había muerto todo porque aquellas verduras habían nacido y se habían cuidado cada una en un sitio apropiado, mientras que, en esa otra finca yerma, las verduras trasplantadas no podían vivir y se marchitaron, y fue como si hubiéramos sembrado un cementerio, un puñado de ceniza. Porque cada cosa tiene su sitio y, si la llevas a otro lado, puede que aguante, pero lo más seguro es que no. Y por eso lo que había detrás de esa huerta tan bonita era la muerte. Y así era todo por entonces: detrás de todo, si uno escarbaba lo suficiente, lo único que encontraba era muerte.

No queda nadie.
Brais Lamela.
Traducción de María Alonso Seisdedos.
Cuatro lunas.

lunes, 25 de septiembre de 2023

Ovejas y cabras


Si El Quijote consiguió sanarlo y arrancarlo del sucio catre en el que se había encamado, El Capital fue para Mateo como una pedrada, como caerse de una alta higuera en la que se han estado cogiendo brevas, como ser derribado del caballo en el camino hacia Damasco por una luz cegadora. Sin sentir dolor, Mateo recibió un golpe en la cabeza que sacudió y puso del revés todo lo que sabía de la vida y de los hombres, ya ya no volvió a ser el mismo. Y aunque todo aquello que leía en Marx sobre el origen de las clases y el capital, y sobre la acumulación ilimitada de la riqueza, y sobre las paupérrimas condiciones de  las clases trabajadoras, y sobre la servidumbre al capital del estado y las leyes era a menudo retorcidamente abstracto y en buena medida se refería  a las clases trabajadoras de Inglaterra o Irlanda, Mateo comprendió muchas de las injusticias y dramas que a veces sacudían la tranquila vida de Abra. Por ejemplo, por qué la hija de Paco López, su vecino, había sido enterrada con cuatro años sin que pudieran pagar un médico; o por qué el precio del pan subía en Abra hasta hacerlo impagable para los mismo jornaleros que habían sembrado y segado las espigas; o por qué los alumnos de Lázaro abandonaban la escuela sin apenas saber leer y escribir; o por qué don José Escobar, sin trabajar, viviendo  en Córdoba de las rentas, cada vez tenía más dinero y más propiedades en los ruedos de Abra, que compraba a los pequeños labradores que apenas podían mantenerse.

Cervantes para Cabras, Marx para Ovejas.
Pablo Santiago Chiquero.
Maclein y Parker.

domingo, 24 de septiembre de 2023

Stepanakert

Stepanakert. Republica de Artsakh. Nagorno Karabaj. 2014.   


Leo con estupor las noticias que llegan de Nagorno-Karabaj, el hasta ahora enclave armenio en territorio de Azerbayán, siempre en disputa entre ambos países, siempre en guerra latente que reventaba de cuando en cuando hasta el estallido final.
Un despiste nos llevó en 2014, atravesando en un coche alquilado una pista de montaña en busca de pájaros, a una posición avanzada del ejército armenio con toda la artillería apuntando a territorio azerbaijano. Por suerte, y supongo que gracias a nuestro gesto inocente, los militares se tomaron bien nuestra irrupción y nos orientaron con amabilidad para volver a zonas menos peligrosas.
Un descanso en carretera, con la intención de miccionar antes de tomar la única vía de entrada a Nagorno-Karabaj por territorio azerí nos colocó frente a un cartel que, pese al idioma desconocido, no era difícil de desentrañar: "Peligro de muerte. Minas." Dejamos entonces lo del pis para otro rato.
En un pasaporte antiguo conservo el sello de entrada a la disputada República de Artsakh, en el Alto Karabaj, de mayoría armenia y hoy ocupada por tropas de Azerbayán con la anuencia de Rusia, el gendarme de la zona, como una nueva demostración de que no quiere veleidades occidentales (ni siquiera accidentales) de los antiguos estados soviéticos. Le ha pasado a Ucrania y le está pasando también a Armenia.
En 2014 tuvimos ocasión de entrar allí. Comprobamos los destrozos en muchos de los edificios de Shusha, la antigua capital, como consecuencia de refriegas anteriores y accedimos a Stepanakert, la nueva capital. Pasamos día y medio recorriendo el montañoso enclave y conociendo un lugar que, en realidad, solo era independiente para sus ilusionados y amables habitantes. Hoy esa misma gente ha sido víctima de un bloqueo que les ha llevado, según dicen los medios de comunicación, a la inanición y les va a llevar probablemente al exilio en un estúpido juego en el que las fronteras son rayas que se marcan y se borran a capricho de los dueños de las patrias.    

sábado, 23 de septiembre de 2023

Otoño


Tiene el comienzo del otoño un aire como de ciclo a punto de terminar, como de puerta al final de un pasillo que, cuando la abres, despliega un espacio incógnito y vedado como en los cuentos de algunos escritores de fantasía.
Tiene el otoño cortinajes de telas de araña abandonadas.
Tiene corazón de hojas secas, alma de borrasca y un algo de memoria suspendida.
Como si recordar fuera un ejercicio imposible, un dolor de muertos, un espejo tristísimo donde mirarnos.  
Y en el que sin embargo nos miramos.

jueves, 21 de septiembre de 2023

Librería 86

Librería Desnivel. Madrid.


