Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Otro librito

Puede que parezca una tontería tras el prisma de los años que han pasado, pero cuando comencé a reunir los poemas que aparecen en “Las fronteras del aire” me acordé de una anécdota que sucedió la primera vez que subí a la Peña Remoña, en los Picos de Europa.
Para los que lo desconozcan, la Remoña es la cumbre que se ve a la izquierda de la cabina superior del teleférico de Fuente Dé, y a la que muchos turistas poco avisados confundían muy habitualmente con el Naranjo de Bulnes.
El caso es que a los dieciocho recién cumplidos y con el sustrato de ingenuidad que dan los pocos años, y tal vez las muchas lecturas escasamente digeridas, llegué a aquella cumbre y tras mirar a mi alrededor, a mi espalda los riscos lunáticos del Macizo Central y al frente una sucesión de bosques y montañas en los que no parecía caber la intervención del ser humano, solté en voz alta un pensamiento que hizo sonreír a alguno de mis compañeros de ascensión con más edad.
“Tal vez, cuando bajemos de aquí, ya haya triunfado la revolución”

A día de hoy, a casi cuarenta años de distancia, que yo sepa, la revolución sigue por venir y algunas a las que se le ha dado ese nombre han sido solamente un pálido reflejo de mi candidez.

Cuento esto, en realidad, porque esa atalaya y otras, en siguientes ocasiones, y dado que el evento deseado, por el cual el mundo iba a cambiar y todo iba a ser más justo y los hombres más felices, no acababa de llegar, terminó por convertirse en mi imaginación en una especie de Arcadia en la que me recluía lejos de los sinsabores de la vida real y cotidiana. Como un náufrago que de vez en cuando encuentra la salvación, a mi ínsula la di por llamar la República Independiente de los Picos de Europa. Casi nada.

Hoy, que apenas visito aquellos lugares, y que yo tampoco soy aquel muchacho soliviantado, no dejo de pensar, sin embargo, que estos poemas, o más bien el impulso que me ha hecho escribirlos es de nuevo una Arcadia, un Brigadoon en el que buscar acomodo ante las guerras diarias.
Tampoco dejo de pensar que, si hoy volviera a contemplar el paisaje de entonces, lo que más me sorprendería es que, seguramente, sigue sin haber rastro de la huella humana hasta el horizonte y que por tanto, como dice la canción, allí no hay más fronteras que las del aire.

Por eso, la mayor parte de los poemas que aparecen en el libro, por no decir todos, llevan intrínseca la admiración y, sobre todo, la piedad que a lo largo del tiempo y de los caminos del mundo he sentido por el ser humano. No en vano somos idóneos para lo mejor, pero también las únicas criaturas capaces de ponerle puertas al campo y límites al mar. Triste mérito, desde luego, el nuestro, cuando hasta de nuestra piel hacemos una muralla.

En “Las fronteras del aire” creo que intento permanentemente reflejar esa ambivalencia. No sé si lo he conseguido. Quizá no soy el más adecuado para juzgarlo.

No obstante, a mí me ha servido como antídoto. Espero que a los posibles lectores aventurados también y que, por tanto, valga modestamente para que, a falta de la revolución que nunca llega, nos aliviemos con poesía, por un rato, de la muy desagradable sospecha de que, como especie, estamos haciendo de este mundo, y de paso de nuestras pobres vidas, una soberana mierda.  

martes, 29 de diciembre de 2015

A cántaros

              Angkor. Camboya

Nos ha caído agua a esgalla, nos hemos empapado a la irlandesa, a la escocesa, a la vietnamita y a la camboyana, nos han llovido gatos y perros, chuzos de punta, se ha desplomado el cielo sobre nuestras cabezas, hemos probado el amargo sabor de granizos como puños, nos ha envuelto el sordo rumor de la nieve.
Vivimos en una tierra en la que se supone que el paraguas y el impermeable son instrumentos imprescindibles. 
Y sin embargo aquí estamos, mirando desconcertados la ausencia de nubes, preguntándonos si será verdad lo que cuentan del cambio climático, del tapón de mierda en la capa de ozono. Sin una  miserable tormenta, sin un chubasco, aunque sea pequeñito, que libre a los bosques y que amanse a la fiera.


jueves, 24 de diciembre de 2015

La Poesía

                      Fotografía: José Atienza.

