Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

viernes, 31 de diciembre de 2021

Galopar


Este cuaderno de bitácora, diario de a bordo, libro de soledades, cierra el año. Y ya van 11, de los cuales estos dos últimos siguen siendo un paréntesis abierto. No sé si cerrarlo es cosa nuestra porque no veo al género humano (así, en abstracto) capaz de tan espléndidas empresas.
No obstante, y por si acaso, mi deseo es que la nueva rotación (iluso que soy) nos pille, libres, salvajes y galopando.
Insallah. 

lunes, 20 de diciembre de 2021

Me alegro


No soy yo de vanas ilusiones ni en política ni en lo tocante a la condición humana, aunque alguna vez lo fui. No voy a alardear de victorias porque en realidad no sé nada del futuro, ni lo que viene ni lo que hará. Pero hoy vamos a alegrarnos un poco, aunque sea por todo lo perdido y por todo lo llorado. Hoy nos alegramos por ellos, nuestros amigos, que están dichosos con la pureza que yo quisiera tener y derrochan risas y sueños que yo también debería soñar. Y nos alegramos porque nos alegramos y ya iremos viendo lo que llega mañana. Porque hay días que al menos tienen "mañanas". 

Descalzo

                                                                                                            Fotografía de José Gabriel Herrería

Donde antes había flores
 hay hojas caídas ahora.
El viento que las mueve y los pájaros,
que sobre mi cabeza
conquistan los árboles,
 me van cantando los pasos.
Transcurren las jornadas y los años
 y en cada piedra,
en cada tropiezo,
 gasto un poco más los zapatos.
No sé cuándo,
aunque sí sé adónde,
alguno de estos días
 llegaré descalzo.

jueves, 16 de diciembre de 2021

Cita celestial

Los hombres sólo inventaron a Dios para entretener a sus demonios.

                                                                Yasmina Khadra.                                                                         (Lo que el día debe a la noche)

lunes, 13 de diciembre de 2021

El bar de la mitad del camino


Me gustan los bares en la mitad del camino. Llegar a sus puertas y que un niño, apenas cinco o seis años, te mire desde el interior con ojos como lunas y le pregunte a su madre si ese señor de barba blanca que hay afuera es, tal vez, el Olentzero.
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Me gustan los bares en la mitad del camino. Los abrigos contra la estrechez, contra las nieblas y las tinieblas. Las nieblas que impiden vislumbrar la trocha por la que se llega y las tinieblas por donde marchan, secretos, los porvenires. 
Me gustan los respiros y las treguas.
Me gusta llegar con calma y cansado tras andar en pocas horas entre las sombras del finisterre y el fulgor de los mares árticos.
Y me gusta que de cuando en cuando un gato montés me salude al paso, antes de hacerse invisible en la maleza.
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Me gustan los bares en la mitad del camino. 
Aquellos en donde el calor se demuestra andando acompañado. Aquellos en los que aún se sabe dónde estás y quiénes somos. 

jueves, 9 de diciembre de 2021

Final de lectura


Yo también me enamoré de Hélène Jans, como la reina sueca cuando ya no lo era, y detesté a ese "sin sangre" de filósofo que desconoció una oportunidad perdida cuando la tenía delante de los ojos. Mucho mirar fijamente a las circunvalaciones de la sabiduría para luego no saber nada de nada en realidad.
Yo también me enamoré de Hélène Jans y de su regreso a la vida en Inés Andrade con el humo de las infames hogueras. Esas hogueras que se cuelan por las rendijas del tiempo y tornan con olor a frambuesa.
Yo también me enamoré de Hélène Jans y de la incuestionable abuela Aniceta, puño en alto. Y también, también, un poco de Teresa Moure, tan capaz de hacerme enamorar de Hélène Jans.  

