Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

domingo, 31 de enero de 2016

Mañana de pájaros


La excusa perfecta para acercarse a Santoña es el somormujo cuellirojo; un tipo que, según dicen, raras veces viene por aquí. Y debe ser verdad a tenor de la expectación que parecía despertar entre la cofradía de observadores de aves.
El caso es que como yo no tengo su objetivo, ni físico ni moral, una vez vislumbrado el dichoso somormujo forastero dejé a los pajareros con sus "pepinos" de cámaras (que le sacan el blanco del ojo a una pulguilla) y me dediqué a otras observaciones. 
Un alca buceando, una bandada de espátulas, el martín pescador como siempre tan bonito como desconfiado...
Y cuando ya se me acabaron los pájaros, me dio por mirar hacia mi pueblo, allá al otro lado de la ría, tan oscuro y tan lejano.

viernes, 29 de enero de 2016

Cita y constatación

El hombre es el único animal
que siempre tiene argumentos...
(para una cosa y para la contraria)

lunes, 25 de enero de 2016

Solidario

Se podrá discutir mi erudición ornitológica y la eficacia de mis aperturas de ajedrez. Nunca faltará algún zopenco que niegue la exactitud astronómica de mis horóscopos ¡pero eso sí! a nadie se le ocurrirá dudar, ni un solo instante, de mi perfecta, de mi absoluta solidaridad.
¿Una colonia de microbios se aloja en los pulmones de una señorita? Solidario de los microbios, de los pulmones y de la señorita. ¿A un estudiante se le ocurre esperar el tranvía adentro del ropero de una mujer casada? Solidario del ropero, de la mujer casada, del tranvía, del estudiante y de la espera.
A todas horas de la noche, en las fiestas patrias, en el aniversario del descubrimiento de América, dispuesto a solidarizarme con lo que sea, víctima de mi solidaridad.
Inútil, completamente inútil que me resista. La solidaridad ya es un reflejo en mí, algo tan inconsciente como la dilatación de las pupilas. Si durante un centésimo de segundo consigo desolidarizarme de mi solidaridad, en el centésimo de segundo que lo sucede, sufro un verdadero vértigo de solidaridad.
Solidario de las olas sin velas... sin esperanza. Solidario del naufragio de las señoras ballenatos, de los tiburones vestidos de frac, que les devoran el vientre y la cartera. Solidario de las carteras, de los ballenatos y de los fraques.
Solidario de los sirvientes y de las ratas que circulan en el subsuelo, junto con los abortos y las flores marchitas.
Solidario de los automóviles, de los cadáveres descompuestos, de las comunicaciones telefónicas que se cortan al mismo tiempo  que los collares de perlas y las sogas de los andamios.
Solidario de los esqueletos que crecen casi tanto como los expedientes; de los estómagos que ingieren toneladas de sardinas y de bicarbonato, mientras se van llenando los depósitos de agua y de objetos perdidos.
Solidario de los carteros, de las amas de cría, de los coroneles, de los pedicuros, de los contrabandistas.
Solidario por predestinación y por oficio. Solidario por atavismo, por convencionalismo. Solidario a perpetuidad. Solidario de los insolidarios y solidario de mi propia solidaridad.

Oliverio Girondo 

viernes, 22 de enero de 2016

Los pasos perdidos

    Picos de Europa 1980

Hay veces que las fotografías tocan fibras sensibles en las que se resguarda la memoria. 
Hoy he visto, después de mucho tiempo, la imagen de un lugar en el que fui feliz y, como unas cosas llevan a otras, en cuanto he llegado a casa me he puesto a localizar fotografías de entonces.
En ésta se puede interpretar que son las primeras horas de la mañana. Esta gente parece haber pernoctado en la cabaña y se dispone a emprender la marcha. Uno de ellos ya tiene colocada su mochila a la espalda y la instantánea ha congelado el gesto de acomodarse una cámara de fotos al cuello (desde entonces hasta ahora esa acción la repetirá en muchísimas ocasiones). Observo también un piolet clavado en tierra junto a otra mochila que alguien recogerá en breve. Quizá el chaval que se encuentra a la derecha. Por el momento contempla tranquilo los preparativos de los demás.
Mientras tanto, a la izquierda, sentado en el escaño de la puerta, el muchacho que tal vez fui yo se calza unas viejas botas. Con ellas hará el resto del camino.
Hasta hoy.   
  

jueves, 21 de enero de 2016

Intervalo

Cuando todos los vientos
se concentren en el mismo lugar
de vuestras vidas y se abran las tierras
y os crezca hasta los ojos
el océano que son todos los océanos.
Cuando ya seáis definitivamente
la deriva de los hielos que prometéis
y no haya lugar en este mundo
para las distintas máscaras del hombre armado.
Cuando seáis solamente el recuerdo de un suspiro,
un intervalo,
nosotros
todavía
estaremos
aquí.

