Tiene el comienzo del otoño un aire como de ciclo a punto de terminar, como de puerta al final de un pasillo que, cuando la abres, despliega un espacio incógnito y vedado como en los cuentos de algunos escritores de fantasía.
Tiene el otoño cortinajes de telas de araña abandonadas.
Tiene corazón de hojas secas, alma de borrasca y un algo de memoria suspendida.
Como si recordar fuera un ejercicio imposible, un dolor de muertos, un espejo tristísimo donde mirarnos.
Y en el que sin embargo nos miramos.
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