Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 31 de agosto de 2023

La Tigre, la Euplagia y la Calimorfa




 

En algunos lugares la llaman mariposa tigre, aunque su nombre científico es Euplagia quadripunctaria, más conocida como Calimorfa. La mayor parte de estas fotos son de la misma zona del norte de León en la que me la encontré el año pasado por estas mismas fechas. Y ya ven, tenía el presentimiento de que así iba a ser, aunque no pensé que iba a merodear durante tanto tiempo alrededor de mi, entretenida libando en las flores, como para hacerle una serie amplia de fotografías.
Sin embargo, la vez anterior en que me la encontré fue en Berlín, en septiembre del año pasado, en un espacio tan hermoso, aunque no tan bucólico y pastoril. Y ya lo conté en otra entrada del blog:

viernes, 25 de agosto de 2023

La nariz

Mi madre se cayó de una banqueta cuando tenía tres o cuatro años y se rompió la nariz. Era más o menos el año 1939 ó 1940. Quizá 1941. Entonces no se estilaba lo de la cirugía estética, al menos entre la gente de pocos posibles, y lució desde entonces un apéndice nasal que podía ser la envidia de cualquier boxeador que se preciase. Sin embargo, pese a ello, siguió siendo bien guapa toda su vida (sacamos buena casta en la "famiglia", aunque tendemos a joderla de cuando en cuando).
Hoy me acordé de mi madre cuando, tras aterrizar de mala manera entre las flores y los cardos, contemplé mi sangre manando de la napia. Total el resultado es de dos puntos en una brecha y pequeña fractura en los huesos propios de la nariz, además de un par de hermosísimas grapas más en mi maltrecha rodilla. 
No sé por qué, pero también me acordé de Góngora, de Quevedo y de Don Cyrano, cual  Ovidio Nasón mal narigado. 

      

 

domingo, 20 de agosto de 2023

Barrio Venecia

Más allá de la convicción inconfesable de parte de la burguesía santanderina que cree, desdeñosa, que no hay nada en la ciudad a la vera de sus territorios (ya saben, la bahía más bonita del mundo, los baños de ola, las regatas de vela y todo eso), hay otros lugares de arrabal y de extrarradio, que costó mucho transformar en espacios medianamente habitables, en los que tanto el autor de Barrio Venecia como yo mismo y muchos otros vivimos, nos criamos y salimos adelante, en demasiadas ocasiones casi de milagro (aunque fuera milagro laico).
Por razones que ahora no vienen al caso, algunas de las situaciones que se narran en el libro ya eran cercanas para mí antes de leerlo, bien por cuestiones de familiaridad (en el amplio sentido) o bien por pura y simple intuición de quien ha pasado por circunstancias similares. Y es que entre los barrios obreros de la ciudad, sus formas de vida y sus penurias en las últimas cuatro décadas del siglo XX, hay hilos invisibles que los unen. Tanto que cualquiera que haya pasado sus años de infancia y juventud en ellos puede leer Barrio Venecia con atención, con cariño y tal vez con un punto de nostalgia y de aprensión, pero sin excesivas sorpresas, tales son las coincidencias entre lo que se cocía en Candina y cualquiera de los barrios sin asfaltar de la ladera norte del Paseo del Alta.
No sé si la sirena de la fábrica de Candina sonaba igual que la de Curtidos Mendicouague, pero no tengo duda alguna de que ambas marcaban con su estridencia el ritmo de la vida en nuestros barrios; con los mismos palos, los mismos cartones y los mismos restos de obra construimos las casetas que nos convertían por un tiempo en ilusionados dueños de efímeras ínsulas baratarias; y del mismo modo probablemente temimos y adoramos a la vez a tristes héroes de la descomposición y la heroína con existencias más fugaces aún que las de nuestros castillos de cartón.
Tampoco sé si ese hilo que podía vincular al Barrio Venecia con el Barrio San Francisco tenía el color rojo del obrerismo, porque nuestra conciencia social fue conformándose a golpes de verdad y entonces, aún, nuestra burbuja tenía las paredes más gruesas que nuestro entendimiento, pero sí creo que, en cualquier caso, en ambos lugares podíamos aspirar a leer, aunque solo fuera por intuición y por rabia, un "Hijos de la ira" robado del Pryca, cuando todavía era posible encontrar semejantes lecturas en los "Prycas".
Por todo esto y por algunas cosas más que me guardo, el libro que ha escrito Alberto como un homenaje a sus padres, a su hermano y a las gentes de su barrio, me resulta tan cercano, tan evocador y, a la vez, tan doloroso, además de sumamente envidiable.
Y me detengo aquí. Hora es ya de que la literatura que cuenta esta ciudad no solo hable de los devaneos de los habitantes del Paseo de Pereda para allá y comience a demorarse por fin en las memorias del extrarradio.

