Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 30 de septiembre de 2021

Mitos


Antes que Luis Ocaña, antes que Gonzalo Aja, antes que José Manuel Fuente "El Tarangu", antes que López Carril o Pesarrodona. Antes que Perico Delgado o Indurain. Daba igual. El mejor para los niños que nunca le vimos pedalear, porque entonces no teníamos televisión o porque cuando fuimos conscientes ya se había bajado de la bicicleta. El mejor, digo, era Pérez Francés. Ni Merckx, ni Anquetil, ni Gimondi, ni cualquiera de los otros héroes de dos ruedas tallados en piedra que veíamos en las fotografías antiguas del As. Era el favorito entre los ciclistas de plástico que avanzaban en la carrera un paso si salía cruz, dos pasos si salía cara o tres si la moneda se quedaba de canto entre tus manos. El mejor. Nuestro paisano. El que viajaba mostrando el tubular trasero al pelotón en nuestras fantasías de niños pobres en las tardes de mayo.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Los mimbres de una poeta


 Presentación de la poeta Raquel Serdio en la I Feria del Libro de Miengo.

Conozco a Raquel Serdio desde hace muchos años. Más allá de los tiempos de (H)ala!, una revista poética en la que estuvo embarcada cuando empuñar el timón de publicaciones como aquella era cosa de héroes y heroínas. Aunque hay que reconocer que en eso desde entonces apenas nada ha cambiado y la poesía, una enferma con muy buena salud, hoy como en aquellos días, sigue teniendo un prestigio que muy pocas veces se ve respaldado por un seguimiento habitual.

Intuyo, por sus escritos y por alguna que otra conversación, que para Raquel escribir poesía es cosa de orfebres, un oficio milenario que exige delicadeza y respeto por aquellos que hicieron, antes que ella, de esa labor un camino de perfección.
En sus poemas, si tienen el buen juicio de saborearlos y de disfrutarlos echándoles un poco de tiempo, encontrarán la palabra justa, sin necesidad de adjetivaciones excesivas que entretengan. Algo a lo que, en demasiadas ocasiones, nos acostumbran algunos muñidores de versos y algunos poetas-torrente, especialistas en limbos ajenos y en ombligos propios.

En Raquel Serdio la precisión, esa anhelada economía del lenguaje con criterio, tan difícil a veces, siempre está destinada a un fin. En realidad a una doble finalidad: la hermosura de las imágenes y el combate de las ideas.  Intercalar ambas con maestría, como es el caso, es la esperanza que, como a mariposas amarillas, perseguimos con mayor o menor suerte el resto de los aspirantes a poetas.
En sus poemas, tan apegados por lo general a sus orígenes, a sus ancestros y a una tierra boscosa, sombreada de brumas, que reconoce como suya, se encuentran los mimbres que, además de formar parte del título del libro que hoy presenta, “Mujeres de mimbre”, cohesionan, a mi juicio, no solo su modo de entender la literatura sino también la vida. Por ellos, por sus poemas, cruza ella y cruzan todas las mujeres que antes que ella  han sido depositarias y guardianas de un legado que saben valioso y del que también saben que no les pertenece del todo porque ha de perdurar pasando de memoria en memoria.

Esa es la misión encomendada: El orgullo de perdurar que es ni más ni menos que resistir. Sostener el testigo de esa media humanidad que representan las mujeres que dan título a un libro que, más allá de su estructura poética, tiene vocación de estudio etnográfico, aunque trascienda más allá, sobre la realidad pasada y presente de su tierra cabuérniga. 

El libro de Raquel, “Mujeres de mimbre”, se abre en dos partes, en una mágica dualidad que a mí me recuerda al antiguo grito feminista y proletario que reivindicaba el pan pero también las rosas. La primera, más social, mantiene el título genérico, y se abre al mundo mostrando la encarnadura de esas abuelas y madres que nos han ido conformando. En la segunda parte, “Hijas de Araña”, se desvela  un recorrido mucho más íntimo por las estancias privadas de esa mitad de la humanidad que mencionábamos antes. 

Esa mitad de la humanidad que, como una araña laboriosa va tejiendo nuestro abrigo y sosteniendo los cimientos de nuestra casa, y que como nos cuentan los versos de la poeta, son “mujeres que agarran la vida con el centro de sus manos”, “mujeres vigorosas, hijas del viento y de la tierra”, “mujeres que encajan la desgracia”, “mujeres en tránsito, nómadas del corazón”. 

