Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 30 de abril de 2020

Esto no es un diario XLVIII


Tiempo después de recibir el premio Cervantes, el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti inició el periodo de los doce últimos años de su vida confinado voluntariamente en la cama de su casa de Madrid. Desde allí manejaba el timón de su vida: recibía, escribía, comía, leía la prensa, hacía el amor... Nunca más salió hasta el día de su muerte.
Leo en un reportaje que su viuda dijo en alguna ocasión que no fue ni por enfermedad, ni por miedo a  mirar la realidad de frente, sino más bien por pereza.
Pero, qué le voy a hacer, a mí me cuesta creer que alguien llegue a ese abandono sin más.
Cómo sería lo que intuía para tomar tal decisión.

Finaliza un abril que nunca empezó, y como diría el recordado Aute, "hace mucho frío afuera".

miércoles, 29 de abril de 2020

Esto no es un diario XLVII


Cada vez necesito menos. Mi exiguo fondo de armario está convirtiéndose con los días en algo  más y más superfluo. No como, no duermo, no leo. Mi perro cada día recuerda más a una alfombra. Yo, cada día recuerdo más a una alfombra. Dicen que hay una luz al final de un túnel, pero yo solo imagino un resplandor crepuscular que nadie se molesta en explicar, ni qué va a tener de novedoso ni qué va a tener de restrictivo.
Mientras tanto, hacia allí vamos, galopando por pasillos cibernéticos, entretenidos, entre aplausos y cacerolas.

martes, 28 de abril de 2020

Una crítica a "La madera que arde"


https://www.elfaradio.com/2020/04/28/a-vuelo-de-verso/?fbclid=IwAR2vVAOJpyrUEmNSBJNsE9uqHfrN2nmb7W_Brei19c0FKs5_2tUvVDvoT0E

Esto no es un diario XLVI


Otra palabrita la mar de entretenida en estos días es "desescalar", que viene a ser algo así como hacer rappel sin necesidad de subir, como Mahoma, a la montaña para luego tener que volver y, además, en plan endémico-social. Vamos, como si fuéramos una unidad de destino en lo uniprovincial o en lo interespacial, o lo uno o lo otro, no sé muy bien (seguro que a los fachitas, que son muy dados al palabrero tonto, les suena más la expresión).
¡Con lo fácil que se dice "bajar" o  "descender", rediós!

(Por cierto, cuando rappelas, si no atemperas bien el braguero, las criadillas pueden sufrir una barbaridad. O sea, algo parecido a este "desescale" como se nos vaya la mano de la inoportunidad)  

lunes, 27 de abril de 2020

Esto no es un diario XLV


Confieso que ayer por la mañana, cuando vi pasar por delante de mi ventana a un niño pequeño montado en un artefacto de plástico con ruedas, me emocioné.
Pensé: ¡Por fin! ¡Algo está cambiando en la rutina de la confinación!
Aunque luego, no sé por qué, me dio por pensar en algunas expresiones que se están poniendo de moda en los últimos días y me volvió la intranquilidad.
De todas ellas la que más me aterra es una que están empezando a utilizar a diario las huestes del gobierno en sus ruedas de prensa. ¿Qué será la "nueva normalidad"?
Por si acaso, a la "nueva normalidad" le tengo más miedo que a un "nublao". Y no sé si llega a bordo de una motocicleta de juguete, la verdad. O como un caramelo envenenado.

domingo, 26 de abril de 2020

Esto no es un diario XLIV

     Fotografía: Sol Valbuena

Al hilo de la particular festividad de ayer, la de los claveles de Portugal, me vino a la memoria la conversación que una vez, hace bastantes años, mantuvimos en un pequeño restaurante del Barrio Alto de Lisboa con un camarero que nos tomó confianza. Supongo que por la pinta nos sacó. No sé.
Él, entre plato y plato y café, nos contó su trayectoria, sus múltiples trabajos y sus años de emigración. En un momento de la charla comentó que pertenecía o había pertenecido al Partido Comunista portugués. Y fue después, cuando dijo una frase relacionada con el momento político que entonces vivía Portugal, Europa o el mundo, quien sabe. Una frase que aún hoy recuerdo, porque en muchas ocasiones la hago mía, cuando los abanderados, los profetas o, ahora, los corredores de bulos nos quieren poner en algún lugar en el que, aunque no tenemos demasiado clara la razón, no estamos muy convencidos.
Y es en ese momento cuando sale al exterior esa parte de nosotros que llama indefectiblemente a la rebelión.

