Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

lunes, 25 de diciembre de 2017

La tierra de mis padres


Me pongo de pie sobre la bicicleta
para ascender la pendiente a golpe de riñones.

Subo entre árboles.

Huyo de las tardes de fuego,
de la sangre dormida,
del tedio indefinible
que se tiende como un moribundo
al pie de la marisma
y el carcomido monte sagrado de mis padres.

La cinta de asfalto bajo las ruedas
es una película vieja y gris
repleta de sombras
y arañazos.

Cada pedalada
me lleva lejos (de las tardes de fuego,
de la sangre dormida,
del tedio indefinible que me tumba como a un muerto).

Con cada golpe de pedal,
con cada latido,
me acerco
a lugares
en los que probablemente todavía no soy
el que muchos años después escribe esto.



                                                         Mariano Calvo Haya

viernes, 22 de diciembre de 2017

Cuentos





Somos el cuento que nos cuentan


Todo lo que se dice es como un cuento
en el que nadie enferma,
en el que nadie llora,
en el que nadie espera que otros vengan
a salvarnos.
Y mientras tanto,
comprobamos el buen estado
de nuestras amarras,
cegamos cualquier inquietud
que nos permita vivir
con nuestros pensamientos
y nos convertimos,
dóciles y hermosos,
en los personajes de sus cuentos. 

                                                        Mariano Calvo Haya

Paisaje de Miengo. Una variación.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

Gilipollas habemus

Bien temprano me acerco al bar del pueblo a tomarme un café. En la barra un chaval en buzo de trabajo, y presumo que con pocas luces, comenta con la camarera algo sobre una lavandería que tiene un familiar. Parece que todo es automático en la empresa y no necesita empleados, lo cual, según comenta, es una tranquilidad. Y añade sin sonrojo alguno que tener trabajadores es la mayor desgracia que puede ocurrirle a una empresa.
El resoplido que le lanzo le envía fuera del local. También automáticamente.
Así nos va.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

martes, 12 de diciembre de 2017

Alas



Alas


Alguien podrá pensar
que esta historia
es una fantasía,
pero es tan cierta
como que el día precede a la noche
o que todos somos mortales.

De hecho,
cuando murió
todos sus libros
salieron volando.


                                                                     Mariano Calvo Haya

lunes, 11 de diciembre de 2017

Un poema de Izet Sarajlic





La quema de los libros


Para protestar contra la indiferencia de la opinión pública internacional
algunos miembros de la Unión de Escritores
han anunciado que hoy
quemarán en público sus propios libros.

En su comunicado
veo que figura también mi nombre.

Es cierto,
apruebo de corazón esta protesta
contra la indiferencia del mundo,
pero yo nunca quemaré mis libros.

En primer lugar, porque los amo.
Y después porque será mejor
enviarselos a Ismar, 
que hoy trabaja como farmacéutico en Suiza,
para que recuerde
la época en que reparaba mi techo
tapando los agujeros causados por las granadas. 

                      Izet Sarajlic

domingo, 10 de diciembre de 2017

El turno de noche.



Manuel Rivas en El País Semanal (genial como siempre)

¿Quién cubre el turno de noche?