Mujeres en tránsito, nómadas del corazón.

Tengan en cuenta, antes de finalizar, que por un verso como éste cualquier autor quemaría sus naves o vendería su alma al diablo sin dudarlo.

Así que sean bienvenidos a esta inusual Feria del Libro y no se resistan. Solo es poesía. Algo consustancial al ser humano y que, aunque parezca mentira, absolutamente todos venimos practicando, música mediante, desde el más brumoso origen de los tiempos. Háganse un favor. Adéntrense en esa niebla tan tentadora y descúbranla.


miércoles, 22 de septiembre de 2021

Imperialismo

Me hace una gracia sarcástica el ostensible e interesado reduccionismo de algunos políticos, que  se suelen ver a sí mismos como audaces conductores de masas, cuando en materia poblacional se atreven a tomar la parte por el todo. De ese modo no tienen ningún complejo en arrimar el ascua a su sardina, si la sardina, claro está, cumple con sus presupuestos programáticos o los intereses de su bandería.

Ejemplos hay. Cuando un presidente de gobierno habla de españoles de bien que son, curiosamente, los que están de acuerdo con él, dejando claro de paso, cosa que está muy fea, que hay españoles de mal. O cuando un líder, necio hasta el tuétano, habla de los buenos españoles, que desde luego no son rojos, ni negros ni amarillos, demostrando que las paletas de colores no son lo suyo cuando se vive en el mundo del No-Do.

Toda esta digresión, yo creo que viene a cuento, tiene que ver con que hoy me he levantado con una buena noticia y con una mala noticia. Una tiene que ver con el B.O.E. y alguna especie que abandona el título de cinegética y la otra con el Consejero de Ganadería y no sé cuantas cosas más, además de Medio Ambiente (mitad de ambiente diría yo) de la región en la que vivo, que señala a propósito de lo anterior que hoy es un día triste para Cantabria.

Pero debe ser que yo de esto último no me he enterado porque salté de la cama esta mañana como unas castañuelas.

Va a ser que soy un cántabro de mal.     

Despedidas ficticias


Ayer nos reunimos unos cuantos para simular una despedida. Qué más da que en breve a ellos les vuelvan a separar miles de kilómetros de nosotros. Qué más da que los que nos quedamos nos veamos solo de cuando en cuando. Qué más da que en realidad seamos una hermosa amalgama de caminos que a veces se separan y a veces se vuelven a juntar.
Cómo te vas a despedir de quienes siempre van contigo. 

lunes, 20 de septiembre de 2021

Balcones y ventanas











Con ropa tendida o con Julietas que esperan. 
Para mirar. Para ver mientras pasa el gentío.
Para hablar con palabras que se elevan
y danzan de ventana en ventana
como una vieja música que cura 
de entregas y soledades.

sábado, 18 de septiembre de 2021

Los días del pasado II


Sí, ya sé que a Mario Camus se le recuerda sobre todo por aquello de la "milana bonita". Es lo que hoy, fecha de su muerte, están propagando en las televisiones como paradigma de su cine. A mi también me gusta ver "Los santos inocentes" cada vez que la veo. Y recordar el final del señorito Iván y cómo íbamos a buscar la justicia poética a la oscuridad de los cines, habida cuenta de su escasez en el exterior.
Sin embargo, déjenme que una vez más me acuerde de otro de sus trabajos, tal vez menos conocido, tal vez menos alabado, pero que por algún motivo poco explorado se encuentra más cerca de nuestro corazón (¿no es cierto, Alfons?)
Siempre que me apoyo en el pretil del puente de Bárcena Mayor me acuerdo de Marisol.
Se ha muerto Mario Camus. ¿Quién nos contará ahora los días del pasado? 

jueves, 16 de septiembre de 2021

El poeta eres tú

                                                                                                             Salerno (Italia)

El poeta eres tú que lees
entre los pliegues de los sueños
y en las líneas verticales de las hojas que caen.
El poeta eres tú que lees en la emoción de los encuentros, 
en la armónica sonrisa
y en la huella de camino carretero que dejan las lágrimas
 en el rostro del poeta que eres tú.
El poeta eres tú que lees en las corrientes de aire,
en el vuelo de los pájaros
y en las nubes cambiantes.
El poeta eres tú que lees en los versos efímeros.