"Yo no sé adonde voy, pero por ahí no voy".

Pues eso. Que los pasillos estrechos son para los cabestros.

sábado, 25 de abril de 2020

Esto no es un diario XLIII


No sé si he dicho que he tenido un pequeño, aunque recurrente, percance que me ha dejado confinado dentro del confinamiento. 
Claro que, tras ahondar en los noticieros, dan ganas de encerrarse de verdad, abominar de la especie y dedicarse a la cría de gamusinos o al cultivo de gladiolos de pascua. Que un tipo como Trump, experto en ocurrencias y gilipolleces varias, se haga con el poder en uno de los países más poderosos de la tierra da la medida exacta (incluso para aquellos que no quieren saber de Hitler) de adonde puede llegar la humanidad.
¿Adónde puede llegar la humanidad? En estos momentos de postración yo también me dedico a recorrer la Avenida de los Misterios Insondables.
Menos mal que hoy es 25 de abril, hay claveles rojos en mi memoria y en la de mis amigos, y ya vamos liquidando por este año este rosario de festividades íntimas que empieza el 17 de marzo, pasa por el 14 y el 25 de abril, para terminar, como no, en el 1 de mayo.
Insisto, menos mal que nos queda Portugal. Si no íbamos a hacer un pan como hostias.  

viernes, 24 de abril de 2020

Esto no es un diario XLII


Long John Silver era un tipo ladino, intrigante, falaz y amigo de embrollos. Había sido cocinero antes que fraile y se conocía todos los trucos de perolas y nudos de marineros. Navegó con el legendario capitán Flint y perdió la pierna no se sabe dónde y tampoco se sabe por qué, lo cual, por aquello de que no hay mal que por bien no venga, le evitó en el consiguiente problemas con el astrágalo de la misma. En algún momento de su vida se amancebó en Madagascar con una dama de dudosa estofa y en otro escapó de La Hispaniola con su loro y un buen montón de piezas de a ocho. Es de suponer que en otras circunstancias estuvo enclaustrado por un quítame allá esa bandera con calavera y si no colgó de una soga habrá que achacarlo a la diosa fortuna que acompaña de cuando en cuando a algunos bucaneros.

No sé si les he dicho que tengo en mis estanterías alrededor de 130 islas del tesoro encontradas por todo el mundo (como otros coleccionan cajas de cerillas o chapas de cerveza). La ilustración que acompaña pertenece a una edición lituana que me trajo hace tiempo mi amigo Javi. Es mi homenaje a los libros y como Silver, con la pierna baldada, me sentí ayer, confinado dentro del confinamiento y a falta de muletas sobaqueras. Es lo que tiene contar con tobillos de cristal. 

jueves, 23 de abril de 2020

Esto no es un diario XLI


Hoy es un día extraño. Un día del libro sin librerías abiertas. Casi lo olvido, como casi olvido que antes de todo esto el que suscribe estaba envuelto en presentaciones de "Relatos de la Memoria Herida" y de "La madera que arde". Espero que sin tardar mucho podamos homenajear de nuevo a nuestra pasión por ellos.
Mientras tanto, incluyo aquí, a modo de celebración, uno de los textos más hermosos (que son muchos) con los que yo me he encontrado navegando en las tranquilas aguas de las páginas impresas.

Lo mejor contra la tristeza es aprender algo. Es un remedio que no falla. Puedes hacerte viejo, con temblorosa anatomía; puedes yacer despierto por las noches, escuchando el desordenado rumor de tus arterias; puedes perder el único amor de tu vida, puedes ver el mundo devastado a tu alrededor por locos malvados, o advertir que seres mezquinos hunden tu honor en las cloacas. Solo hay algo que mitigue esos pesares: aprender. Aprender por qué el mundo se mueve, y qué es lo que le impulsa. Estudia, eso es lo que te conviene. Mira todo lo que hay que aprender: la ciencia pura, lo más bello que existe. Puedes aprender astronomía en una vida, historia natural en tres, y literatura en seis. Y luego, una vez que hayas empleado  un millar de vidas en el aprendizaje de la biología, la medicina, la teología, la historia, la geografía y la economía, entonces será el momento en que puedas comenzar a hacer una carreta con la madera adecuada, o podrás pasar cincuenta años aprendiendo a batir a tus adversarios en la esgrima. Luego, a empezar de nuevo con las matemáticas, y después será el tiempo de que aprendas a arar la tierra.

