Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

sábado, 31 de agosto de 2013

La rosa de los vientos

Regreso de los bosques, enfermo de nostalgia, mientras al norte se mueren los poetas inmortales. Al sur una anciana se pregunta cuándo volverá a caminar. Al este, en el arcén de la autovia, vislumbro a un gaitero vestido de ciclista. Y la música que intuyo me lleva de nuevo, por momentos, a las umbrías silenciosas del oeste.  

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Esta mañana desde una autopista cubierta de rocío
vi un nuevo campo de internados:
una bomba había dejado un cráter de arcilla fresca
en el arcén, y al otro lado, entre los árboles,

los puestos de ametralladoras perfilaban una auténtica empalizada.
Había esa neblina blanca de las zonas bajas
y era algo déjá-vù, como una película
de Stalag 17, un mal sueño sin sonido.

¿Hay una vida antes de la muerte? Es lo que está pintado
en Ballymurphy. La aptitud para el dolor,
las coherentes miserias, un bocado y un sorbo,
abrazamos nuestro pequeño destino una vez más.


                                                          Seamus Heaney

jueves, 22 de agosto de 2013

Árboles



Cuando volvamos seremos otros,
porque amanecer en el camino cambia la mirada y el pensamiento.
Cuando volvamos seremos otros.
Pero a la vez tornaremos los mismos.
Raíces sumando soledades.
Como árboles en la niebla o el reflejo de otras nubes.

martes, 20 de agosto de 2013

Veranos



Recuerdo las clases particulares del verano repletas de fracciones y diagramas de Venn, de trenes que salían de dos puntos equidistantes para encontrarse, sin sobresaltos, en un lugar indeterminado al final del problema.
Recuerdo las tablas de química y el volumen de un prisma en días de calor y moscas.
Recuerdo los paralelepípedos a la sombra de las higueras.
Recuerdo los objetos directos y los compañeros circunstanciales.
Pero también los caminos umbríos y el sonido siseante de las ruedas de la vieja bicicleta, el sudor al final de la cuesta del Portillo, los baños en la marisma, el olor del óleo y la trementina, los libros de Hemingway, el rítmico golpeteo de mi abuelo tumbado afilando el dalle...

lunes, 19 de agosto de 2013

De época

Ésta es una foto de época. De esta época. Exactamente de hace cuatro días.
Pero a mí me recuerda a esas fotografías que alguien descubre de vez en cuando en arcones polvorientos o en cajas recicladas de dulce de membrillo. Fotografías de otras épocas, cuando hacerse una fotografía era algo extraordinario que solamente sucedía  en ocasiones extraordinarias: el descanso de la siega, la merienda en la romería, en una boda... Fotografías rurales de gente que ya no es y que nos mira desde un agujero profundo del tiempo.  

miércoles, 14 de agosto de 2013

Paisaje



Desembocadura del Pas.

Cuatro zarapitos volando y cuatro entre las rocas. Pero ni rastro del Martín. A veces en lo alto de la pared del molino una gaviota o un ratonero. A lo lejos, a la orilla del mar o entre las dunas, pasean especímenes humanos a los que les faltan sus ropajes de invierno. También navegan en canoa por aguas conocidas. Mayo, con su canina indiferencia, se baña sin perderme de vista.
Sol dice que ya están llegando las collalbas.

martes, 13 de agosto de 2013

Librería 43

Cuzco (Perú)