 

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Amazonas de Salgado





Regreso de Madrid con el Amazonas de Sebastiao Salgado impreso en la retina. Esas imágenes preciosistas y preciosas, cuidadas al mínimo detalle. Tanto que uno se imagina al fotógrafo a la manera de los antiguos pintores impresionistas, parado ante el objeto de su desvelo, ya sea paisaje o grupo humano, midiendo con ojo preciso el momento necesario para inmortalizar lo fugaz, para dar vida a lo que irremediablemente se aleja.

jueves, 14 de septiembre de 2023

Incredulidad

  
No sé cuándo fue
que convencieron
a un gran número
de ciudadanos de este país
de que pactar con catalanes
era más peligroso
que asociarse con fascistas.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

La última migración


-"Nos comimos los pájaros. Nos los comimos. Queríamos que su canto nos subiera por la garganta y nos saliera por la boca, así que nos los comimos. Queríamos que sus plumas os brotaran de la piel. Queríamos sus alas, volar como ellos, revolotear libremente entre las copas de los árboles y las nubes, así que nos los comimos. Los atravesamos con lanzas, lo apedreamos, los inmovilizamos, los cazamos con redes, los ensartamos y los arrojamos a las brasas, y todo por amor, porque los amábamos. Queríamos ser uno con ellos"
-dice él.
Reina el silencio en la enorme sala. Se le ve pequeño detrás de su atril, pero es lo bastante grande para llenar el espacio. Con una voz lo bastante fuerte y poderosa. No perdemos ni una sílaba de lo que dice, aunque las palabras no sean suyas y él no haga más que citar a Margaret Atwood.
(...)
El profesor se aparta de su atril y extiende las manos en actitud suplicante.
-La única amenaza real que existe para los pájaros somos nosotros. En el siglo XVII, el petrel de las Bermudas (...), que es el ave nacional del archipiélago, se cazaba para el consumo humano a un ritmo tan catastrófico que se creyó que se había extinguido. Hasta que en 1951 descubrieron por pura casualidad, dieciocho parejas que habían anidado en los acantilados de las pequeñas islas. Me imagino lo emocionante que fue ese día. (...)
-No sobrevivieron a nuestro segundo ataque, más cruel y mucho más invasivo. Con la quema de combustibles fósiles hemos cambiado el mundo, lo hemos aniquilado. El cambio climático elevó el nivel del mar y el agua arrasó los escondrijos de los petreles, que murieron ahogados. Ésta es una de las muchísimas especies extinguidas. Y no sufren sólo los pájaros (...) Los osos polares han desaparecido debido a este aumento de las temperaturas. También se han extinguido las tortugas marinas, porque la misma subida del nivel del mar ha erosionado las playas donde antes ponían sus huevos. (...)
Miles de especies se están extinguiendo ahora mismo en medio de un silencio generalizado. Estamos acabando con criaturas que han aprendido a sobrevivir a todo, a absolutamente todo, menos a nosotros, los humanos.

La última migración.
Charlotte McConaghy.
Salamandra.

Librería 85



Dlibros (Torrelavega-Cantabria).

No voy tanto como quisiera y como me aconseja el buen criterio, pero de cuando en cuando me acerco y charlo un rato con Adolfo o, si cuadra, con algún que otro cliente letraherido como yo, mientras mis ojos bailan sin poderlo remediar de estantería en estantería.
Allí celebré una vez mi cumpleaños presentando libro de poemas mientras cruzábamos raudos las fronteras del aire. 

lunes, 11 de septiembre de 2023

domingo, 10 de septiembre de 2023


 Al otro lado están tus sueños,
la calma del coro de pájaros
que te despiden de la tarde.
Al otro lado también estás tú.

jueves, 7 de septiembre de 2023

La desesperanza

"Lo más odioso era el optimismo"

A cuatro días del cincuentenario del golpe de estado de Pinochet en Chile finalizo este libro que conocí a través del titulado "Un libro de libros", escrito por Isabel Tejerina (nunca es tarde para seguir aprendiendo de los profes que uno ha tenido).
Lo que se cuenta comienza el día anterior al entierro de Matilde Urrutia, "La Chascona", última esposa de Pablo Neruda, en un Chile aún amordazado por la dictadura, con el regreso para el evento de un cantautor en horas bajas y su toma de conciencia real.
Inevitablemente, aunque salvando muchísimas distancias, el libro establece, al menos para mí, un paralelismo con "La gallina ciega" de Max Aub y su compartida desesperanza.
Como se dice aquí por boca de uno de sus personajes "lo más odioso era el optimismo". 