Sobre "Hierba Mora" de Teresa Moure.
Editorial Hoja de Lata.


lunes, 6 de diciembre de 2021

Nacimientos Napolitanos (IV)


Dicen que Nápoles es una ciudad que no tiene término medio. A la que amas o a la que odias. A mi en realidad tal afirmación me suena a cosa hecha, a frase de anuncio turístico para viajes organizados. Supongo que cualquier ciudad hay que caminarla durante mucho, mucho tiempo y aún así será difícil no apuntar en la agenda de lo vivido innumerables sensaciones encontradas.
En los pocos días que estuve en ella hubo cosas que me sorprendieron. Entre ellas esa afición a los belenes que no conocía. Exuberantes en el detalle. Magníficos en suma. Con un grado de perfección en las imágenes fuera de lo común. Pero sobre todo, y quizá lo más importante, dando sobradas muestras de usos y costumbres pasadas y modos de vida que probablemente de otro modo se hubieran perdido como se pierde en estos días todo aquello que erróneamente se considera inútil o innecesario. 


domingo, 5 de diciembre de 2021

sábado, 4 de diciembre de 2021

viernes, 3 de diciembre de 2021

jueves, 2 de diciembre de 2021

En tiempos como estos


Otro hermoso ejemplar que va a parar a la vitrina a falta de cofre.


En tiempos como estos,
oscuros de lluvias y vientos,
oteo el horizonte 
por ver si asoman a lo lejos
los mástiles del bergantín
que ha de fondear, 
como un sueño,
en la ensenada
de mis noches.
 

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Barrio


Ayer se presentó en la librería La Vorágine el libro que ha publicado la Asociación de Vecinos de mi barrio "Historias del Barrio San Francisco". En el libro no está todo lo que fue ni todos los que estuvieron (tal vez en algún momento nos pongamos con ello, y aún así tampoco estará todo lo que fue) pero sí que tuvo su carga de emotividad.
A continuación incluyo mi aporte a la presentación.

Tener doce, trece, catorce, quince años, en un barrio de aluvión del extrarradio de cualquier ciudad a mitad de los años setenta podía llegar a ser una aventura inimaginable en la que cualquier actividad, supongo que porque ya iba en nuestro ADN de alevines de obrero (hoy algunos dirían eufemísticamente trabajadores por cuenta ajena), te preparaba para lo que teóricamente estabas destinado desde que nacías, que era ser lo que tu padre o tu madre, y a mucha honra. Allí y en aquellos días no se había oído hablar jamás de lo que, pasados los años se daría, en llamar el “ascensor social”. Si en nuestro barrio los edificios tenían cinco pisos y como poco ochenta obligatorios escalones como ochenta estaciones de vía crucis hasta el quinto, a nosotros, precisamente, que solo veíamos los ascensores cuando bajábamos a Santander al médico, nos iban a hablar de una cosa rara llamada ascensor social.

Por lo demás, ser un chaval en un barrio como el nuestro era, como decía antes, una continua práctica pre-profesional. Si fundías plomo que encontrabas en los escombros y con la colada hacías corazones y estrellas de plata como amuletos contra el mal de ojo y la mala suerte, operario de fundición o calderero; si tallabas cristal en las abrazaderas de los postes para las chapas en las que insertabas retratos de ciclistas, soplador de vidrio o gregario en la Vuelta a España; si armabas un triángulo de madera con ruedines para bajar por las cuestas de gravilla como suicida o como alma que lleva el diablo, mecánico; si construías casetas con cartones y tejavanas, albañil; si montabas rifas con cromos y tebeos a cincuenta céntimos la papeleta, tendero. Y además la mayoría íbamos a la única escuela pública del contorno para hacernos hombres y mujeres de provecho, que era lo que se decía entonces, aunque la verdad es que no teníamos ni remota idea, ni falta que nos hacía, de lo que era eso del provecho.

Cuento todo esto porque fue un poeta (Rainer María Rilke) el que hace muchos años sostuvo que, en realidad, la infancia era  la verdadera patria del hombre.  Y hoy en día, cuando crecen de nuevo como la hierba mala patriotas de bandera y solo eso, a mí, que a veces me da por juntar versos con mayor o menor fortuna, no me cuesta gran cosa mantener la afirmación del poeta e incluso ampliarla.

Porque probablemente es ahí, en nuestros primeros aprendizajes cuando somos capaces de absorber y procesar, como si de un territorio intacto se tratara, todo lo que la vida puede depararnos después. Y es, tal vez, una patria extraña, inconcebible quizás y en ocasiones repleta de sinsabores, pero es, sin duda el lugar, o el espacio temporal, al que algunos nos acogemos, aunque sea solo como referente para poder transitar con cierta dignidad por el resto de nuestra vida.

