Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 29 de abril de 2021

Árbol


Ahí está, 
reposando entre las piedras y la arena, 
vigilando lo que llega del mar. 

A merced de olas y tormentas. 

Navegó, pero no fue nave,
 ni cruzó horizontes
ni surcó corrientes. 
Ni pecio siquiera fue. 

Apenas el despojo inmóvil 
de otra clase de naufragio.

Ahí está.
Un cadáver
que no recuerda 
que alguna vez 
tuvo vida
y lo llamaron
 árbol.



lunes, 26 de abril de 2021

Cita de color


 En el mundo no hay mala suerte sino blancos.

Toni Morrison.
Beloved.

viernes, 23 de abril de 2021

Un cuento de libro


Un poco más allá de los veinte años de edad me compré un libro que, por lo que entonces me informé, era muy elogiado por aquellos que sabían de literatura (críticos, escritores, profesores y eruditos varios), aunque también es cierto que se afirmaba de él que era un tanto ininteligible y tedioso, y que el autor había realizado un ejercicio de experimentación -que luego prolongaría en otras obras- que rompía moldes respecto a novelas de épocas precedentes, mucho más de sota, caballo y rey, salvo excepciones. Para los que lo elogiaban aquello era arte rompedor y yo, aunque un tanto amoscado, poco tenía que enmendar al respecto.

He de decir que, entonces, siendo un aprendiz de lector, había puntos a favor del libro que me atraían mucho: la fama del autor, el atlántico país del que procedía, el lugar en el que se desarrollaba la novela, las referencias a épocas pasadas y a héroes recién descubiertos…

Pero claro, la dificultad que ya presumía en su lectura me inquietaba sobremanera.

El volumen estaba incluido en una colección humilde de las que se vendían en kiosco en aquella época, con unas cubiertas de quiero y no puedo, un papel malo a rabiar y una letra microscópica que permitía meter toda la novela en menos páginas y, de ese modo, supongo, abaratar costes hasta extremos feroces.

Jamás leí ese ejemplar.

Bastantes años más tarde, en un arrebato que parecía un reto más que un duelo, volví a comprar la novela. Entonces mis posibilidades económicas me permitieron adquirir una edición más cuidada y con una letra algo más grande que se ajustaba de forma adecuada a mi visión de ese momento. Sin embargo, deposité el nuevo libro en la estantería junto a su hermano mayor, que con el tiempo había perdido apresto y brillantez y había ganado en su interior un cierto tono de pergamino y ese aroma indefinible que ofrece la decrepitud del mal papel.

Hasta hace poco no me volví a acordar de ninguno de los dos libros. La novela sigue siendo una incógnita para mí, aunque conozco a grandes rasgos el argumento. Pero eso no basta. Porque mientras tanto Penélope sigue tejiendo.

Hace unos días me propuse, por fin, casi medio siglo después, iniciar el recorrido por un itinerario frenético a través del corazón de una ciudad querida y hermosa; la de la dulce Molly. Abrí el libro de mis veinte años y las páginas se me antojaron, dada la decadencia de mi vista, un trayecto de hormigas. Abrí el libro de mis cuarenta años y pude constatar que mi capacidad de visión era solo un poco más satisfactoria. Es decir, que si nos permitiéramos hacer un símil con la ropa podríamos afirmar, simple y llanamente, que la letra con el paso del tiempo se me ha quedado pequeña.

Así que parto raudo y veloz, en día tan señalado como el de hoy, a adquirir un nuevo ejemplar de esa novela que tanto se me resiste, cosa que yo no voy, desde luego, a permitir. Aunque pediré a mi querida librera de guardia que tenga, al menos, talla XXL y que me siente, eso sí, como un guante.   

jueves, 15 de abril de 2021

La poesía y otras cosas


Me gustaba verle pasear por la calle Alta, realmente ensimismado, con las manos en la espalda cuando no cargaba con libros. En ocasiones me paraba frente a él y le saludaba, aunque no siempre confiaba  en que me reconociera, y unas veces lo achacaba a su posible despiste y otras a mi poca importancia. Pero el caso es que me gustaba verle pasearse por la calle Alta. Así, sin más.
Habíamos coincidido en algunas lecturas poéticas y, desde luego, en alguna que otra querencia ideológica. También, parece ser, porque yo no me acordaba, en las páginas de un periódico en el que ambos escribíamos sendas columnas de opinión. Tal vez sea –lo de la amnesia- porque yo salí a tiros y dolorido de aquella publicación y uno suele tender a olvidar lo que le duele para que la herida no supure más de la cuenta.
También tengo algún recuerdo de un escrito, una carta o una columna de hace años, que debió salirle de las tripas y del hartazgo, denunciando las connivencias, las camarillas, las cofradías, las puñaladas, los intereses creados y los olvidos intencionados de un pequeño mundo, el de los poetas, que, sin tener nada de especial más allá de la vanidad, levita demasiadas veces entre los caminos trillados y las aguas pantanosas.
Lo cierto, es que el viejo poeta ya no va a pasear más por calle alguna, ni recorrerá las librerías todas en busca de un vellocino de oro posible o imposible. Y a mí, que nunca tuve demasiada confianza con él, es algo que me aflige. Y es que me parece que es bien triste, en estos días en que veo unas cuantas fotografías y noticias sobre su figura en la prensa y en las redes, que a un poeta –muchas veces injustamente olvidado-  se le preste más atención porque se muere que porque escribe.

miércoles, 14 de abril de 2021

Genevieve Taggard

A los veteranos de la Brigada Lincoln


Decid que no sabían español
al principio,
y  nada de las artes de la guerra,
–  Cómo apuntar, cómo atacar y retirarse,
como matar, cómo enfrentarse a la muerte  -no lo sabían, al principio.