Terence H. White. 
Camelot.

miércoles, 22 de abril de 2020

Esto no es un diario XL


Inescrutables son los caminos que nos llevan al final de la epidemia. Aquellos por donde, como por el ojo de una aguja, desfilarán antes los niños que los elefantes, con el permiso de la ciencia y los palos de ciego de la autoridad. A oscuras avanzamos.
Luz, luz que todo lo señalas, danos fuerza para soportar, por el contrario, el vértigo de los antagónicos, el sendero de la vil adversidad, el que conduce, con naipes marcados y aires flatulentos, desde su patria incontestable a la eternidad de los abismos. Amén.

martes, 21 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXIX


Un día sin novedad. 
Un día que se parece a otro día y a otro día. 
Por mi calle ya no pasa gente, que pasan las nubes, pasan los gorriones y pasan, como no, los días.
Y mientras pasan hacemos planes para después. Para un después que no sabemos cómo vendrá.
Si vendrá para Pascua o para Navidad, dorremí, dorrefá. O para Navidad.
Chispún.

lunes, 20 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXVIII


Territorios de caza 

Me detengo en todas.
Todas me sirven para el placer.
En todas pongo los sentidos, el alma y los colmillos. 
Olfateo como un sabueso, merodeo como un lobo, acecho como un tigre y ataco como una leona en mitad de la sabana.
Cobro la pieza mientras observo de reojo alrededor por si se acerca a reñir un contrincante.

Y luego...
...me despierto echando de menos otra vez...
...las librerías. 
   

domingo, 19 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXVII


Hay puertas que no se deben abrir y líneas que no es prudente cruzar.
Hay confines a los que no hay que llegar, aunque el miedo nos espante y la cobardía nos mate. 
Hay caminos que no es necesario recorrer, porque la realidad se muestra cruda y entera en los espejos inmundos donde nos miramos sin reconocernos, o donde vamos a contemplar las ascuas extinguidas de lo que somos.
Apenas océanos de tinieblas, barcos desarbolados y dragones más allá. 

sábado, 18 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXVI


El insomnio no me deja dormir.
Vale, ya sé que es una ocurrencia de perogrullo. ¿Qué esperan ustedes a estas horas?
Puedo pensar que, en realidad, es debido a ese perro que ladra en algún otro confín cercano, o al ruido que hace el propio silencio. Tal vez al rumor nocturno de la casa, a la madera crujiendo, lo que se asienta. Quizá al vuelo clandestino de algún mochuelo. A las articulaciones doliendo. A los engranajes del mundo que gira.
O a la incertidumbre.
Quien sabe. 

viernes, 17 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXV


De pronto me acuerdo del personaje que da título a la novela de Graham Greene, "El americano impasible" (o "El americano tranquilo" en su origen). Ese botarate convencido de que el futuro de Vietnam pasa por el poder y la influencia de Estados Unidos en la zona, algo que por cierto la Historia demostró erróneo. Alden Pyle, que así se llama el personaje parece que pasa por la vida de puntillas, sin hacer ruido, lo cual no quiere decir que no sea pernicioso, que lo es. Alden Pyle, tan convencido de las ideas sencillas y limitadas que le han sido incrustadas como si de un robot programado se tratara. Alden Pyle, firme y feroz como un poste que sustenta una alambrada, ése.  

jueves, 16 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXIV


El día empezó con un amanecer espectacular, de esos que llenan el fuelle de ánimo para el resto de la jornada, pero luego vino la jodida realidad con sus tentáculos de sombra y lo echó todo a perder.
Así que hoy, a partir de este mismo momento, solamente quiero nadar con ballenas y buscarle la vuelta al horizonte que un día vi desde el mar de Punta Arenas.
Y soñar que sobrevivimos a la tristeza.
Nada más. 