Me tomo la libertad de publicar esta fotografía que nos hizo José Atienza hace catorce o quince años en un viaje a La Coruña, porque hace unos días leí un artículo del escritor Julio Llamazares a propósito del nuevo libro de Manuel Rivas (ambos, autores con los que me identifico y admiro plenamente) en el que se habla casualmente del lugar en el que está hecha la foto.
Empezaba Julio su escrito preguntándose si puede haber mejor nombre para una librería que el de La Poesía. Y en estos tiempos en que las librerías cotizan poco desgraciadamente creo que sí, que hay aún un nombre mejor: La Poesía Se Traspasa
La fotografía me acompaña desde entonces. Y también el eterno deseo de que la poesía cruce rauda de un lado a otro, y que se instale en cada uno de nosotros, de nuestros deseos, de nuestros sueños. De nuestras vidas.   

Para disfrutar del artículo de Julio Llamazares puede usted detenerse aquí.

Waits

lunes, 21 de diciembre de 2015

La revolución en bicicleta

-Hum, soñar no cuesta nada- dijo Bartolo, al cabo, suspirando.
-Soñemos, entonces- acordó Manuel.
-Pero jode mucho.
-Jodámonos, entonces.
-Eso hacemos.
Y Manuel se levantó, los saludó y se fue.


Mempo Giardinelli.
La revolución en bicicleta.
Edhasa.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Escribir en el aire


                                                  ¡Que vivan los compañeros!

                                            ------------------------------------------------------
Solía escribir con su dedo grande en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.

Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!

Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquel
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.

Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.

Pedro Rojas, así, después de muerto
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas».

Su cadáver estaba lleno de mundo.
César Vallejo

sábado, 19 de diciembre de 2015

La siesta de la democracia

Hoy tengo que hacer un encofrado y también tengo que reflexionar. Pero me levanto jodido, con dolor de muela y con dolor de amigos.
Las muelas te pulverizan y a veces los amigos también. Supongo que por eso duelen. Y, además, con ellos la cirugía es harto complicada.
Hoy tengo que hacer un encofrado y también tengo que reflexionar. Nada espero del día de mañana (tampoco mucho del futuro), seguiremos cavando trincheras. Sin embargo sí que espero, quizá ingenuamente, que la gente a la que quieres no muestre su rostro más feo.  

martes, 15 de diciembre de 2015

Ponerse digno

Nos han dicho a los trabajadores que nuestro sudor vale una mierda.
Nos han dicho a los parados que estafamos al patrimonio del Estado.
Nos han dicho a los estudiantes que sobramos en la Universidad.
Y también sobramos los jóvenes en este país, nos han dicho. Y que viajemos.
Nos han dicho a los ancianos que sólo valemos para votarles cada cuatro años.
Y también a los dependientes nos han dicho que nos las arreglemos como podamos.
Nos han dicho que nuestra salud cotiza en bolsa. Y por tanto es mercancía.
Nos han dicho que miremos para otro lado cuando salvan a sus bancos, cuando salvan a sus compadres.
Con nuestra propia pasta nos han llamado gilipollas a la cara.
Y también nos han dicho que nos jodamos.

Y todavía éste se pone digno cuando el otro pirigüiri le menta a su decencia.

¡Vamos, hombre!
Pues hasta aquí hemos llegado.
Je je je. 

sábado, 12 de diciembre de 2015

Las papeleras

                                                    Hace falta rebosar
                                                    las papeleras
                                                    de ideas inútiles,
                                                    de sueños inútiles,
                                                    de actos inútiles,
                                                    de votos inútiles,

                                                    antes de que ellos
                                                    las completen
                                                    con tantos, tantos,
                                                    tontos útiles.


jueves, 10 de diciembre de 2015

Pueblos IX

    Caloca (Liébana). Cantabria.