lunes, 12 de agosto de 2013

Como una bandera

No sé en otros lugares, pero en mi tierra un bardal, además de un matorral, es el apelativo, tirando a bondadoso, que se aplica a lugar (o persona) que está (o es) descuidado, desordenado y sucio.
Ejemplos de bardales he conocido unos cuantos (empezando por uno mismo), y a veces una característica como ésta se llevaba muy a gala (a pesar de los pesares). Es decir, como una bandera.
No voy a ser yo, a estas alturas, el que haga de abogado del diablo, porque además he de reconocer que ser un bardal es bastante incómodo, cosa que he experimentado en unas cuantas ocasiones en la vida cotidiana y en el mantenimiento de la mochila (juro que la condenada parecía tener vida propia) a lo largo de viajes y excursiones de montaña.
La prenda que aparece en la fotografía no me pertenece, pero la vi partir una semana atrás, nuevecita, dentro de un equipaje hacia un campamento de verano, y también he sido testigo de su regreso, un tanto perjudicada.
Las nuevas generaciones (y no estoy hablando de cachorros políticos) siguen prometiendo.
Eso sí, el campamento, a la vista está, estupendo.  

sábado, 10 de agosto de 2013

Sueño que me duermo

                                                                                                                                               Djenné. Malí

Dormir. Dormir, el sueño de los justos.
Dormir, aunque se caigan las nubes de cielo. 
Dormir al lado de la bella durmiente.
Dormir y que ningún príncipe me despierte.
Dormir en brazos de Morfeo.
Dormir como un oso.
Aletargarme dulcemente
hasta que pase el duro invierno.

jueves, 8 de agosto de 2013

Rojos

Me fui a ver Rojos a La Vorágine.
Al salir, como no, los testimonios que incluía el documental me habían impresionado. 
Pero de camino a casa pensé en el transcurso del tiempo y en el dolor que jamás se transforma.
También pensé en el estruendo, hoy, de los cuatro tiros de gracia que necesitó un asesino hace 70 años para matar a un hombre.
 
La web de Rojos: http://www.rojos-20.es

martes, 6 de agosto de 2013

La Reina Isabel...

Desde el interior de los boliches esquinados a lo largo de la avenida, estentóreos de música ranchera y "cumbias del oeste", los sublimes beodos nuestros de cada día detienen por un momento la zalagarda de sus oratorias solemnes para obsequiarla con grandilocuentes besos al aire y obscenos requiebros de cama. Impúdicas lisonjas del color del vino que vienen a estrellarse cual inofensivas pajaritas de papel, contra el escudo radiante de su sonrisa desdeñosa.
En esos momentos ella es la dueña absoluta de la arteria, la madama inexorable del campamento, la soberana taimada de esas pampas epopéyicas. El mundo entero se mueve al compás de sus nalgas espléndidas, al balanceo grave de su andar de paquiderma.
Los rayos de sol atacameño empalidecen en su encendida melena de cobre, aún perlada de las diamantinas gotitas de su reciente ducha; la tercera de las catorce duchas diarias con que esta sagrada hipopótama blanca refocila y purifica su humanidad tremenda.[...]
Pero ahí va, fresca, limpia, magnífica destellante como un iceberg. Perfumada enteramente de pies a cabeza. [...]  Y porque toda ella es una gran vulva palpitante en permanente estado de celo, hay que ser animal de alforjas bien puestas para acudir a su llamado. Para esta epitalámica hembra de la pampa los machos se dividen simplemente en dos especies: los intrépidos que alguna vez se han atrevido a gozar de sus favores cinerámicos y los otros.
Y los otros, para esta walkiria exorbitante, para esta hetaira voluminosa, para esta puta garrafal, son esos pobres hombrecitos sin mujer que, apoyados en la esquina de la Avenida Almagro, o en las pilastras del atrio del cine, o en las oxidadas verjas de fierro de la plaza polvorienta, enrollan y desenrollan, interminablemente, en un reseco índice amarillento, la cadenita cagona de sus tristes llaveros de tipos solitarios. Ellos no podrían jamás llegar a meterse en la cama con ella. A la sola contundencia de su aparición en la calle, no atinan sino a escurrirse amilanados como ratas o a bajar hasta el suelo árido sus aguadas miradas de varones sin ánimo. Y son justamente estos "pobres Manuelitos", como les llama ella haciendo referencia a las prácticas masturbatorias, los que tratan de cubrir su falta de hombría repitiendo por lo bajo, medrosos y sin ningún asomo de gracia más encima, esos exagerados cuentos que circulan en torno al tamaño y hondura de la caverna de su sexo encarnado. Que para ocuparse con ella, comentan estos tristes macacos amajamados, habría que tener la prevención de dejar los documentos sobre la mesita de luz, por si acaso se corriera el albur de no regresar de esas geografías llenas de pliegues traicioneros, llanuras gelatinosas y desfiladeros sin fondo. O, en su defecto, acotan hiperbólicos los pacatos, hacerlo sin quitarse los calamorros con punta de fierro para que por lo menos éstos queden a la vista y puedan servir de señal o referencia; a la manera de esos montoncitos de piedras que se dejan en lugares más o menos inasequibles y que quieren decir: "aquí estuve yo".  