jueves, 17 de agosto de 2023

Frailecillos

 

Avistar frailecillos durante un recorrido nórdico es fácil. Entras en cualquier tienda de souvenirs y te los encuentras en llaveros, pins, imanes para nevera, peluches, sellos, camisetas y otros artículos de la industria del regalo viajero. Los pobres pájaros tienen la mala suerte de lucir naturalmente un aspecto simpático sin haber pasado por un caricaturista. Pero su pinta tiene truco.
El pico naranja es un ornamento para aparearse en primavera, que es cuando vuelven a tierra para encontrarse con sus parejas. En realidad, y aunque los humanos hemos decidido proclamarlos monógamos y familiares, los frailecillos solo son fieles a su nido. Si algún despistado pasa por ahí, se lo pueden follar sin mucho complejo de culpa.
Es curioso este sentimiento de hogar de los frailecillos atlánticos porque en realidad se pasan medio año fuera. En primavera se reproducen, crían en unos nidos bastante trabajados -gracias al pico naranja, que también les sirve como caja de herramientas- y, cuando ya tienen a la prole lista para la vida, se piran.
Los frailecillos se pierden por el océano Atlántico en invierno; se esfuman, al menos del escrutinio humano. Poco se conoce de sus vidas en esos meses y a mí me parece fenomenal. ¿Qué hacen los frailecillos en invierno? Es una pregunta con más de catorce millones de respuestas en Google. Todas las que he leído son vagas y contradictorias entre sí. Es un misterio y ojalá siga siendo así.
El comportamiento invernal de los frailecillos atlánticos es un corte de mangas a nuestra obsesión por saberlo todo de cualquier cosa con el fin de cazarla, poseerla o protegerla. Lo mismo da. En el fondo es la misma forma de conquista, de necesidad de control absoluto de algo, la vida, que se nos va de las manos a cada instante.
Qué agotador es ser humano, tener una existencia tan corta e insignificante y estar convencido de ser el eje sobre el que gira el universo entero.

Cabo Norte.
Pedro Bravo.
Ediciones Menguantes.


jueves, 10 de agosto de 2023

Archipiélagos con tesoro





Cuatro nuevas islas del tesoro se unen en las estanterías a la colección este verano. Mi agradecimiento a Pati y a María por la procedente de Kosovo, a Macuel por la curiosa tira infantil adquirida en la librería La Isla del Tesoro de Astorga y a Ana y su familiar por la gallega. Intenté conseguir un ejemplar en Egipto, pero los vientos que suelen hinchar las velas de La Hispaniola esta vez no fueron proclives. En mi deambular por librerías de Luxor y El Cairo encontré a "El principito" y a Pessoa. Otras veces, en otros países, suelo toparme también de cuando en cuando con Don Alonso Quijano, pero parece que a Long John Silver nada se le había perdido en esta ocasión por los andurriales de los faraones.  

 