TRAS LA SENTENCIA que condenó a Ratko Mladic, conocido por el Carnicero de Srebrenica, juzgado por genocidio por el Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia, en La Haya, lo primero que me vino a la cabeza fue una pregunta del historiador judío estadounidense Hayim Yerushalmi: “¿Es posible que el antónimo de ‘olvidar’ no sea ‘recordar’ sino ‘justicia’?”. Esta vez, la respuesta no era un enmudecimiento. Se ha hecho justicia. Es la impunidad, la suspensión de las conciencias y la indiferencia decretada lo que activa la memoria histórica. Sí, es posible que el antónimo del olvido sea la justicia y que lo que impide descansar a la memoria sea la injusticia. En España lo sabemos muy bien. ¿O no?
Sí, esta vez se ha hecho justicia. Así que me olvidé del verdugo Mladic y me fui por el túnel de un poema a abrazar a Izet Sarajlic. Estaba en el cementerio, bajo la lluvia, al lado de la tumba de su esposa, muerta justo al terminar la guerra: “¡Cuánto me gusta empaparme junto a ti!”.
Se habían amado como nunca durante el sitio de Sarajevo, el más largo de los asedios, cuatro años en vilo (1992-1996), 12.000 muertos y más de 50.000 heridos. Izet Sarajlic, fallecido en 2002, era antes de la guerra un célebre poeta bosnio, el más traducido de la desaparecida Yugoslavia. Doctor en Filosofía, figura universitaria, académico. Cuando empezaron a caerse las vigas del cielo, podría ser de los primeros en zafar del infierno. ¿Y quién iba a reprochárselo? Muchos lo hicieron. Pero Izet se quedó. Cada día se jugaba la vida en las colas del pan o del agua. Y la poesía también era una forma de apostar la cabeza. No es una metáfora. En la oscuridad helada, sin luz ni calefacción, los poetas de Sarajevo daban recitales al pueblo de la noche. Mantenían vivos los cuerpos de las palabras.
Terminada la Guerra Mundial, el filólogo judío alemán Victor Klemperer, un superviviente, tuvo un encuentro casual con una mujer berlinesa, no hebrea, que le contó que había estado en prisión durante el nazismo. “¿Por qué estuvo usted en la cárcel?”. Y ella contestó: “Pues por ciertas palabras”. Esa respuesta sencilla y genial, “por ciertas palabras”, empujó a Klemperer a escribir una obra en verdad imprescindible. La LTI (Lingua Tertii Imperii) o La lengua del Tercer Reich. Es la historia mejor contada de la mutilación de las palabras para imponer un “orden” criminal.
La lengua del Tercer Reich es la historia mejor contada de la mutilación de las palabras para imponer un “orden” criminal
Cuando el poder abusivo somete al lenguaje, cuando contagia todo de arenga, desaparece lo que Esther Cohen denomina “la posibilidad de la aventura”. Ese es el meollo. En la literatura y en la vida. Lo extraordinario de Izet, y de gente como Izet, es que custodiaron la libertad de las palabras, la posibilidad de la aventura, en el imperio de la destrucción. Sobre aquel tiempo de asedio, Izet Sarajlic escribió una carta con el escritor italiano Erri De Luca: “¿Quién cubre el turno de noche para impedir el secuestro del corazón del mundo? Nosotros, los poetas”.
Me parece una pregunta extraordinaria: “¿Quién cubre el turno de noche?”.
Ahora, la antología en castellano de Sarajlic, con el título Después de mil balas (Seix Barral, noviembre de 2017), se abre con una semblanza del propio Erri De Luca que es uña y carne de los poemas. De ambos, de Izet y Erri, decían que eran como los hermanos Grimm: “En el siglo más zarandeado y desbocado de la historia humana, nos dedicábamos a escribir cuentos”.
Hay una poesía de Antonio Machado tan estremecedora que resume todo el horror de una guerra, esa en la que podemos sentir a través del tiempo un bombardeo sobre la población civil y el peor destrozo: La muerte del niño herido. Allí donde dice:
“Invisible avión moscardonea
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!”.
Izet le llevó la contraria a la guerra de otra forma. Frente al tableteo de las armas, él tecleaba muchas veces, como una provocación histórica, la repudiada palabra “amor”. Ante un incesante bombardeo nocturno, va y escribe: “Una noche como ésta inconscientemente te preguntas cuántas noches de amor te quedan”. Caen las granadas y una de ellas está a punto de alcanzar el poema: “Ha sido lanzada desde el Mrkovici / donde antes de la guerra /cogía margaritas /con la mujer que amo”.
Machado e Izet, cada uno a su manera. Así es la gente del turno de noche en el corazón del mundo.

Librería 78

   Cracovia (Polonia)

lunes, 4 de diciembre de 2017

Un pequeño itinerario de la maldad

Adjunto un enlace a un artículo que me ha publicado la Revista Cultural Amberes en el día de hoy.

http://amberesrevista.com/polonia-un-pequeno-itinerario-de-la-maldad/

Poema de Oswiecim




Poema de Oswiecim


Me pregunto si
en el último instante
su mirada fue como un muro de ladrillo
topando contra el aire impenetrable.
Me pregunto si alcanzó a sentir
el fantasmal rumor de los pasos en formación
de una triste e invisible caravana de espectros.
Si escuchó una música de muertos.
Y mientras respiro angustia de acero,
piedras y vidrios rotos
en este tiempo de paz fingida,
aún no sé si nosotros miramos hoy,
de igual manera,
con los mismos secos ojos,
cómplices también
del frío ajeno de la Historia,
la larga calle de Auschwitz
desde el patíbulo donde Rudolf Hoess,
SS-Obersturmbannführer
y comandante de campo,
rindió a la humanidad
su único y postrero servicio. 