                                                                                               MCH

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Madrid (o cómo terminar conmigo)

Ley de Roma. Cartel en bronce. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.

Regreso de Madrid con la consabida sensación de que después de la tempestad llega la calma. He dedicado aproximadamente dos horas a la Feria del Libro y he comprado dos libros. Es decir, he ido a libro por hora. Dedicar más tiempo me parece inútil. A mi juicio se trata de una kermesse heroica o más bien de una feria de las vanidades más heterogéneas. De todo menos saborear el placer de descubrir y conquistar con tranquilidad y fruición títulos que sorprendan.
Así que tras abandonar ese carnaval he paseado por el Retiro observando a los gorriones y las urracas, además de a un sorpresivo pito real (aquí los llaman relinchones) que voló, atrevido, sobre mi cabeza.
El resto del tiempo lo he dedicado a los amigos que se han dejado querer y a visitar el Museo del Prado y el Museo Arqueológico. Un placer difícil de describir.
En El Prado, al que no acudía desde hace muchos años, me he permitido una ruta por las salas dedicadas a Goya y a Velázquez (y algunas más) y sin querer me he emocionado ante la camisa blanca de los fusilamientos del 3 de mayo (supongo que habrá sido un deslumbramiento). Pero desde luego, desde hoy me declaro fan incondicional de Brueghel (el viejo) y de Joachim Patinir, dos pintores magníficos, flamencos ellos, del siglo XVI. Impresionantes, sin dudarlo. 
Y si disfruté en la pinacoteca, el paseo reposado por las salas del Arqueológico son ya de nota alta. Nadie debería perdérselo. Somos el resultado de la mezcla de aquellos antepasados tan diversos que vinieron de lejos, por mucho que les joda a algunos.      

sábado, 4 de septiembre de 2021

Los rostros de Pompeya II









Los rostros de Pompeya... y también los de Herculano. La primera imagen, un busto de Livia realizado en una lámina de plata, refleja el horror (o el alma) sin delicadezas del mismo modo que el último, el retrato de Terentius Neo y su esposa (que manía con no especificar el nombre de la esposa), señala la permanencia del tiempo en sus miradas. ¿Nos interrogan?

viernes, 3 de septiembre de 2021

Theodorakis


Recuerdo que en La Pianola, un pub al que acudíamos habitualmente en aquella época, se producía un espasmo general en cuanto sonaban los primeros compases de la música de Mikis Theodorakis. Cambiaba el clima, el ambiente se enervaba y a toda la concurrencia le entraba unas ganas locas de bailar el sirtaki a la manera de Anthony Quinn en Zorba el griego.
Pero la primera (y única) vez que escuché y vi en directo al compositor heleno fue en Bilbao en 1989. Yo vivía allí y había sacado entradas también para mi compañera y para mi hermano que viajaban desde Santander para escuchar  el Canto General. Los alrededores del Teatro Arriaga se habían convertido en una ratonera de controles policiales, dado que a la reina de entonces, o a alguno de sus asesores, se le había ocurrido acudir al concierto de su compatriota. Creo que jamás olvidaré el espolio atronador e impresionante que el público le dedicó a la soberana, como protesta por su presencia indeseada, en cuanto asomó al palco. Tampoco a un Theodorakis impertérrito, que ahora empezaremos a echar de menos como algunas veces echamos de menos el tiempo en el que fuimos jóvenes.


miércoles, 1 de septiembre de 2021

Los rostros de Pompeya











Atravesar una ciudad muerta, acceder a las viviendas, a los talleres, a las tabernas, conlleva una sensación extraña. Pasas en silencio o, al menos, haciendo el menor ruido posible. Como si pisaras entre cristales. Como con el cuidado de no despertar a los dormidos. Y sin embargo no hay nadie. No hay nadie más allá de los turistas que todo lo inundan (o inundamos). Parece que los habitantes, todos, se hubieran ido por un rato a una fiesta en el pueblo de al lado. Y sin embargo ahí están, los rostros que te miran desde las paredes, tan cercanos, tan parecidos, tan familiares. Como si los hubieras visto hace un rato en el asiento de enfrente, en el vagón del tren que te ha acercado hasta allí.