En las esquinas, la muchedumbre que compraba flores daba un rodeo ante algún policía de metralleta en mano que dividían la corriente en dos brazos que luego confluían. ¡Pam, pam, pam, disparaba desde el escenario su guitarra-metralleta-sexo! Pero sus disparos jamás mataron a nadie salvo a las incautas palomas que volaban demasiado bajo... hasta que él y las palomas dejaron de creer en la efectividad de sus proyectiles. Las metralletas de hoy, en cambio, las de aquí, eran de veras, mataban sin tener que justificar ni una sola bala. ¿Iban a atacar hoy, con o sin motivo, se preguntó Mañungo con el corazón detenido por el horror, preguntándose si ese pensamiento se alojaba también en la cabeza de las miles de personas que acudían a enterrar a la Matilde? (...) Cerca del ingreso al cementerio Lopito comenzó a reconocer a algunos amigos: poetas de bar, habitantes de la noche que aparecían para este acontecimiento, musas de barrio, borrachitos, estudiantes eternos, militantes de partidos políticos efímeros a los que él fugazmente se había adherido, uno que otro muchacho de camiseta roja o por lo menos llevando un emblema de ese color aunque no fuera más que un clavel. Lopito iba opinando a gritos que lo más odioso de todo esto era el optimismo -"Mira que llevar flores coloradas, pues, Mañungo, dónde se habrá visto, ¡sólo les falta ponerse a cantar Clavelitos"- con el fin de convencer a quién sabe quién de que todo iba a salir "del uno", y a cada revés del régimen repetían: "¿Ven? Esto se acaba", y no se acababa absolutamente nada aunque estadios enteros gritaran Y va a caer durante los partidos de fútbol, y cada horror y cada escándalo se iba sepultando en el olvido para que todo siguiera igual, enquistado, monolítico pese a las fisuras que desembocaban en el monótono cambiar de un personaje por otro exactamente equivalente. Estábamos todos con el dedo índice corto, decía Lopito, como los republicanos españoles que golpeándolo contra la mesa repitieron durante cuarenta años de exilio: Este año cae Franco..., este año cae Franco..., y el desgaste de ese inútil énfasis les fue acortando el índice de tanto golpear, y Franco no cayó y se quedaron los pobres rojillos con las esperanzas pudriéndoseles adentro mientras sus prohombres morían y mutaban las pasiones y las ideas se avejentaban..., idéntico  a lo que les estaba pasando a los chilenos empecinados en no perder la esperanza, que era lo único que era necesario perder para comenzar otra vez desde cero, y asumir la desesperanza ahora manifestada en esporádicos brotes de violencia sin sentido a que la intolerable represión del régimen los empujaba.   

La desesperanza.
José Donoso.
Seix Barral-Biblioteca Breve.

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Visitantes


Aunque la fotografía no sea muy buena técnicamente, tiene otros valores que me sirven por los protagonistas de la misma. 
El paseo de ayer hasta las marismas fue bastante fructífero. Pude comprobar que los faisanes no se han ido durante el verano por la presión turística ni han acabado mayoritariamente en una cazuela. Pude ver una hembra de ruiseñor pechiazul, que siempre es una fiesta, y comprobé que fieles a la cita volvieron estos dos individuos. 
En primer término aparece una tarabilla norteña, bastante menos habitual que su prima la tarabilla común, y al fondo, difuminada, la collalba gris.
Que tengan aquí buenos días y después una mejor travesía.

 

lunes, 4 de septiembre de 2023

La sombra del acueducto


Siempre tuve curiosidad por descubrir lo que leen los demás. En el metro, en los trenes, en los autobuses, acechaba las portadas de los libros que leían los viajeros. O cuando llego a una casa ajena no puedo resistirme a la tentación de rastrear los libros de las bibliotecas domésticas.
Bien es cierto que los dispositivos electrónicos que ahora abundan me han complicado la labor. O porque en eso que llaman e-book tendría que llegar a un grado de intimidad con el lector que la mayor de las veces no me puedo permitir, o porque lo que se lee o lo que se mira en los smartphones no son libros tristemente y, por tanto, no me suele provocar el más mínimo interés.
Sin embargo, a veces, todavía hay momentos en los que puedo satisfacer esta debilidad mía y, como en este caso, contemplo a quien saborea con fruición a Lovecraft a la sombra del acueducto romano de Emérita Augusta. Y que sea con bien.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Una excavadora en la azotea


En los márgenes de las autovías que cruzan El Cairo se elevan bloques de pisos que muestran, impúdicos, sus interiores. Recuadros de colores que, antes de que una espada gigante los tajara de arriba a abajo como si de pasteles se trataran, fueron estancias en las que aún podría parecer que aletean en el aire, etéreos como mariposas, sus antiguos habitantes. Son imaginaciones del viajero que aún no sabe la razón para que esos edificios enseñen sus tripas al paso y a las prisas de tantos vehículos como transitan por sus venas de asfalto. No quiere pensar el forastero que la construcción de esas autopistas, y por dejar espacio al avance de siempre discutible progreso, haya necesitado como decisión abrupta una amputación de tal ferocidad.
En la azotea de una de esas construcciones de diez o doce plantas, el viajero  observa con sorpresa desmedida que alguien ha aparcado hace mucho tiempo una excavadora en desuso en lo que se le antoja un irónico y atrabiliario mausoleo dedicado a la prosperidad de los escombros. Algo, no obstante, tan fuera de lugar, tan prodigioso como una pirámide ciclópea anunciando el desierto.