                                   Mariano Calvo Haya
                                   Diciembre 2017

Ni un paso atrás

   Playa de Liencres, 1988.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Sin destino



Cuando llegó a nuestra altura, el grito de "firmes" de los guardias nos paralizó a todos. De lo demás, sólo conservo dos fugaces impresiones. En primer lugar, la voz del hombre del látigo, que me sorprendió porque contrastaba con su cuidado aspecto, quizá fue por eso que no pude retener mucho de lo que decía. Comprendí, sin embargo, que esperaría hasta el día siguiente para proceder a "examinar" nuestros casos, según nos dijo. Luego se dirigió a los guardias y les ordenó con una vozarrona que llenó todo el patio, que hasta entonces se llevaran a "toda esa banda de judíos" al sitio más apropiado para ellos, o sea los establos, y que nos encerraran allí durante la noche. Mi segunda impresión resultó del caos producido por los agudos gritos de los guardias, repentinamente espabilados, que trataban de sacarnos de allí. No sabía por donde ir y sólo recuerdo que me entraron ganas de reir, por una parte debido a la situación inesperada, confusa y a la sensación de estar participando en una obra de teatro sin sentido, en la cual mi papel me era en parte desconocido y, por otra, por la breve visión que tuve de la cara de mi madrastra cuando se diera cuenta de que yo no llegaría a la hora de la cena.  

Sin destino.
Imre Kertész
Editorial: Acantilado.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Poema de Majdanek




Poema de Majdanek


Al principio fueron los cuervos y los árboles
los que poblaban la tierra.

Cuando el bosque aspiraba a atravesar el mundo con sus raíces,
antes de que los labriegos hicieran de aquello
un acre pasto para vacas y para ovejas,
antes de que los árboles,
cada una de sus hojas
y de sus ramas,
cada una de sus semillas,
cada una de las marcas enamoradas de la madera,
desaparecieran en el humo de las fogones.
Aire y nubes de árboles,
polvo de amantes insensatos,
hálito de fantasmas.
Apenas una hoja seca y abandonada
entre las tablas de los barracones.

Al principio fueron los cuervos y los árboles.

Cuando grajos, cornejas y urracas se arrastraban por la hierba
sin elevarse más allá
de la infértil longitud de sus alas,
haciendo del frío lo eterno
y del aguanieve un atavío para los muertos.

No había apenas nada más.

Cuando el campo quedó libre de bosque
y ardía harto de almas peregrinas,
cuando nacieron las alambradas
y los perros vigilaban el dolor de los otros entre la niebla,
entre la niebla aún volaban los cuervos.


                                                 Mariano Calvo Haya
                                                 Noviembre 2017

viernes, 24 de noviembre de 2017

En Tombuctú

  Tombuctú (Malí), 2001.

Nosotros éramos más jóvenes y el lugar, el más remoto en el que había estado nunca.
Unos insensatos acababan de derribar unas torres gemelas en Nueva York. Todavía no se veían camisetas con la efigie de Bin Laden. Ningún loco asesino había entrado en Irak apelando a increibles subterfugios. Nadie había arrasado por el momento la ciudad de Alepo. Los fascistas de Alá aún no habían prohibido la música y Alí Farka Touré estaba felizmente vivo. Las leyendas allí eran granos de arena entre los dientes.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

martes, 14 de noviembre de 2017

El banco de Wislawa


Aquí estoy, sentada bajo un árbol,
a orillas de un río,
una mañana soleada.
Es un hecho anodino
que no pasará a la historia.
No es una batalla ni un tratado,
cuyas causas se investigan,
ni el memorable asesinato de un tirano.

Sin embargo estoy sentada a orillas del río.
Y si estoy aquí,
forzoso es haber llegado de alguna parte,
y antes
forzoso fue haber recorrido otros lugares
como los conquistadores de nuevas tierras
antes de haber subido a bordo de sus navíos.

