Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 25 de diciembre de 2017

La tierra de mis padres


Me pongo de pie sobre la bicicleta
para ascender la pendiente a golpe de riñones.

Subo entre árboles.

Huyo de las tardes de fuego,
de la sangre dormida,
del tedio indefinible
que se tiende como un moribundo
al pie de la marisma
y el carcomido monte sagrado de mis padres.

La cinta de asfalto bajo las ruedas
es una película vieja y gris
repleta de sombras
y arañazos.

Cada pedalada
me lleva lejos (de las tardes de fuego,
de la sangre dormida,
del tedio indefinible que me tumba como a un muerto).

Con cada golpe de pedal,
con cada latido,
me acerco
a lugares
en los que probablemente todavía no soy
el que muchos años después escribe esto.



                                                         Mariano Calvo Haya

viernes, 22 de diciembre de 2017

Cuentos





Somos el cuento que nos cuentan


Todo lo que se dice es como un cuento
en el que nadie enferma,
en el que nadie llora,
en el que nadie espera que otros vengan
a salvarnos.
Y mientras tanto,
comprobamos el buen estado
de nuestras amarras,
cegamos cualquier inquietud
que nos permita vivir
con nuestros pensamientos
y nos convertimos,
dóciles y hermosos,
en los personajes de sus cuentos. 

                                                        Mariano Calvo Haya

Paisaje de Miengo. Una variación.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

Gilipollas habemus

Bien temprano me acerco al bar del pueblo a tomarme un café. En la barra un chaval en buzo de trabajo, y presumo que con pocas luces, comenta con la camarera algo sobre una lavandería que tiene un familiar. Parece que todo es automático en la empresa y no necesita empleados, lo cual, según comenta, es una tranquilidad. Y añade sin sonrojo alguno que tener trabajadores es la mayor desgracia que puede ocurrirle a una empresa.
El resoplido que le lanzo le envía fuera del local. También automáticamente.
Así nos va.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

martes, 12 de diciembre de 2017

Alas



Alas


Alguien podrá pensar
que esta historia
es una fantasía,
pero es tan cierta
como que el día precede a la noche
o que todos somos mortales.

De hecho,
cuando murió
todos sus libros
salieron volando.


                                                                     Mariano Calvo Haya

lunes, 11 de diciembre de 2017

Un poema de Izet Sarajlic





La quema de los libros


Para protestar contra la indiferencia de la opinión pública internacional
algunos miembros de la Unión de Escritores
han anunciado que hoy
quemarán en público sus propios libros.

En su comunicado
veo que figura también mi nombre.

Es cierto,
apruebo de corazón esta protesta
contra la indiferencia del mundo,
pero yo nunca quemaré mis libros.

En primer lugar, porque los amo.
Y después porque será mejor
enviarselos a Ismar, 
que hoy trabaja como farmacéutico en Suiza,
para que recuerde
la época en que reparaba mi techo
tapando los agujeros causados por las granadas. 

                      Izet Sarajlic

domingo, 10 de diciembre de 2017

El turno de noche.



Manuel Rivas en El País Semanal (genial como siempre)

¿Quién cubre el turno de noche?