Participar en el libro colectivo de las “Historias del Barrio San Francisco” me ocasionó al principio no pocas reservas y prevenciones, derivadas algunas  de viejas disparidades y otras de la dificultad que tiene en ocasiones enfrentarse con lo que fuimos,  con lo que pudimos ser y con lo que aquellas vivencias y otras posteriores hicieron de nosotros. Con el pasado al fin.

Y ahora, con el transcurso de los años, con lo que sabemos y con lo que hemos vivido, cuando pienso en el barrio me doy cuenta de que en realidad siempre hemos estado regresando a ese pasado. El barrio, en cuanto nos descuidamos, se nos aparece como un fantasma en las conversaciones recurrentes. Los ejemplos de solidaridad, los arrebatos de rebeldía, las nociones de organización y de colaboración que nos han acompañado en actividades posteriores, políticas, o sindicales, o internacionalistas, o culturales, están perfectamente imbricadas en aquel convencimiento que, en tiempos duros de franquismo y post-franquismo, hacía grande y memorable al movimiento vecinal de que, si estábamos unidos, éramos capaces de todo y de que nada ni nadie nos podía parar.

Estas “Historias del Barrio San Francisco”, si tienen algo de bueno, más allá de reactivar ese orgullo de pertenencia tan cercano a la conciencia de clase, es que nacen como fiel reflejo de lo que siempre fue el sello y el carácter predominante de nuestro barrio; esto es la voluntad firme y solidaria de llevar a cabo lo que la propia gente del barrio se propone en cada momento para mejorar el día a día. Y así, seguramente que con sus imperfecciones pero también con aciertos, cada uno de los que colaboramos en la materialización del libro hemos tratado de llevar este barco a un buen puerto.

Y en mi caso, aunque sea por un breve lapso de tiempo, precisamente a ese puerto del que hablaba casi al principio. A esa pequeña patria, ajena a inflamaciones heroicas, que es la juventud que entonces  vivimos, que nos hizo crecer intelectualmente, madurar socialmente y en la que nos obstinamos en tomar ejemplo de aquellos que nos precedieron.

martes, 30 de noviembre de 2021

Renacer

Resurgir
levantarse
y caminar


 

jueves, 25 de noviembre de 2021

Monte a través


La verdad es que somos un raro engranaje en un reloj distorsionado.
Hoy la jornada empezó siendo un día normal por estos lares y en estas fechas. Lluvia a ratos, hasta que la lluvia toma confianza; sol a veces, tímido eso sí; nubes como barrigas de beodos, grises como el paréntesis gris que nos ha tocado de un tiempo a esta parte. Hoy el día empezó normal tirando a mezquino y se puso del color de los albañales a medida que iba transcurriendo.
Por la tarde he estado en la manifestación más amarga que nunca he vivido porque hay noticias que nunca deberían darse.
Y ya la lluvia se apoderó de la noche como si un leviatán nos hurtara los días.
Pero antes había entrado en una librería y había comprado un libro con título premonitorio. Monte a través. Un libro en el que alguien abandona a su familia en un día normal sin decir nada, como quien va a dar un paseo a la vuelta de la esquina y, sin embargo se adentra, solitario, en ese mundo de bosques y montañas tan corriente, tan habitual... Tan desconocido.
La verdad es que somos un raro engranaje en un reloj distorsionado. Y también somos el dolor que nos va quedando cuando no sabemos acertar con el rumbo que toman, a veces, algunos ángeles guardianes.  


 

Hierba mora


A pesar de cuanto he dicho acerca de conservar el aroma personal del cuerpo, es propio de la mujer adornarse y prepararse, peinarse, perfumarse y ungirse como si fuese una diosa para olvidar que algún día su preciado cuerpo será pasto de gusanos.Y, puesto que los hombres frecuentan amantes pulidas, yo misma he caído por veces en el defecto de querer gustar y encender pasiones, como si las personas pudiésemos mejorar con unturas. Pues, aunque no convenga abusar de ellos, natura nos ofrece aromas que podemos aprovechar. Para hacer un perfume almizclado que bien puede usarse en los conjuros de enamoramiento, tomad una parte de agua de azar, y dos de agua rosada, y un poco de agua de trébol, y otro poco de mirto y algo del rosal espinoso que acostumbran a llamar mosquete. Una vez juntas todas estas aguas en una redoma, pondréis en ella una pizca de ámbar y otra de almizcle molido y, finalmente un poquitín de algalia. Y, tapada la redoma, la pondréis a curar al sol removiéndola cada mañana hasta un total de nueve y luego ya podéis usarla, teniendo buen tino de a quién os dais a oler con un tal perfume, no produzcáis desasosiegos sin tino y pasiones que no podáis atender.