Incluso un instante fugaz tiene un turbulento pasado,
un viernes anterior a sábado,
un mayo que a junio precede,
y horizontes no menos reales
que los dibujados en los prismáticos de los mariscales.

El árbol es un álamo hace años arraigado.
El río es el Raba que no empezó a fluir ayer.
La senda no anteayer
se abrió entre matorrales.  
Antes de disipar las nubes, el viento
hasta aquí las arrastró.

Aunque nada importante sucede en torno a mí,
no es el mundo por eso más pobre en matices,
menos justificable, menos definido
que cuando dependía de las grandes migraciones.

El silencio no sólo envuelve conspiraciones.
Y el séquito de causas no sólo acompaña a subidas a tronos.
No sólo los aniversarios de las revoluciones caen,
también las piedras arrojadas al río.

Intrincado y denso es el bordado de las circunstancias.
El pespunte de la hormiga en la hierba.
La hierba cosida a la tierra.
El diseño de la hoja enhebrada a un palito.

Así, por obra del azar, soy y miro.
Una mariposa blanca aletea en el aire
con alas que sólo a ella pertenecen,
y una sombra sobrevuela mi mano,
la suya, no otra, no de cualquiera.

Ante hechos semejantes me abandona la certeza
de que lo importante
es más importante que lo que no importa.



sábado, 11 de noviembre de 2017

La Varsoviana fugaz

Cuando un servidor cultivaba el proyecto de montar una librería siempre pensó que había de llamarse La Varsoviana. No sé por qué. Supongo que por el viejo himno anarquista de las negras tormentas.
Así que el primer día que pisé Varsovia, en un arranque nostálgico, me dediqué a buscar a mi varsoviana, la dama de los sueños incumplidos. Y hete aquí que mientras yo fijaba el objetivo en aquella que se va acercando, atenta sólo a la pantalla de su móvil, me pasa por delante la de verdad. Mi varsoviana, la hermosa, la fugaz.

viernes, 3 de noviembre de 2017

La primera noche

La primera noche
ellos se acercan y cogen una flor
de nuestro jardín,
y no decimos nada.
La segunda noche
ya no se esconden,
pisan las flores, matan nuestro perro
y no decimos nada.
Hasta que un día
el más frágil de ellos
entra solo en nuestra casa,
nos roba la luna, y
conociendo nuestro miedo
nos arranca la voz de la garganta.
Y porque no dijimos nada
ya no podemos decir nada.


                        Maikowski

viernes, 27 de octubre de 2017

Las líneas y las rayas

Varsovia, 2017.

Esta es una esquina de lo que fue el Ghetto de Varsovia. Justo ahí se alzaba el muro que señalaba las diferencias y las prepotencias.
Y ahí seguimos, como tontos, marcando las líneas y las rayas.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Caminos y veredas

                                                                                                          Torices, 198...?


 Todos los caminos son nuestros.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Aparecidos

    Los Corros. Asturias. 1987.          

Sigo digitalizando diapositivas antiguas. Del escaner salen aparecidos.

martes, 17 de octubre de 2017

Cuerda de presos

Es curioso que los gobernantes de este país, cada vez, niegan tozudamente la existencia de presos políticos aquí, pero siempre juran y perjuran que los presos políticos están en otros lugares, en los que habitualmente los gobernantes son de otro signo y, por tanto, les caen mal.
Los presos políticos de allá son presos políticos porque sí. Jamás hicieron nada para acabar en el “trullo” salvo disponer de una conciencia levantisca. A los “No presos políticos” de acá la conciencia ni se les supone, y siempre llevan detrás un historial de acciones punibles que les convierten definitivamente en comunes.
El eterno enfrentamiento entre propaganda y credulidad.

El cartel rojo

En Transilvania, cuando los obreros tenían un problema con la dirección de la mina, confiaban al más viejo, al más silicótico de entre ellos, un cartucho de dinamita, con la orden de ir a casa del director. Se desarrollaba entonces un ritual más o menos inmutable. El minero leía al director una reivindicación escrita en un papelito. El director, como dictaba la costumbre, rechazaba todo en bloque. El minero reemplazaba entonces el cigarrillo que tenía en la boca, por el cartucho de dinamita; encendía y esperaba. Nueve de cada diez veces, todo saltaba por los aires. El humor no tenía ningún lugar en el ceremonial.