Hernán Rivera Letelier.
La Reina Isabel cantaba rancheras.   

lunes, 5 de agosto de 2013

Código del Poeta


Un poeta tiene la obligación de hacer trabajar a su mujer y dejar que se muera de hambre su anciana madre.

Un poeta debe pedirle plata a su sobrino para irse a beber con los amigos en la tarde y descubrir desde los espejos los ojos verdes de los ciegos.

Un poeta jamás debe permitir que el cura le enseñe moralejas a sus hijos, ni religión a sus canarios ni persignarse a sus ahijados entre los geranios de la noche.

Un poeta debe cantar siempre en los caminos de la tarde y recordar con los fruteros de la esquina a los boxeadores olvidados (como gallinitas ciegas) en los bares.

Un poeta debe hacer de su casa el segundo bar, y del bar su segunda casa.

Un poeta debe tener amistad con los gitanos para que le adivinen el destino de su vida, para que jamás las cóleras del cielo se desaten en su tumba y para que en verano las luciérnagas lo salven de las garras oscuras de la muerte.

Un poeta debe tener cuenta abierta en todas las tabernas y jamás permitir que los banqueros desconfíen de su suerte.
  
Un poeta debe exigir a sus hijos que sean futbolistas o cantantes de tango en Europa para que ayuden a sobrevivir a su minusválida familia.

Un poeta, cuando entra a los burdeles, no debe permitir que le transmitan los microbios de la pena ni los bichos del fracaso, para que pueda bailar alegremente con la hermosa caballada.

Un poeta debe ser siempre el rey de las tabernas, el príncipe de la palabra y el amor juvenil de las sirenas.

Un poeta jamás debe llorar cuando una muchacha de ojos de ámbar lo abandona en el silencio de los puentes o en los callejones sombríos de los muelles.

Un poeta debe soñar todas las noches con su amante y fusilar a los enemigos cuando le roban la memoria o el paisaje de los cantos.

Un poeta debe morir sólo después de haber tomado la última cerveza en la mañana o después de haber fundado estrellas y canciones con los niños en la lluvia.

 
Jorge Teillier y Juan Cristóbal 
"La isla del tesoro"

sábado, 3 de agosto de 2013

Palliri

Cacharreando por internet encuentro un interesante blog sobre palabras (http://365palabras.blogspot.com.es/2013/03/palliri.html) y en él la palabra Palliri, desconocida hasta este momento para mí. Pero entonces me acuerdo de la señora que abría piedras, durante largas horas, con un pequeño martillo en una bocamina de Potosí. Y así como en un milagro pongo nombre a uno de esos oficios que nadie debería verse obligado a ejercer.

jueves, 1 de agosto de 2013

Mi librera de guardia

Hay gente que a veces se reivindica a la brava y con un elegante aleteo de papel se volatiliza mientras en un eco dice adiós como quien dice hasta luego.
Y entonces el paisaje, antes tan familiar, se transforma en un inhóspito océano de páginas vagabundas, justo donde debería estar el rastro de sus huellas, el halo de sus silencios y el fulgor de sus ausencias.