lunes, 7 de diciembre de 2015

El combate del siglo

Me asomo a los prolegómenos del combate del siglo en una de las cadenas asociadas que lo emiten, y veo con incredulidad un graderío ocupado por fans, con pancartas que representan a cada uno de los cuatro equipos en liza (me pregunto ahora si fans proviene de fanáticos, porque gritan y jalean como si lo fueran). A su alrededor un grupo de supuestos periodistas con alcachofa va calentando el ambiente para lo que se avecina.
Y no sé muy bien si me encuentro ante una “fainal for” o ante “cesta y puntos”, que era un concurso que enfrentaba, cuando yo era crío, a sabios pitagorines ataviados con chándal, de los diversos colegios (religiosos mayormente) que en la franquista España había (y sigue habiendo).
El caso es que una cosa tan seria como la política de este país (seria porque nos jugamos bastante más que un triunfo deportivo) se ve reducida por mor de las audiencias a un triste espectáculo televisivo más propio del músculo que del cerebro.
Y ya ven, me causa sonrojo que el candidato del partido gobernante se refugie en una reserva en lugar de afrontar su destino. Y me pone enfermo que esté obligadamente ausente el único candidato de la izquierda real, que a mi juicio le daría calado y su verdadera dimensión a lo que de otro modo parece de una vulgaridad aplastante. Pero sobre todo me desconsuela  que Podemos, en su deriva, se preste a esta pantomima creada para vender anuncios.
Y es que el combate del siglo ya se produjo, que yo sepa, entre Mohamed Alí y Joe Frazier a principios de los setenta. No ha habido otro. Lo demás son imitaciones.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Volar


                                      Volar, sostenerse en el aire. Ingrávidos como un suspiro.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Ser


Ser
hoja
entre
las
hojas,
árbol.

Uno,
dos,
tres,
cuatro
pasos.

luego
viento
nada. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Desaparecidos en debate

Estaba yo ayer por la tarde metido en la cocina entre ollas y cazuelas. En la televisión, en la habitación de al lado, un programa de actualidad analizaba a su manera un debate a cuatro en el que sólo había tres, cuando debería haber cinco. A continuación un economista contratado por la cadena ponía del revés los principales ofrecimientos de cada partido político bajo la tesis de que, sin haber empezado la campaña electoral, los citados partidos (esta vez cinco) estaban vendiendo la vaca por una pasta tal que solamente cabía en sus respectivas imaginaciones, a tenor de la economía del país: que si subida de impuestos, que si bajada de impuestos, que si planes de empleo... Total, que el economista en cuestión iba mandando al cubo de la basura, por irrealizables, cada una de las propuestas con una energía y una rapidez digna de otras causas. Y en eso llegó la propuesta de la cenicienta. O sea, la de ése al que no invitan a los debates. El economista se para, inmóvil como estatua (significativo silencio), y luego dice algo así como que ese partido hace bien en plantear esa propuesta desde su perspectiva y a continuación se va por las ramas, cual mandril, englobando las propuestas del resto.
Y el caso es que no sé yo muy bien que quiere decir ese detalle, esa inoperancia en tan aguerrido profesor, cuando para diseccionar los menudillos del resto estuvo bastante sobrado de sesudos argumentos.
Mientras tanto, yo sigo en la cocina con mis guisos. Y llega la hora del programa estrella de la enjundia y la ironía, en el cual, un locutor con apodo de estado norteamericano entrevista a los presentadores de un debate estrella en el que va a haber tres más la sustituta de un desaparecido en las ignotas transparencias del plasma. Llega un momento en el que, tras mucho enjuague publicitario y mucho pasarse la mano, el conductor del programa le pregunta tímidamente a la periodista estrella (qué digo estrella, más bien la Vía Láctea) por la cenicienta del cuento, o sea por qué razón no va a estar el quinto de la discordia.
Aquí, en un tono de ensayo general bien aprendido, la Vía Láctea también se empieza a subir a las ramas como un chimpancé. Que si las encuestas, que si las audiencias, que si está muy bien la discrepancia, que también hay otros que merecerían estar... Bufff, más bobadas que en una película de adolescentes yankis.
En conclusión, que ya no sé muy bien si el problema son los desaparecidos de propia o aquellos que los hacen desaparecer por mor de las audiencias y de paso, en un baile de fantasmas, aparte de hacernos danzar con los polichinelas más feos, nos expropian la voluntad.
Así que yo sigo con la mía. Cocinero a los pucheros, que más vale atar la longaniza.       

martes, 1 de diciembre de 2015

Oeste



Visito en el Museo Thyssen de Madrid una exposición sobre los indios norteamericanos. Me impresionan los óleos que muestran las grandes llanuras y las enormes montañas. Paso de largo, apenado, frente a la cabeza disecada de un bisonte. Me detengo, durante un rato, en los rostros duros y marcados que aparecen en los retratos. Hay ojos de carbón y de fuego.
Recuerdo todo el tiempo que un presidente norteamericano, ante la firma de un tratado con ellos, declaró con lengua de serpiente que sus tierras serían de los pueblos indios "mientras crezca la hierba y fluyan los ríos". También recuerdo el libro que leí sobre sus derrotas: "Enterrad mi corazón en Wonded Knee".