Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Desaparecidos en debate

Estaba yo ayer por la tarde metido en la cocina entre ollas y cazuelas. En la televisión, en la habitación de al lado, un programa de actualidad analizaba a su manera un debate a cuatro en el que sólo había tres, cuando debería haber cinco. A continuación un economista contratado por la cadena ponía del revés los principales ofrecimientos de cada partido político bajo la tesis de que, sin haber empezado la campaña electoral, los citados partidos (esta vez cinco) estaban vendiendo la vaca por una pasta tal que solamente cabía en sus respectivas imaginaciones, a tenor de la economía del país: que si subida de impuestos, que si bajada de impuestos, que si planes de empleo... Total, que el economista en cuestión iba mandando al cubo de la basura, por irrealizables, cada una de las propuestas con una energía y una rapidez digna de otras causas. Y en eso llegó la propuesta de la cenicienta. O sea, la de ése al que no invitan a los debates. El economista se para, inmóvil como estatua (significativo silencio), y luego dice algo así como que ese partido hace bien en plantear esa propuesta desde su perspectiva y a continuación se va por las ramas, cual mandril, englobando las propuestas del resto.
Y el caso es que no sé yo muy bien que quiere decir ese detalle, esa inoperancia en tan aguerrido profesor, cuando para diseccionar los menudillos del resto estuvo bastante sobrado de sesudos argumentos.
Mientras tanto, yo sigo en la cocina con mis guisos. Y llega la hora del programa estrella de la enjundia y la ironía, en el cual, un locutor con apodo de estado norteamericano entrevista a los presentadores de un debate estrella en el que va a haber tres más la sustituta de un desaparecido en las ignotas transparencias del plasma. Llega un momento en el que, tras mucho enjuague publicitario y mucho pasarse la mano, el conductor del programa le pregunta tímidamente a la periodista estrella (qué digo estrella, más bien la Vía Láctea) por la cenicienta del cuento, o sea por qué razón no va a estar el quinto de la discordia.
Aquí, en un tono de ensayo general bien aprendido, la Vía Láctea también se empieza a subir a las ramas como un chimpancé. Que si las encuestas, que si las audiencias, que si está muy bien la discrepancia, que también hay otros que merecerían estar... Bufff, más bobadas que en una película de adolescentes yankis.
En conclusión, que ya no sé muy bien si el problema son los desaparecidos de propia o aquellos que los hacen desaparecer por mor de las audiencias y de paso, en un baile de fantasmas, aparte de hacernos danzar con los polichinelas más feos, nos expropian la voluntad.
Así que yo sigo con la mía. Cocinero a los pucheros, que más vale atar la longaniza.       

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