Decid que el aire azul
se llenó de protestas y camorra,
palabras secas y miradas ásperas.
Decid que eran muy jóvenes. El rostro
macilento en la trinchera y el muerto en los olivos,
el flaco y el enfermo, el destrozado,
ciegos, en el hospital, todos muy jóvenes.
Decid que eran muy jóvenes, 
que no sabían muchas cosas
que eran humanos. Decidlo todo, es cierto.

Y ahora decid
que mientras los famosos, los grandes, los viejos, los ricos
y los ambiciosos se afanaban
vendiendo, discutiendo,
traicionando, encubriendo, transigiendo,
cortando un pelo en cuatro, publicando
malos periódicos, firmando malas crónicas,
dictando malas leyes, sobornando,
chantajeando, lloriqueando,
oprimiendo, estrangulando – ellos
comprendieron y obraron, supieron y murieron.

O  si no, regresaron a sus casas, a una paz
que no es tal paz. Decid
que ya no son tan jóvenes y que nunca aprendieron
las artes, las cautelas de la paz – esta paz-
y los trucos del miedo.
y que lo que supieron, aún lo saben,
y a lo que se atrevieron, aún se atreven

                                             Genevieve Taggard                   

                               

martes, 13 de abril de 2021

El árbol

Ando algo entristecido desde hace unas cuantas fechas.
Como dice un amigo, todo lo que nos es arrebatado es como un pellizco a nuestro pasado, a nuestra memoria, a ese jergón que nos permite descanso  de vez en cuando en este pasar del día a día. Si las penas fueran una tintura que introducimos en la felicidad del agua y que todo lo invade, éste sería un buen ejemplo de cómo me voy sintiendo de un tiempo para acá. Como una amargura que no aniquila, pero agarrota. Como esas gotas de lluvia parsimoniosas y espesas que poco a poco manchan el empedrado.
Ya comprendo que luego el calor del sol las transforma en humo de la misma lenta manera. Y entonces volvemos a empezar.
Pero no sé si será por los muertos que me llegan en oleadas de malas noticias, que vengo acordándome de los que me faltan y también, por qué no decirlo, de los que seremos.
No sé si será por las cosas del alma que se rompen y las que se vacían y las esperanzas, vanas, que huyen como espíritus por el bosque y por la noche.
Pero tampoco sé si será por ese viento que nos arrasa o por esos pájaros que desafían la tormenta.
O tal vez, por la tierra y el árbol que la sostiene.
Que volvemos a empezar. Y persistimos.

lunes, 12 de abril de 2021

Caminos


                                             Para Stella


El final se desconoce,
el comienzo está olvidado,
y solo lo que acontece
en cada momento
es valioso.
Unos pasos
tras otros
 nos llevan.
Nos hacen más sabios 
al tiempo que nos condenan.


jueves, 8 de abril de 2021

Vida Nómada


Ayer fui al cine. Y lo remarco así porque en los tiempos que corren es algo extraordinario. Tan extraordinario como fuera de lo común es "Nomadland", la película que fui a ver.
Vivimos en épocas pandémicas que invitan muy poco al nomadeo  y demasiado al recogimiento, salvo, claro está, que la coyuntura personal no deje más remedio o que uno sienta deseos irreprimibles de abandonar comodidades y estancamientos.
En realidad poco sé de existencias nómadas. Lo más cercano es el periodo de la vida que mis padres me contaban cuando andábamos por la España rural de principios de los años sesenta, de pueblo en pueblo y de patrona en patrona, en las brigadas que colocaban los postes y el cableado que permitiría a la Compañía Telefónica comunicar el territorio hispánico en el incipiente desarrollismo de la década. Pero aquello tenía fecha de caducidad y duró aproximadamente uno o dos años, aunque luego durante las conversaciones de mi infancia se convirtiera ese periodo en territorio mítico.
Así que mis referentes han de ser por fuerza literarios. Mientras veía la película recordaba "Las uvas de la ira" de Steinbeck y todas sus víctimas de la crisis económica de 1929 y también el camino de Kerouac, o las imágenes de los vagabundos que sobrevivían clandestinamente en los destartalados vagones ferroviarios de la Norteamérica profunda.
Del mismo modo, los protagonistas de Nomadland son los inmolados en la hoguera de otra crisis, la de 2008, gente al final de su vida que ha perdido casi todo menos la voluntad de ser dignos y que se comen la amargura con tanta voracidad como trasiegan kilómetros en sus viejas furgonetas.
Aves de paso. Lo que en realidad, queramos o no queramos, somos todos.  


miércoles, 7 de abril de 2021

La otra pandemia






Acostumbro a pasear con mi perro todos los días entre una hora y hora y media al menos. Él va leyendo las noticias que salen a su encuentro con el olfato y yo, provisto de prismáticos y cámara de fotos, intento descubrir a las aves que vuelan a mi alrededor.
La de hoy no era una mañana de demasiados pájaros. Alguna torcaz, algún verderón y muchas cornejas. Lo que sí había, sembrado a lo largo del camino, eran mascarillas de diversos tipos y calidades. Y eso sin afanarme en buscar demasiado.
El desmán de una especie que cree que todo está a su servicio.


domingo, 4 de abril de 2021

Frágil


Apenas aire contra el aire,
los endebles filamentos impermeables
de lo que pervive, 
el frágil velo 
con el que puedes 
atravesar el mundo.

jueves, 1 de abril de 2021

El clavadista


 Un valor fuera de toda duda,
nervios de acero,
ausencia de vértigo 
y una técnica absolutamente depurada
 son las claves del clavadista.