Esto no es un diario XXXIII


Cuando quiero ponerle algo de bravura y, al mismo tiempo, de templanza a esta cosa rara que nos está pasando pienso en mi vecino - el buen vecino-, en sus noventa y tantos y en esa manera de contemplar la vida, con la sorna y el optimismo de quien ha pasado por mil y una y, mal que bien, de todo se ha ido saliendo.
Antes del confinamiento a veces le veía andar carretera adelante, con sus muletas, camino de la tertulia que tiene montada en un banco de la plaza del barrio. Siempre se paraba un rato a saludar a Mayo, que en días de tormenta, si no estábamos, se le solía meter en la cocina como perro por su casa.
Ahora cumple respetuosamente y no se mueve del banco al lado de su puerta y, entonces, la tertulia ha de venir a él, si es que viene. Por si acaso, yo me paro a charlar un rato cada vez que Mayo me lleva de paseo, salvo que él esté en la sala de la casa, mirando la vida hacia dentro.    

miércoles, 15 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXII


Si en algo nos vamos a hacer expertos en estos días será en mascarillas varias y en aditamentos faciales protectores de todo tipo.
Ayer me tocó compra semanal e hice cola a la puerta del establecimiento más cercano a la espera de su apertura. Y juro que lo hice. En los diez minutos de plantón me fijé en todas las mascarillas. Las había muy cuquis y otras de alto diseño. Las había tipo 600 y también modelo Maserati. Quirúrgicas y de las que utiliza el chapista que me arregla el coche. Artesanales y manufacturadas. Modernas y vintage. De las que te hacen atractivo y de las que te quedan como el culo. De todo. De verdad.
Claro que cuando volví a casa, escuché un rato las noticias y me enteré de que unas mascarillas que antes, en los tiempos libres y felices, costaban como mucho uno o dos euritos de vellón han pasado a valer nueve o diez, y eso con suerte, porque hablaban de precios más escandalosos. 
Perdonénme el chiste fácil, pero con la pandemia se ve que algunas palabras han alcanzado su verdadera dimensión. Ahora son mas carillas.
Y hablando de dimensiones, sería bueno que no se nos olvidara, entre tanto alboroto, que en tiempos de dificultad la oferta y la demanda del puñetero capitalismo crea señuelos y juega con nuestras vidas.                                                                                

martes, 14 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXI


A uno le gustaría proclamar en estos días la pequeña república de la campana de cristal, aun sabiendo que cualquier forma de gobierno pasa por el tamiz humano de lo erróneo. 
Qué le vamos a hacer, tengo querencia. Primero nos quitamos de encima todas las coronas, confinamos el absurdo egoísmo de los poderosos y luego ya vamos organizándonos.
Tal vez así haya manera de evitar que la pobreza sea una enfermedad.

Mientras tanto, y por si acaso es menester: ¡Viva la República!


lunes, 13 de abril de 2020

Esto no es un diario XXX


Desde hace días no presto apenas atención a las noticias, a los telediarios, a los partes. Tampoco leo los periódicos, más allá de comprobar si el bicho coronado se acerca a los aledaños de mi vida o me pisa los talones. No escucho a militares, a policías, a guardias civiles en sus ruedas de prensa. No pienso que esto sea una guerra y, por tanto, sigo sin sentirme parte de su bando. No aplaudo en el balcón. No tengo. No sé tocar un instrumento y canto como un cuervo. Aparte de que solo serían mis testigos los gorriones.
Ya sé que soy un tipo insolidario, pero odio las muestras de moral desvencijada, las patrias de banderín y tentetieso, el falso optimismo de "quitacomopuedasesespanto", la fraternidad sobrevenida, el egoísmo arrojadizo, la normalidad con la que llegamos y esa otra normalidad con la que saldremos.
Sí, ya sé. Me duele el hombro, tengo insomnio y llevo más de un mes que no fumo. Y de cuando en cuando vuelvo a leer a Celso Emilio Ferreiro y ahuyento el miedo con sus poemas.   

Viaxeiro, que vés de lonxe
e vas de paso.

Coa palabra máis viva
do meu linguaxe, falo.

Repudio as inxusticias
i a liberdá procramo.

Digo a miña verdade
e no pobo descanso.

