Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

jueves, 16 de abril de 2020

Esto no es un diario XXXIII


Cuando quiero ponerle algo de bravura y, al mismo tiempo, de templanza a esta cosa rara que nos está pasando pienso en mi vecino - el buen vecino-, en sus noventa y tantos y en esa manera de contemplar la vida, con la sorna y el optimismo de quien ha pasado por mil y una y, mal que bien, de todo se ha ido saliendo.
Antes del confinamiento a veces le veía andar carretera adelante, con sus muletas, camino de la tertulia que tiene montada en un banco de la plaza del barrio. Siempre se paraba un rato a saludar a Mayo, que en días de tormenta, si no estábamos, se le solía meter en la cocina como perro por su casa.
Ahora cumple respetuosamente y no se mueve del banco al lado de su puerta y, entonces, la tertulia ha de venir a él, si es que viene. Por si acaso, yo me paro a charlar un rato cada vez que Mayo me lleva de paseo, salvo que él esté en la sala de la casa, mirando la vida hacia dentro.    

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