Gente leyendo pájaros


lunes, 18 de enero de 2016

La enfermedad de los horizontes

A veces venían reclutas por la librería. El servicio militar era obligatorio. Uno de los que entraron se quedó mirando los retratos y me preguntó con acento andaluz: ¿Quién es ese? Ese es mi abuelo. ¿Entonces era escritor? No, es el patrón. No le extrañó la respuesta. Era espabilado. ¿Y el de al lado? Hemingway no, el otro, el de la pipa. Manuel Antonio. Poeta. Marinero. Murió muy joven. ¿Lo mataron?, preguntó. No me sorprendió, en este país es una pregunta normal. Dije: Lo habrían matado, pero se murió antes. Pensé: también habrían matado a Valle-Inclán, pero murió antes de tiempo, unos meses, así que sacrificaron un perro y lo enterraron la víspera en el cementerio de Boisaca, en Santiago, donde iba a yacer el escritor. Manuel Antonio solo escribió este libro, y se lo di: De catro a catro. Lo abrió al azar y leyó en voz baja: Roubáranos o vento aquel veleiro. Qué bien sonaba el gallego con acento andaluz. Era una lengua nueva, de una isla invisible. ¿De qué murió?, preguntó. Iba a decirle que de tisis, pero recordé algo que el poeta había escrito: Enfermó de horizontes. Tenía la enfermedad de los horizontes. Soy de Cádiz, dijo, yo también padezco algo de horizontes.Y se fue con el libro. Era suyo.   

El último día de Terranova.
Manuel Rivas.
Alfaguara.

sábado, 16 de enero de 2016

Pueblos X

    Naufplio. Grecia.

viernes, 15 de enero de 2016

Isabel

Yo la conocí así. Y esa es la imagen que me devuelve el periódico desde el pasado. No quiero otra (ni quiero saber de su muerte).  
Vino por la escuela del barrio cuando yo era un estudiante de maestro voluntarioso y romántico. Creo que era amiga de Pepe.
Me sorprendió su manera amable y positiva de analizar y valorar el carácter de cada uno de los niños a través de sus dibujos. 
Charlamos en alguna ocasión durante aquellos días. Me gustaba charlar con ella. Sentía yo curiosidad por aquella escultora que hacía objetos de arte tan extraños entonces para mí.
Recuerdo que un día me acercó al barrio en su coche y me preguntó por mi vocación, qué era lo que yo quería hacer con mi vida (entonces tenía 18 ó 19 años).
Fue a ella, no sé por qué, a la primera persona a la que le confesé que yo, en realidad, lo que quería era escribir poemas.
Un año o dos después fui a ver una de sus exposiciones. Estaba allí pero no me atreví a hablar con ella de nuevo (esa timidez que me traiciona).
Nunca más volví a verla.

domingo, 10 de enero de 2016

Descafeinado


No sé muy bien si había mucha presión o si les cambiaron el muñeco y les dio Síndrome de Estocolmo, o tal vez se tragaron el anzuelo hasta la caña. 
Es lo que trae anteponer el nacionalismo a la conciencia de clase.
Un estupendo panorama para los del 3%, que se los desayunan con "cup of coffee".
Eso sí, "descafeinao".

viernes, 8 de enero de 2016

Librería 66

    Bogotá-Colombia                                                                                 Fotografía: Paco Gómez Nadal

Si los libros surcaran la mar irían enrolados en la Bounty o La Hispaniola,
se disfrazarían de contramaestre o de bitácora
y allá en lo alto gritarían con todas las letras que "por allí resopla",
solamente por el gusto de saludar el rumbo libre de la ballena blanca.
Si los libros surcaran la mar no tendrían patria ni entenderían de fronteras. 
Y la proa no sería más que un capricho de la rosa de los vientos.

jueves, 7 de enero de 2016

En el bosque


Lejos de la navidad y al abrigo del bosque cercano transcurrió el tránsito de año. El silencio ocupó el espacio de los pájaros.
Hizo frío, hubo niebla y humo de la chimenea. Cayeron nieves, las primeras.
Y yo, ya ven, cené sopas de pan y ajo.

martes, 5 de enero de 2016

Las fronteras del aire en León


Dice Julio que León es tierra de escritores y de artistas, pero que a fuerza de ser sinceros no hay más en toda la provincia que en nuestro pueblo, si medimos el porcentaje por habitantes.
Y es que La Mata de la Bérbula, que según él tendrá más o menos 20 almas en invierno (yo creo que hace gala de un exceso de optimismo, además de sorna), tiene que se sepa dos escritores, varios fotógrafos de la naturaleza, algún que otro músico, un escultor de origen norteamericano...
Siguiendo su disertación, digo yo que será cosa del aire (sin fronteras), con el que nos pelamos en invierno y que nos cura de sofocos en verano. Vaya usted a saber.

El caso es que ayer presentamos el libro de poemas "Las fronteras del aire" en León y todo fue bien. Estupendamente, diría yo; razón por la cual no me queda más remedio que agradecer al público asistente su interés y su entrega, al Gran Café que fuera de nuevo un refugio para los versos en una noche cruda, a Héctor Escobar, de la Librería Universitaria de León, por su preocupación y su buen hacer (es un tipo fenomenal). Y por supuesto a Julio Llamazares por su prólogo, por su generosidad y por mucho más.
Tampoco quiero olvidar a Cecilia Orueta por las fotografías, pese al "objetivo de mierda" que le pasé.
Todo un orgullo.