Viaxeiro, que vés de lonxe
e vas de paso.

Teño a luz dos abrentes
i as estrelas reparto.

Estóu cos sofridores
vivo cos desherdados.

Pelexo contra a noite
e non creo nos anxos.

Viaxeiro, que vés de lonxe
e vas de paso:

Dilles aos irmáus da Terra
que é moi triste o País dos Ananos.


Viajero, que vienes de lejos/ y vas de paso./ Con la palabra más viva/ de mi lenguaje, hablo./ Repudio las injusticias/ y la libertad proclamo./ Digo mi verdad/ y en el pueblo descanso./ Viajero, que vienes de lejos/ y vas de paso./ Tengo la luz de los amaneceres/ y las estrellas reparto./ Estoy con los sufridores,/ vivo con los desheredados./ Peleo contra la noche/ y no creo en los ángeles./ Viajero, que vienes de lejos/ y vas de paso./ Diles a los hermanos de la Tierra/ que es muy triste el País de los Enanos.
 

domingo, 12 de abril de 2020

Esto no es un diario XXIX


Todo transcurre como en las páginas de los libros que leímos, pero también probablemente como en los que vamos a leer.
Un jinete recorre la estepa llevando un mensaje primordial. Hay un coronel que no tiene a nadie que le escriba y en ocasiones hablamos con muertos que no saben todavía que lo están. La Maga camina por París como quien recorre el mundo, con la misma alegría y con la misma melancolía a la vez. Un mestizo, mitad blanco, mitad lakota, conserva durante años en el sótano de su casa los cadáveres momificados de cuatro soldados de caballería, de igual manera que nosotros guardamos en lo más profundo aquello que nos avergüenza o lo que tememos. Y sabemos del valor inmenso de una bicicleta con la que pedaleamos por las pistas de tierra roja en cualquier lugar de África, antes de sentarnos a la sombra del árbol de la aldea o en la casa de la palabra. Un maestro nos enseña la razón de la lengua de la mariposa o advertimos que hay sombras que no son las que vemos al calor de la hoguera en la pequeña caverna que nos acoge.
Todo ocurre en los libros. Todos los destinos de la brújula están ahí, como si el papel en el que están escritos fuera el otro lado de nuestra claraboya o un faro señalando a la aurora boreal que soñamos un día.  

sábado, 11 de abril de 2020

Esto no es un diario XXVIII


Es una obviedad decir que las gentes del teatro, del cine, de la danza, de la magia, de la música y tantas más no viven de los aplausos, no viven de las buenas críticas, no viven de un ego satisfecho.
Eso ayuda, pero como todos los demás pagan facturas, pagan hipotecas, pagan créditos y la lista de la compra.
Cuando regalan lo que hacen lo regalan porque quieren y no están obligados a más. Es decir, son soberanos igual, igual que el resto de los mortales.
En tiempos de amargura y diques secos se les pide que contribuyan al alzamiento de la moral del pueblo, pero lo que no se les puede pedir es que sobrevivan del aire y de la esperanza, porque lo más probable es que se vean obligados a bajar el telón y poner rumbo a la desaparición. Y si esto ocurre, prueben los demás a levantarse de la ruina sin medicinas para el alma.
Todo lo anterior es una obviedad, pero lo digo.

viernes, 10 de abril de 2020

Esto no es un diario XXVII


De un tiempo a esta parte Mayo, el perro que me saca de paseo, anda un poco medroso. Entiendo que algo tendrá que ver que ya está viejo y que sus fuerzas no son como las de antaño. Supongo que esa decadencia le tiene algo desmoralizado. Los 250 metros de ida y los 250 metros de vuelta de nuestro confinamiento los camina casi siempre detrás de mí, como protegiéndose. Se detiene cada poco y vuelve la cabeza desconfiando. Luego me mira interrogante con sus ojos de agua y óxido. 
Me imagino que en su comportamiento puede haber algo más. No sé. Los silencios y las ausencias, esa niebla que se ha alzado.
A veces le pregunto. Y tú, de qué tienes miedo si no eres grupo de riesgo y además tienes donde guardarte con debidas garantías. Y él, ya ven, se demora en contestar, mientras observa de nuevo alrededor y alza las orejas, como si hubiera un misterioso susurro de pasos en la maleza. Se demora en contestar, pero al fin contesta: "No tengo miedo ni al dolor ni a la muerte. Tengo miedo a la casualidad".  

jueves, 9 de abril de 2020

Esto no es un diario XXVI



Uno tras otro
los días se suceden
en el silencio.