Hierba mora
Teresa Moure
Ed. Hoja de Lata

jueves, 18 de noviembre de 2021

Paseos con mi madre


Los pensionistas deambulan con pantalones tejanos de pinzas y se cuentan que no les dejan fumar en casa y que han salido para hacerlo medio a escondidas, así algunos han pasado de la clandestinidad política a la sanitaria. La democracia la fueron conquistando estos hombres y mujeres calle por calle, árbol por árbol. La democracia es una cosa que se puede tocar, y que esta gente tuvo en sus manos durante días seguidos y noches enteras. Conseguir un colegio público en un barrio que no lo tenía; la construcción de un ambulatorio donde no llegaban los médicos; dejar una plaza sin edificar para que los niños jueguen, hacer un polideportivo  para que el único deporte no sea apedrear perros; lograr que pase un autobús por donde no pasaba nada o que llegue el metro a donde no llegaba para poder ir al trabajo sin necesidad de pisar charcos, sin aguantar la lluvia y el frío de la madrugada, sin andar por los descampados que separaban el barrio de los transportes públicos, esa es la democracia que hicieron realidad estas gentes encerrándose en los locales de sus asociaciones de vecinos, encadenándose a verjas, cortando el tráfico, protestando en la calle, luchando. La democracia es algo que se ve y se toca, y donde no se percibe es que no la hay. La democracia es ante todo una cosa de manobras porque en última instancia se hace con las manos. Y todo esto que ya está, los ambulatorios, las bocas de metro, los colegios públicos..., es también lo primero que se pierde cuando desaparece la gente que lo ha traído. Quienes llegan detrás creen que eso lo pone la naturaleza, como las hierbas y los saltamontes. Pero lo pone la política, y las cosas hay que conquistarlas permanentemente. Lo primero que ha quitado el Gobierno de Convergència al recobrar el poder ha sido eso: bocas de metro, guarderías, maestros y hospitales públicos, porque las personas que los pusieron o se han muerto o ya no están para defenderse.

Paseos con mi madre.
Javier Pérez Andújar.
Tusquets Editores.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Hurrias


Tengo una cicatriz por debajo de la rótula y tres o cuatro recuerdos de la guerra en la cabeza. De una guerra a peñascazos  de hace muchos años, cuando aún la mayoría nos vestíamos con pantalón corto y jersey de tricotosa. Cuando no necesitábamos una declaración formal para abrir hostilidades y sí el cruce bravucón de la línea imaginaria que separaba el ficticio territorio de mi barrio del igual de quimérico de los vecinos.

Allí no se hacían prisioneros, a lo sumo contusionados, y el conflicto acababa temporalmente cuando llamaban las madres de cada cual a gritos por las ventanas o cuando llegaba la sagrada hora de las meriendas de pan con las consabidas dos onzas de chocolate. Luego, si te he visto en campo enemigo ni me acuerdo. Se dejaba para otro día, o para cuando hubiera humor, la acumulación de pedruscos y otros proyectiles y, de cuando en cuando, nos retábamos en los prados del pasiego a perseguir una pelota de goma o, en el mejor de los casos, aquel balón de reglamento que a algún afortunado le habían traído unos Reyes dadivosos en las anteriores Navidades. El caso era porfiar, ser antagonistas, contrincantes, contendientes de un barrio o del otro, como si  vivir en uno u otro lugar a cien miserables metros de distancia marcara un carácter diferente a quienes procedían de un mismo origen campesino y obrero. Gente humilde al fin con la misma camiseta bajo el anorak de combate.

Cuento todo esto porque hace unas pocas horas me ha llegado la tristísima noticia de la muerte de uno del otro barrio. Alguien, un compañero, con el que coincidí muchos años después en el mismo trabajo y en el mismo comité de empresa aunque, vaya por dios, en distinto sindicato (como no podía ser de otra manera, dado nuestro historial pertinaz).