lunes, 7 de agosto de 2023

No tocar



Suelo encontrarme situaciones como éstas muy a menudo e imagino que tienen que ver con la masificación del hecho de viajar, unida a la transformación de cómo acude el personal en la actualidad a los museos y a las ruinas y los monumentos de la antigüedad. En muchos casos, según la mayor o menor fama (digo fama y no belleza o calidad) de las piezas expuestas o de los museos que se visitan, los turistas convierten su estancia en un tour de force similar al de buscar desesperadamente un lugar en una playa saturada o batir el record de cosas vistas que aparezcan de forma relevante en sus guías o en los consejos de sus agencias de viajes. De ahí que un museo, una catedral o las ruinas de Troya, por poner un caso, dejan de ser un lugar de contemplación, meditación y admiración para convertirse más de lo debido en una febril yincana que me ha hecho renunciar en ocasiones a deslumbrarme con el cuadro de la Gioconda, el busto de Nefertiti o las estatuas sedentes de Nahotep y Nofret. 
Ese estado de efervescencia de la masa turística, además de la vulgarización del arte y la ausencia casi total de interés por la lectura y el conocimiento, ha hecho que éste que escribe haya sido testigo asombrado (e irritado) de como un paisano, en un museo de Estambul, se hacía un autorretrato agarrando por el hombro a una estatua de Octavio Augusto (tamaño natural) como si fuera su compadre y acabaran de llegar de juerga, o cómo en las ruinas de Éfeso otro grupo de indocumentados pisaba los suelos de mosaico como si fueran el parqué de su casa.
Carteles de "no tocar", "no subirse a la muralla", "no hacer fotos con flash", son en demasiadas ocasiones decoración inadvertida para las manadas, en el mejor de los casos, o, en el peor, recomendaciones que solo afectan a otros gilipollas con más urbanidad.
Estas fotografías se han realizado en el Museo Nacional de El Cairo y son solamente una pequeña muestra. 
Avisos de "Don't touch" había. 

domingo, 6 de agosto de 2023

Quemar libros


 - ¡Válame Dios!- dijo el cura, dando una gran voz. - ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero. Digoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen. Con todo eso, os digo que merecía el que le compuso, pues no hizo tantas necedades de industria, que le echaran a galeras por todos los días de su vida. Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho.
- Así será -respondió el barbero-; pero ¿qué haremos destos pequeños libros que quedan?
- Éstos -dijo el cura- no deben ser de caballerías, sino de poesía.
Y abriendo uno, vio que era La Diana, de Jorge de Montemayor, y dijo, creyendo que todos los demás eran del mesmo género:
- Éstos no merecen ser quemados, como los demás, porque no hacen ni harán el daño que los de caballerías han hecho; que son libros de entendimiento, sin perjuicio de tercero.
- ¡Ay señor! -dijo la sobrina-. Bien los puede vuestra merced mandar quemar, como a los demás; porque no sería mucho que, habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo éstos se le antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y, lo que sería peor, hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza.

Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes.
Ediciones Orbis.  

   

sábado, 5 de agosto de 2023

Doy por vivido todo lo soñado


- Conviene adentrarse con cautela en los laberintos de la memoria, tanteando huellas y buscando la puerta precisa. De otro modo corres el riesgo de convertirte en asesina de recuerdos.
Es mi hermana Palmira la que habla.
Aunque mi hermana Palmira fue inscrita en los registros al nacer - como los demás hijos de Laura Cupper-, hoy parece tener carta de ciudadanía en regiones menos accesibles. Seguramente perdió pie en la realidad cuando partió en búsqueda de sus tiempos míticos. O quizá sea la última descendiente de una casta de rumiantes -casta ya perdida-, de los que rechazan el diario acontecer para refugiarse en las reminiscencias.
- Mi porvenir son los recuerdos- me dice.
- Cuidado -le advierto-, las aguas estancadas no calman la sed.
- Es mejor que nada -me responde-. ¡Date prisa en rescatar lo que puedas! Están fusilando afuera, no sea que nos fusilen también la magia: ¡podríamos acostumbrarnos a vivir sin la poesía!

Doy por vivido todo lo soñado.
Isidora Aguirre.
Plaza y Janés. 1987.
 


viernes, 4 de agosto de 2023

Eo


Termino de ver una película
que cuenta los episodios
de un burrillo polaco, mitad Sancho, mitad Quijote,
pero que habla sobre todo de las dulzuras (pocas),
y de las veleidades y las bajezas de los hombres (muchas). 

El animal mira casi todo el rato a la cámara
esperanzado, porque creo que cree
que algo debería cambiar
en el trato de los humanos,
Pero también extrañado,
sorprendido,
aterrado, además.
 
Con infinita paciencia
ante el dolor y la torpeza. 

Y nosotros, desde lejos,
tan lejos como el salón de nuestra casa,
que es como decir
a miles de kilómetros de sentimientos,
contemplamos por un rato
con ojos de burro
el amor, la crueldad
y la mala suerte.

                                                    MCH