Amarillean
las hojas de almanaque
y luego caen

entre la niebla.
Y así se van marchando
por la ventana

de la existencia
el amor, tu mirada,
la luz, el verso

y la canción.
Todo lo que quisimos
vivir ayer.

miércoles, 8 de abril de 2020

Esto no es un diario XXV


Desde antes de ayer Mayo no me dice nada y yo tampoco hablo conmigo.
De cuando en cuando, por curiosidad, por nostalgia y por matar las horas, me acerco a la ventana para ver si se ha posado algún pájaro en el cable al otro lado. En ocasiones, un pardal y yo nos miramos.
Los dos compartimos una ventana a la que asomarnos. Mi afuera es su adentro y viceversa.
Lo normal es que al verme se asuste y salga volando, pero a veces confía. Se queda quieto y me  observa.
Entonces yo, con voz muy suave para que no se espante le recito unos versos de Alberto Caeiro. O lo que es lo mismo, de Pessoa:


Hay solo una ventana cerrada, y todo el mundo afuera;
y un sueño de lo que se podría ver si la ventana se abriese,
que nunca es lo que se ve cuando se abre la ventana.



martes, 7 de abril de 2020

Esto no es un diario XXIV


El domingo por la noche, en el vigésimo segundo día desde la proclamación de la emergencia sanitaria en la que sobrevivimos, me recordaba Pedro, el hombre que yo haya conocido que más y mejor sonríe con los ojos, otra emergencia sanitaria que le afectó hace unos años  exclusivamente, aunque de rebote le tocara por supuesto a su familia, a sus amigos y en definitiva a todos los que le queremos y nos preocupamos por él. El caso es que un grupo de los que menciono le hicimos llegar, con el deseo de su recuperación y si no me tiembla la memoria, unos claveles de abril y un poema. 
El poema es el que podéis leer en la fotografía. Yo ya no lo recordaba, pero al volver a leerlo y hacerse presente la conjunción entre las circunstancias en que fue escrito y las actuales me he emocionado una miaja. Supongo que tiene que ver también con que en estos días estoy presto a la lágrima. Da igual. Aquellos que hace casi veinte años resistíamos, seguimos resistiendo. Con lágrimas en los ojos o con el puño en alto. Es nuestro sino.  

lunes, 6 de abril de 2020

Esto no es un diario XXIII


La fotografía es tan irreal, tan insólita, como esta vida que vivimos. Nos la envían nuestros amigos de Chile y nos dicen que está tomada muy cerca de su casa en Santiago. Al tiempo nos remiten un pequeño vídeo en el que aparecen unos cóndores posados en un balcón (¡qué imagen para días de tribulación!) y sobrevolando una ciudad que, efectivamente, recuerda a la capital chilena con la cordillera al fondo. 

Precisamente en la cordillera de los Andes, al sur, en la Laguna Amarga y frente a las Torres del Paine, me aposté una vez para contemplar a los pumas. Un paso natural, nos dijeron los trabajadores del albergue, por el que se les veía pasar muy a menudo. Sin embargo, no hubo fortuna y pumas no vimos.
Tuve más suerte en otra ocasión, esta vez con los cóndores, cruzando los Andes en autobús desde Argentina a Chile, muy cerca de donde se podía vislumbrar a lo lejos la cumbre del Aconcagua. Entonces contemplaba yo un tremendo paisaje a través de la ventanilla cuando, a pocos metros, se puso a la par del bus un cóndor con sus inmensas alas desplegadas. Supongo que en mi imaginación nos miramos y hasta nos saludamos. -¡Buen viaje, condorito, que tengas una serena travesía! -Buen viaje, compañero. Y tú un tranquilo despertar.

No sé si fue real, como tampoco entiendo lo que veo en esta foto del puma transitando entre automóviles. Mucha gente se empeña estos días en decir que los animales salvajes están recuperando territorios ante la clausura, y por tanto la baja actividad imperial, de los humanos. Tal vez. Y estaría bien que así fuera.