TRAS LA SENTENCIA que condenó a Ratko Mladic, conocido por el Carnicero de Srebrenica, juzgado por genocidio por el Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia, en La Haya, lo primero que me vino a la cabeza fue una pregunta del historiador judío estadounidense Hayim Yerushalmi: “¿Es posible que el antónimo de ‘olvidar’ no sea ‘recordar’ sino ‘justicia’?”. Esta vez, la respuesta no era un enmudecimiento. Se ha hecho justicia. Es la impunidad, la suspensión de las conciencias y la indiferencia decretada lo que activa la memoria histórica. Sí, es posible que el antónimo del olvido sea la justicia y que lo que impide descansar a la memoria sea la injusticia. En España lo sabemos muy bien. ¿O no?
Sí, esta vez se ha hecho justicia. Así que me olvidé del verdugo Mladic y me fui por el túnel de un poema a abrazar a Izet Sarajlic. Estaba en el cementerio, bajo la lluvia, al lado de la tumba de su esposa, muerta justo al terminar la guerra: “¡Cuánto me gusta empaparme junto a ti!”.
Se habían amado como nunca durante el sitio de Sarajevo, el más largo de los asedios, cuatro años en vilo (1992-1996), 12.000 muertos y más de 50.000 heridos. Izet Sarajlic, fallecido en 2002, era antes de la guerra un célebre poeta bosnio, el más traducido de la desaparecida Yugoslavia. Doctor en Filosofía, figura universitaria, académico. Cuando empezaron a caerse las vigas del cielo, podría ser de los primeros en zafar del infierno. ¿Y quién iba a reprochárselo? Muchos lo hicieron. Pero Izet se quedó. Cada día se jugaba la vida en las colas del pan o del agua. Y la poesía también era una forma de apostar la cabeza. No es una metáfora. En la oscuridad helada, sin luz ni calefacción, los poetas de Sarajevo daban recitales al pueblo de la noche. Mantenían vivos los cuerpos de las palabras.
Terminada la Guerra Mundial, el filólogo judío alemán Victor Klemperer, un superviviente, tuvo un encuentro casual con una mujer berlinesa, no hebrea, que le contó que había estado en prisión durante el nazismo. “¿Por qué estuvo usted en la cárcel?”. Y ella contestó: “Pues por ciertas palabras”. Esa respuesta sencilla y genial, “por ciertas palabras”, empujó a Klemperer a escribir una obra en verdad imprescindible. La LTI (Lingua Tertii Imperii) o La lengua del Tercer Reich. Es la historia mejor contada de la mutilación de las palabras para imponer un “orden” criminal.
La lengua del Tercer Reich es la historia mejor contada de la mutilación de las palabras para imponer un “orden” criminal
Cuando el poder abusivo somete al lenguaje, cuando contagia todo de arenga, desaparece lo que Esther Cohen denomina “la posibilidad de la aventura”. Ese es el meollo. En la literatura y en la vida. Lo extraordinario de Izet, y de gente como Izet, es que custodiaron la libertad de las palabras, la posibilidad de la aventura, en el imperio de la destrucción. Sobre aquel tiempo de asedio, Izet Sarajlic escribió una carta con el escritor italiano Erri De Luca: “¿Quién cubre el turno de noche para impedir el secuestro del corazón del mundo? Nosotros, los poetas”.
Me parece una pregunta extraordinaria: “¿Quién cubre el turno de noche?”.
Ahora, la antología en castellano de Sarajlic, con el título Después de mil balas (Seix Barral, noviembre de 2017), se abre con una semblanza del propio Erri De Luca que es uña y carne de los poemas. De ambos, de Izet y Erri, decían que eran como los hermanos Grimm: “En el siglo más zarandeado y desbocado de la historia humana, nos dedicábamos a escribir cuentos”.
Hay una poesía de Antonio Machado tan estremecedora que resume todo el horror de una guerra, esa en la que podemos sentir a través del tiempo un bombardeo sobre la población civil y el peor destrozo: La muerte del niño herido. Allí donde dice:
“Invisible avión moscardonea
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!”.
Izet le llevó la contraria a la guerra de otra forma. Frente al tableteo de las armas, él tecleaba muchas veces, como una provocación histórica, la repudiada palabra “amor”. Ante un incesante bombardeo nocturno, va y escribe: “Una noche como ésta inconscientemente te preguntas cuántas noches de amor te quedan”. Caen las granadas y una de ellas está a punto de alcanzar el poema: “Ha sido lanzada desde el Mrkovici / donde antes de la guerra /cogía margaritas /con la mujer que amo”.
Machado e Izet, cada uno a su manera. Así es la gente del turno de noche en el corazón del mundo.

Librería 78

   Cracovia (Polonia)

lunes, 4 de diciembre de 2017

Un pequeño itinerario de la maldad

Adjunto un enlace a un artículo que me ha publicado la Revista Cultural Amberes en el día de hoy.

http://amberesrevista.com/polonia-un-pequeno-itinerario-de-la-maldad/

Poema de Oswiecim




Poema de Oswiecim


Me pregunto si
en el último instante
su mirada fue como un muro de ladrillo
topando contra el aire impenetrable.
Me pregunto si alcanzó a sentir
el fantasmal rumor de los pasos en formación
de una triste e invisible caravana de espectros.
Si escuchó una música de muertos.
Y mientras respiro angustia de acero,
piedras y vidrios rotos
en este tiempo de paz fingida,
aún no sé si nosotros miramos hoy,
de igual manera,
con los mismos secos ojos,
cómplices también
del frío ajeno de la Historia,
la larga calle de Auschwitz
desde el patíbulo donde Rudolf Hoess,
SS-Obersturmbannführer
y comandante de campo,
rindió a la humanidad
su único y postrero servicio. 


                                   Mariano Calvo Haya
                                   Diciembre 2017

Ni un paso atrás

   Playa de Liencres, 1988.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Sin destino



Cuando llegó a nuestra altura, el grito de "firmes" de los guardias nos paralizó a todos. De lo demás, sólo conservo dos fugaces impresiones. En primer lugar, la voz del hombre del látigo, que me sorprendió porque contrastaba con su cuidado aspecto, quizá fue por eso que no pude retener mucho de lo que decía. Comprendí, sin embargo, que esperaría hasta el día siguiente para proceder a "examinar" nuestros casos, según nos dijo. Luego se dirigió a los guardias y les ordenó con una vozarrona que llenó todo el patio, que hasta entonces se llevaran a "toda esa banda de judíos" al sitio más apropiado para ellos, o sea los establos, y que nos encerraran allí durante la noche. Mi segunda impresión resultó del caos producido por los agudos gritos de los guardias, repentinamente espabilados, que trataban de sacarnos de allí. No sabía por donde ir y sólo recuerdo que me entraron ganas de reir, por una parte debido a la situación inesperada, confusa y a la sensación de estar participando en una obra de teatro sin sentido, en la cual mi papel me era en parte desconocido y, por otra, por la breve visión que tuve de la cara de mi madrastra cuando se diera cuenta de que yo no llegaría a la hora de la cena.  

Sin destino.
Imre Kertész
Editorial: Acantilado.