Phiippe Ganier Raymond
El cartel rojo.
Editorial Txalaparta. 

domingo, 15 de octubre de 2017

Clavos



Forzados, doblados, cercenados. Relevados de su función. Los humildes clavos ven la luz tras doscientos o trescientos años empotrados en las recias y resecas maderas de una techumbre ahora derrocada.

Otro será el tejado y otros clavos fijarán vigas más recientes, pero mientras rescato cada uno de estos tachones férreos me descubro en otra mirada, en otro tiempo, con ojos nuevos, observando casi intacto el mismo paisaje de hoy.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Las cajas negras del exilio

Hoy he tenido la emocionante oportunidad de asistir a la inauguración en el patio del Parlamento de Cantabria de la exposición de las Cajas Negras del Exilio, dentro de la programación de la Surada Poética de este año. En ella se homenajea a las mujeres y a los hombres del exilio republicano español que, tras la derrota, se vio sometido a las vejaciones y a la humillación de una inexplicable retención en innumerables campos de internamiento dentro de territorio francés.
Mi reconocimiento a los compañeros de La Vorágine por su trabajo y sobre todo a la poeta Manuela Parra, principal artífice del evento, por su dedicación a rescatar del olvido la causa republicana y también por su mención y agradecimiento a la participación en el acto de Desmemoriados, Memoria Colectiva de Cantabria.

lunes, 9 de octubre de 2017

Senegal

   Senegal 2005


Dakar

   Dakar 2005

sábado, 7 de octubre de 2017

jueves, 5 de octubre de 2017

Alegoría

Y que cada cual interprete lo que quiera.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Coser Oradour











Oradour sur Glane es una pequeña población a las afueras de Limoges (Francia). No obstante, en su día y a pesar de su tamaño, tuvo hasta un pequeño tranvía que recorría la calle principal. Aún queda rastro de sus vías.
Oradour se conserva tal como el paso de los años la ha dejado a partir del 10 de junio de 1944. Ese día, cuatro después del desembarco de Normandía, un destacamento alemán que se encontraba camino de las playas normandas para agregarse a su defensa rodeó Oradour sur Glane y reunió a toda la población civil en la plaza del pueblo. A los hombres los fue fusilando en grupos en diversas lonjas y locales y a las mujeres y los niños los reunió en el interior de la iglesia. A continuación los soldados alemanes prendieron fuego al templo y dispararon contra toda persona que quiso escapar. Aquel día en Oradour sur Glane murieron asesinadas 642 personas, entre las que se encontraban 25 refugiados españoles de origen republicano.
Caminar por Oradour sur Glane hoy en día es como caminar dentro de una burbuja. Parece que hasta el aire se ha parado. Sin embargo, el tiempo sigue su curso mientras se cosen y descosen los lienzos de la memoria.  

lunes, 2 de octubre de 2017

Concepto de patria




¿Es acaso la patria un campo lleno
de guijarros y maleza?
¿Es acaso una tumba inmensa
donde duermen el olvido los guerreros de antaño?
¿Es, quizá, el orgullo por algo que no es nuestro
y que nunca edificamos?
¿Son, tal vez, los colores aleatorios
de una enseña que solamente sirvió para el combate?
¿Es, por casualidad, nuestra patria la contingencia
que nos alumbró aquí
del mismo modo que nos pudo nacer allá?   


                                                           MCH

domingo, 1 de octubre de 2017

Estado de Depresión

Visto el día de hoy  me declaro formalmente en Estado de Depresión.
Y que viva la República.



A TALL D'EXORDI

Qualsevol de nosaltres, perdedors
irreverents i lucids, i també
qualsevol d'ells, els altres, instal-lats
en castes de poder i privilegi,
un matí qualsevol, des de la trista
permuta del mirall, podem sentir-nos
exiliats sense sortir de casa.
I què farem, llavors? Invocarem
lleis y preceptes? Cridarem a comptes
els descreguts? Renegarem els déus?
Així s'expressa el temps, sense cap llei
d'impietat, i és bo saber-ho i dir-ho
per assajar de viure amb els sentits
i els sentimentes en perpètua vigília.
Mirar la vida cara a cara és un
recomanable i prudent exercici
d'humilitat, una activa i discreta
conspiració que ens apropa a aquell nucli
tan oblidat de nosaltres mateixos
en què a vegades és dur descobrir-se.
Créixer també és saber que la tristesa
i fins i tot l'afront no són, per sort,
exclusiva dels vils, sinó un grotesc
patrimoni de tots, i que pels ulls
dels marginats, dels pobres, del vençuts,
se'ns en va a tots plegats el goig de viure
harmoniosament i amb alegria.