Sueño hoy que corro por los prados, libre y salvaje, libre y salvaje, libre y salvaje. 

domingo, 5 de abril de 2020

Esto no es un diario XXII


Reniegos y denuestos

Me cago en este desconsuelo que me vive en la garganta y en la vocación de nube o de torrente  caudaloso con que me atormenta cada uno de mis ojos.
Me cago en los muros que me cercan y en la tentación de los ventanales, en los días repetidos y en los abrazos con amnesia.
Me cago, ya ves, en el cariño que me ejecuta y en el amor con  que te mato.
Me cago en las calles vacías, en la tierra de por medio y en el lacerante distanciamiento social.
Me cago en la pena negra, en los que señalan con el dedo,  en el principio de autoridad y, de paso y por si acaso,  en la propaganda policial.
Y por cagarme, señores, me cago a gusto, además, en los ríos que andan revueltos, en los lucros de pescadores y en  los que, pudiendo remar contigo, reman al lado inverso.
Y por si olvido algún fulano, me defeco, entre tanto, en fachas y mercaderes, en sus púlpitos, en sus trincheras y en sus carpetovetónicos ancestros.
Y para que no quede ninguno sin justa deposición, evacuo, para acabar, en la impúdica y alarmante prepotencia moral que destilan también algunos que se dicen de los nuestros.


sábado, 4 de abril de 2020

Aute


Justo ahora son las cuatro y diez. 

Esto no es un diario XXI


Empiezo a vislumbrar que en los encierros una de las cuestiones más complicadas de superar es la uniformidad de los días. Vale que haya que establecer rutinas que permitan sobrellevar el paso de las horas, como dicen algunos expertos, pero esa rutina, ese experimentar siempre lo mismo hasta la saciedad, se convierte sin remedio en una trampa. Acabas estando pendiente del cielo y de las nubes que pasan, aunque solamente sea por aquello de advertir que algo se mueve.

Y el caso es que se mueven muchas cosas: Se mueven las cifras, unas bien y otras mal. Se mueven inquietas las ovejas (a falta de esquiladores). Se mueven los dueños de los árboles frutales. Se mueven los fascistas en las redes (ojalá que algún día ellas mismas los atrapen) Se mueven infundios e indignidades. Se mueven y se remueven algunos vecinos con alma de policías en los balcones. 
Se mueven los afectos, los deseos y lo sueños. Y las sombras que se alargan en la tarde, ésas también se mueven.

viernes, 3 de abril de 2020

Esto no es un diario XX


no es cosa irreal
ni locura pasajera
que algún día
lleguemos a ver
en este confín
o en otro
a un hombre
ocioso
y enajenado
contendiendo
contra una lámpara

jueves, 2 de abril de 2020

Esto no es un diario XIX


Llueve. Niebla al otro lado de la ría. Todo se repite con constancia digna de otra empresa. Enciendo la radio mientras preparo el desayuno y como todos los días la primera palabra que oigo tiene que ver con aquello que nos mantiene en el encierro. Desconecto la radio y escucho al coro del alba.
Me contengo a duras penas y miro por la ventana.
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Monotonía de lluvia en los cristales, diría Antonio Machado, y de ese modo retrataría este vadear los días sin final, este esquivar a lo invisible, observando a lo lejos el mar desde la melancolía.
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Inmóviles las ramas, inmóviles las hojas. El árbol quieto, conservado en ámbar. 

miércoles, 1 de abril de 2020

Esto no es un diario XVIII


Desde mi ventana se ven las praderas por las que galopa el caballo desbocado de Gengis Khan.
Desde mi ventana se ve el Mar de los Sargazos y el chorro de agua que respira Moby Dick.
Desde mi ventana se ve un rabo de nube y alguna que otra canción.
Desde mi ventana se ven los mástiles de La Hispaniola y de La Estrella de la Madrugada.
Desde mi ventana se ve el sendero por el que vuelve cada día Gunga Din.
Desde mi ventana se ve la puerta secreta de Brigadoon.
Desde mi ventana se ven en la niebla los acantilados de Moher  y la cumbre del Everest.
Desde mi ventana se ve a un hidalgo caballero y a su Rocinante pasar.
Desde mi ventana se ve...