Termino de ver una película
que cuenta los episodios
de un burrillo polaco, mitad Sancho, mitad Quijote,
pero que habla sobre todo de las dulzuras (pocas),
y de las veleidades y las bajezas de los hombres (muchas).
El animal mira casi todo el rato a la cámara
esperanzado, porque creo que cree
que algo debería cambiar
en el trato de los humanos,
Pero también extrañado,
sorprendido,
aterrado, además.
Con infinita paciencia
ante el dolor y la torpeza.
Y nosotros, desde lejos,
tan lejos como el salón de nuestra casa,
que es como decir
a miles de kilómetros de sentimientos,
contemplamos por un rato
con ojos de burro
el amor, la crueldad
y la mala suerte.
MCH
No te olvides de Platero, también es otra mirada.
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