                  Miquel Martí i Pol 



A MODO DE EXORDIO

Cualquiera de nosotros, perdedores
irreverentes y lúcidos, y también
cualquiera de ellos, los otros, instalados
en castas de poder y privilegio,
una mañana cualquiera, desde la triste
permuta del espejo, podemos sentirnos
exiliados sin salir de casa.
¿Y qué haremos entonces? ¿Invocaremos
leyes y preceptos? ¿Pediremos cuentas
a los descreídos? ¿Renegaremos de los dioses?
Así se expresa el tiempo, sin ningún tipo 
de impiedad, y bueno es saberlo y decirlo
para probar de vivir con los sentidos
y los sentimientos en perpetua vigilia.
Mirar a la vida cara a cara es un
recomendable y prudente ejercicio
de humildad, una activa y discreta
conspiración que nos acerca a aquel núcleo
tan olvidado de nosotros mismos
en el que a veces es duro descubrirse.
Crecer es también saber que la tristeza
e incluso la afrenta no son, por suerte,
exclusiva de los viles, sino un grotesco
patrimonio de todos, y que por los ojos
de los marginados, de los pobres, de los vencidos,
se nos va a todos el gozo de vivir
armoniosamente y con alegría.

                         Miquel Martí i Pol


jueves, 28 de septiembre de 2017

Los tejados te miran

Pues nada. Que por fin estoy escaneando antiguas diapositivas y me he encontrado con ésta que me trae grandes recuerdos.
Supongo que hay más lugares así, pero Sighisoara era un lugar tan mágico en 1999 que hasta los tejados te miraban. Y no es broma, como se puede comprobar. 

lunes, 25 de septiembre de 2017

La gente del bosque


                                                                                   Para Yolanda en su cumpleaños.

El perro camina nervioso entre los árboles. Tan pronto alza la cabeza y ventea como pega la nariz al suelo y la entierra entre hojas caídas y bellotas. De vez en cuando le llamo y lo tranquilizo, pero es labor inútil. Sigue sus instintos y se acuerda, sin duda, de sus lobos antepasados. Pero a mi me gusta que esté atento y que corra y que disfrute, aunque a veces sea necesario detener su loca carrera tras los espíritus del bosque.
Nos adentramos entre los pinos y los robles y en algún momento parece que escuchamos un leve roce fantasmal a lo lejos. Pero no hay cuidado. Los espectros y los duendes raras veces se dejan ver.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Los grandes cementerios bajo la luna



Lejos ya de Normandia y de las playas del Desembarco, con sus restos arqueológicos, el turismo en oleadas, las exaltaciones patrióticas, el fervor pacifista cuando la guerra es en casa de los otros, no dejo de pensar en el libro de Georges Bernanos. Cierto es que la guerra a la que apuntaba el escritor francés era otra (la nuestra), y sin embargo era la misma. O tal vez el antecedente, o quizá la consecuencia de la anterior. Qué más da, si todas las guerras son la misma guerra y en su singularidad conllevan el mismo horror.
Pienso en el libro de Bernanos mientras miro las cruces blancas y las estrellas de David en el cementerio norteamericano, mientras veo el gentío que se reparte entre las tumbas con su flor en la mano, recién entregada por el correspondiente guía turístico al bajar del autobús.
Pienso en el libro de Bernanos mientras camino por el cementerio, bastante menos visitado, de soldados alemanes (21.000 soldados alemanes) en el pueblo de La Cambe. Voy leyendo sus nombres, en aquellos casos en los que no aparece únicamente la triste señal del anonimato, "Ein Deutscher Soldat", y voy de escalofrío en escalofrío cuando compruebo que muchos de ellos no tenían más de diecisiete años cuando dejaron este mundo muertos de miedo, o así me los imagino.  Y pienso en la indecencia que supone morir con diecisiete años. Y sobre todo en la indecencia que es enviarlos a la muerte sin apenas haber vivido.
Y también pienso en todos aquellos jóvenes que forman parte de mi vida. Y mi deseo es que puedan mirar a la luna todas las noches de sus largas vidas. Y que, mientras tanto, hayan conocido el amor.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Mirar la lluvia