A veces, en algún descanso, no muchos, recordábamos con cierta nostalgia aquellos días de gloria herrumbrosa, polvo y sangre en las rodillas, cuando éramos guerreros de sesión de tarde y no de jornada partida.

Apenas sombras difusas de un tiempo lejano.


lunes, 15 de noviembre de 2021

Retrato con Morfeo

                                                                                                  Fotografía de Tino Andrés


Sueño mientras medito
y medito si me duermo,
 desvelo cuando me acuesto
y pienso porque existo,
en cuanto cierro los ojos,
en las historias que miro.


domingo, 14 de noviembre de 2021

Zapatistas


Están por aquí.
Surgen, insurgentes, de las profundidades del tiempo. 
Del tiempo en el que fuimos y del tiempo en el que ellas serán.
Nos sentamos frente a frente y hay un mundo y un océano entre ellas y nosotros.
Y de repente la imprudencia blanca comete el pecado impenitente. 
Ellas nos hablan de lo que son y alguien les dice lo que deben ser
como si el río que nos separa no fuera un río
sino un espejo en el que admirar únicamente
el rostro suficiente de Narciso 
y nuestra tranquilidad imperfecta. 






miércoles, 10 de noviembre de 2021

Pueblos XVI

      Monte Sant'Angelo. Promontorio del Gargano. Italia.
 

martes, 9 de noviembre de 2021

lunes, 8 de noviembre de 2021

domingo, 24 de octubre de 2021

Tirarse al monte

La raya entre Asturias y León.

jueves, 21 de octubre de 2021

Muerte súbita


Las miradas de ambos derivaron naturalmente hacia el rival. La seriedad de su gesto no aligeraba las cosas. El artista estaba menos seguro que antes, pero eso, claramente, espoleaba su ambición. Ya no era cosa de vida o muerte, sino de victoria y derrota -valores mucho más complejos y duros de llevar porque el que pierde un duelo a espada no tiene que vivir con ello.
El poeta se dio tiempo de estudiar a su contrincante.

Álvaro Enrigue.
Muerte súbita.
Anagrama. Narrativas hispánicas.



martes, 19 de octubre de 2021

Onomástica


Hoy mi madre habría cumplido años. 
Ojalá que siempre hubiera vivido con ese brazo en jarras y la mirada desafiante.
Ojalá que la vida no le hubiera pasado por delante
con esa urgencia que se guarda para los sencillos y los humillados.
 

lunes, 18 de octubre de 2021

Mola

He tenido una semana muy ocupada y no me había enterado hasta hace un rato de que se ha entregado el premio Planeta de novela a Carmen Mola, que en realidad parece ser un grupo de tres escritores hombres con seudónimo de mujer.
Este hecho parece que está causando un gran revuelo en diferentes círculos, lo cual a los promotores del mencionado premio les viene como dios puesto que es precisamente lo que buscan como promoción y publicidad. Y mientras, los indignados e indignadas gastan el esfuerzo, merecedor de mejores empresas,  en salvas que no sirven, a mi entender, para mucho.
La indignidad creo que no es el hecho de que tres tipos firmen una novela, o varias, con un nombre de mujer. La indignidad es más bien que tres tíos hechos y derechos acepten el juego comercial de una empresa que, presumiblemente, pacta de forma anticipada ganadores y finalistas con la frialdad con la que un Director de Recursos Humanos rellena una lista de despedidos.
Y esto no es de ahora. Y a ese juego entran hombres y mujeres por igual desde hace muchos años. Y si no, revisen la lista. 

 

viernes, 15 de octubre de 2021

La memoria rescatada


Vamos dando pasos y se van cumpliendo etapas. Cada cual tiene sus motivaciones para hacer lo que hace. Yo cumplí veinte años hace cuarenta y con esa edad me adentré en la conciencia de lo vulnerables que éramos.
Tal vez empezó todo en una olvidada carretera de Almería que, en realidad, solo nos sonaba a lejanía y desconocimiento o tiempo después en un pequeño claro del bosque a las afueras de Jaca.
Solo sé que hoy nuestras vidas todavía son tan frágiles como entonces, o más, pero tampoco olvidamos de donde venimos, lo que somos y lo dura que seguimos teniendo la testa.

lunes, 11 de octubre de 2021

La puerta de salida


Allí, en la base del tronco,
por donde ustedes se imaginan,
está la puerta de salida.
El lugar de tránsito por el que,
tranquilamente, sin aspavientos, 
con la naturalidad del caminante,
 la diligencia de la liebre
y el fervor alegre de los optimistas, 
te vas marchando. 

