Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Hurrias


Tengo una cicatriz por debajo de la rótula y tres o cuatro recuerdos de la guerra en la cabeza. De una guerra a peñascazos  de hace muchos años, cuando aún la mayoría nos vestíamos con pantalón corto y jersey de tricotosa. Cuando no necesitábamos una declaración formal para abrir hostilidades y sí el cruce bravucón de la línea imaginaria que separaba el ficticio territorio de mi barrio del igual de quimérico de los vecinos.

Allí no se hacían prisioneros, a lo sumo contusionados, y el conflicto acababa temporalmente cuando llamaban las madres de cada cual a gritos por las ventanas o cuando llegaba la sagrada hora de las meriendas de pan con las consabidas dos onzas de chocolate. Luego, si te he visto en campo enemigo ni me acuerdo. Se dejaba para otro día, o para cuando hubiera humor, la acumulación de pedruscos y otros proyectiles y, de cuando en cuando, nos retábamos en los prados del pasiego a perseguir una pelota de goma o, en el mejor de los casos, aquel balón de reglamento que a algún afortunado le habían traído unos Reyes dadivosos en las anteriores Navidades. El caso era porfiar, ser antagonistas, contrincantes, contendientes de un barrio o del otro, como si  vivir en uno u otro lugar a cien miserables metros de distancia marcara un carácter diferente a quienes procedían de un mismo origen campesino y obrero. Gente humilde al fin con la misma camiseta bajo el anorak de combate.

Cuento todo esto porque hace unas pocas horas me ha llegado la tristísima noticia de la muerte de uno del otro barrio. Alguien, un compañero, con el que coincidí muchos años después en el mismo trabajo y en el mismo comité de empresa aunque, vaya por dios, en distinto sindicato (como no podía ser de otra manera, dado nuestro historial pertinaz).

A veces, en algún descanso, no muchos, recordábamos con cierta nostalgia aquellos días de gloria herrumbrosa, polvo y sangre en las rodillas, cuando éramos guerreros de sesión de tarde y no de jornada partida.

Apenas sombras difusas de un tiempo lejano.


No hay comentarios:

Publicar un comentario