Llegados a La Sennetiere, mirando la lluvia sobre el estanque.


domingo, 10 de septiembre de 2017

Lecturas de domingo

Atravesar la mar océana,
surcar los desiertos en busca del castillo de Alamut, 
cruzar el mundo, 
arribar a Normandía, 
encontrarte en un poema
y leer la mañana.
Y luego,
salir al día
para ensillar nuestras monturas.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

El derecho a la pereza

Contra el productivismo y la competición, defendamos la vida lenta y el derecho a la pereza.
Y que viva Paul Lafargue.

martes, 5 de septiembre de 2017

Librería 77

     Roma. Italia.                                                                    En pleno Campo de' Fiori

lunes, 4 de septiembre de 2017

La que no tiene nombre

Cuando ya de madrugada llegaron al pie del refugio, nadie en la entrada respondió a la contraseña. La repitieron, pero la voz se vaciaba en torno, en un eco solemne.
El mayor de los gemelos, el más grande y macizo, se ofreció a subir.
-Puede que esté dormido. O habrá bajado al pueblo.
-Es raro; por lo que dicen, se mueve poco.
-Al pueblo sí bajará, seguro.
-Pero no a estas horas.
Al fin se decidieron. A medida que rodeaban la peña, apartando las urces y los cardos, aparecía la boca oscura, desierta como siempre, sin rastro de huellas ni destellos opaco de latas o residuos. Nada contaba su presencia allí, ni siquiera el olor del humo, ni una rama quebrada en las matas de arándanos aún brillantes por las últimas lluvias.
A poco, tras rebasar el bosquecillo de madroños, repitieron de nuevo la señal, aquel grito partido, cortado, parecido al del mirlo, mas ni siquiera el eco les dio la bienvenida.
-Está bien -dijo a los demás- cubridme -dejándose deslizar entró en la cueva despacio esperando hallar al menos ese olor, mezcla de cuero viejo y ropa sin lavar que, por encima del tomillo, saltaba por lo común de las tinieblas.
Luego volvía a la luz, haciendo seña a los otros que a poco se le unían. Se abrían paso en la oscuridad, siempre atentos, luchando por acostumbrar los ojos a los rayos que en ocasiones rompían los muros.
-¿No andará al otro lado?
-¿Qué otro lado?
-En Asturias. Puede que le subieran el aviso.
-Tendrá miedo a los guardias.
-¿Cómo van a avisarle tan pronto? Son las tres.
-En menos de una hora lo saben abajo. Las mujeres ponen ropa a secar y él lo ve desde aquí con los prismáticos.
-¿Quién dice eso?
-Todo el mundo lo sabe. Eso y lo de la amiga. En cuanto ve la señal, escapa por un mes o una semana. Luego vuelve otra vez, cuando pasa la tormenta.
Las mantas revueltas, como abandonadas, venían a confirmar una ausencia repentina, una huida imprevista: el subfusil aún engrasado y las cajas de municiones intactas. Decidieron esperar la vuelta del huesped o la llegada de los guardias. Desde allí se dominaba el paso a Asturias, y el camino hacia el pueblo que arrancaba de la venta.


La que no tiene nombre.
Jesús Fernández Santos.
Ediciones Orbis S.A. 

viernes, 1 de septiembre de 2017

Los delirios de Enver Hoxha








Durante las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado en Albania se construyeron casi 200.000 bunkers que ocuparon todos los espacios imaginables del país, tanto en las ciudades como en las zonas rurales. Su propósito era proteger a la población de un hipotético ataque.
Albania era entonces un país completamente aislado. No tenía relaciones con ningún otro estado, ya fuera de la órbita comunista o, por supuesto, de los países de economía capitalista.
El gasto para sus pobres recursos fue completamente desmesurado y nunca llegaron a utilizarse. Hoy en día son una muestra palpable del delirio y la tontuna.