 

Tirarse al monte

      Nacimiento del Pisueña. En el camino.
 

jueves, 7 de octubre de 2021

Unicornios y otros seres mitológicos


Nunca oí hablar de Abdulrazak Gurnah y tampoco he leído nada que haya escrito. De hecho apenas debe haber algún libro suyo traducido al castellano.
El premio Nobel de literatura no es garantía. He leído autores y autoras sobresalientes que han recibido la distinción y otros que tras su lectura no me entusiasmaron. También he leído textos impresionantes de gente que jamás ganará el Nobel. Ni el Nobel ni nada. Las cosas son así y lo que es bueno para unos no lo es para otros. Por eso lo de los premios, además de un mercado, es una tremenda lotería. 
No obstante, por una cuestión meramente mediática, el premio sueco siempre levanta expectativas. También en mí, porque me permite descubrir e indagar en autores de los que, como he dicho al principio, nunca oí hablar. Para algunos, como es mi caso, sirve para continuar la búsqueda literaria de unicornios y otros seres mitológicos. En literatura a veces se encuentran.
Si llegan las traducciones, que llegarán, podremos saber si Abdulrazak Gurnah es uno de esos seres, como lo fueron antes Wislawa Szimborska o Coetzee. Mientras tanto, saboreemos el placer de que haya sido un autor africano que, por lo que dicen se preocupa por cuestiones que a mí también me preocupan. Y además no aparecía en ninguna quiniela. Lo cual, aunque él no sea responsable, le honra.   

miércoles, 6 de octubre de 2021

La ternura y un yogur.


Revisando fotos antiguas me topo con ésta. En su momento una más, una fotografía cotidiana en una comida de amigos con hijos pequeños aún. Sin embargo, hoy reparo en ella y reconozco que me estoy volviendo mayor cuando me produce toda la ternura del mundo.

martes, 5 de octubre de 2021

Librería 82

      Nápoles. Italia.
 

domingo, 3 de octubre de 2021

El higo



La primera y la segunda guerra púnica se libraron entre Roma y Cartago durante el siglo III a.C. y tuvieron como resultado el fortalecimiento del control de Roma sobre el Mediterráneo occidental. Aníbal había sido derrotado en Zama, y Sicilia, Córcega, Cerdeña y la península Ibérica ahora eran suyas. Pero los romanos decidieron acabar con Cartago de una vez por todas declarando la guerra de nuevo en el año 149 a.C. En su determinación por ver la caída de Cartago, se contaba que el senador e historiador Catón el Viejo había llevado un higo fresco norteafricano al Senado y había propuesto a sus compañeros senadores que adivinasen cuándo había sido recogido. Cuando les contó que dos días antes aún estaba en su árbol, la idea de que Cartago se hallase tan cerca los alarmó, y "de inmediato", decía Plinio el Viejo, comenzó la tercera guerra púnica.

Bajo la sombra del Vesubio. Vida de Plinio.
Daisy Dunn.
Siruela Biblioteca de Ensayo.


jueves, 30 de septiembre de 2021

Mitos


Antes que Luis Ocaña, antes que Gonzalo Aja, antes que José Manuel Fuente "El Tarangu", antes que López Carril o Pesarrodona. Antes que Perico Delgado o Indurain. Daba igual. El mejor para los niños que nunca le vimos pedalear, porque entonces no teníamos televisión o porque cuando fuimos conscientes ya se había bajado de la bicicleta. El mejor, digo, era Pérez Francés. Ni Merckx, ni Anquetil, ni Gimondi, ni cualquiera de los otros héroes de dos ruedas tallados en piedra que veíamos en las fotografías antiguas del As. Era el favorito entre los ciclistas de plástico que avanzaban en la carrera un paso si salía cruz, dos pasos si salía cara o tres si la moneda se quedaba de canto entre tus manos. El mejor. Nuestro paisano. El que viajaba mostrando el tubular trasero al pelotón en nuestras fantasías de niños pobres en las tardes de mayo.